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La generación del Bicentenario

* Por Víctor Ego Ducrot. El acto de San Pedro, además de justo fue necesario. Quizás emerja como el punto de partida para poder decirnos que la Argentina está poniendo en acto un algo que apela a la posibilidad de un nuevo hito generacional.

El sábado pasado, Cristina puso en símbolos lo que el proyecto democrático y de inclusión social viene realizando desde 2003. Nada más y nada menos, porque fue hacia atrás en el tiempo, hacia un pasado que se propone como presente, e interpeló a todos los argentinos, incluso a los que insisten con fiereza en la negación de la Historia, mejor dicho en el desconocimiento de que este país, por fin, está recuperando el sentido de los grandes relatos; relatos colectivos sí, los únicos capaces de contener como yuxtaposiciones enriquecedoras a los decires, los saberes y los sentires de millones de individuos. Cuando ello acontece o se preanuncia, entonces una sociedad está en condiciones de materializarse como tal y de darle carnadura al verbo que explica el fin último de las democracias: lograr (la máxima felicidad posible del pueblo).

El acto de San Pedro, además de justo, fue necesario. Quizás emerja como el mejor punto de partida, aunque no el único, para poder decirnos entre todos y a partir de categorías mucho menos sensibles que las que expresan el bolsillo y los indicadores económicos, que la Argentina está poniendo en acto, con todo el poder dramático que encierran los cuerpos, un algo que ya no basta ser definido como modelo, sino que apela a la posibilidad de un nuevo hito generacional.

Si acertamos, en los manuales de Historia de las próximas décadas podrá leerse lo siguiente: el siglo XX terminó en llamas, con el agotamiento del proyecto excluyente de la generación del ’80 (del XIX), y el XXI irrumpió con una formidable síntesis entre los relatos emancipatorios del XIX y las tradiciones del siguiente (el XX). Esa dialéctica dio como resultado la emergencia de un nuevo paradigma para pensar y hacer al país, la generación del Bicentenario.

Si acertamos, la muerte de Néstor Kirchner no habrá sido en vano y el liderazgo que pasó a manos de la presidenta Cristina Fernández dará documentos y lógicas a esos manuales de Historia del futuro próximo. Si acertamos.

Al escribir este texto, horas después del feriado largo, no puedo evitar la contradicción de referirme a ciertas categorías del bolsillo y de los indicadores económicos, aunque me consuela el hecho de saber que nunca está mal que lo que merece ser recordado efectivamente lo sea. Decía la agencia Télam el pasado domingo por la noche que la ocupación hotelera del fin de semana largo alcanzó el 90%en los principales destinos turísticos del país. ¡Por no hablar de las tasas de crecimiento, de empleo regular y de consumo! A ver si los jerarcas de la UIA, que tanto supieron esquilmar al Estado en tiempos de dictaduras y democracias complacientes, nos dan una nueva lección sobre mercados y estabilidad. ¿Y si mejor van pensando en devolver el dinero de los argentinos, que se esfumó del país con los "exitosos" programas que ellos (los malcriados de la Argentina rentística) impusieron? Quizás sea saludable para todos, ¿no?

Pero no era a eso a lo que pretendía referirme, sino a la idea del principio; a la del acto de San Pedro por el día de la Soberanía como portentosa recuperación de la memoria histórica, y por consiguiente de nuestros grandes relatos, y a la posibilidad cierta que tenemos de poner en marcha un nuevo ideario cultural y político: el de la Generación del Bicentenario.

Ese ideario necesita de políticas públicas que lo signifiquen, como lo son, entre tantas otras, la Asignación Universal por Hijo, la ley de matrimonio igualitario, el proceso de desendeudamiento externo y la recuperación del Estado como resorte para la gestión democrática real. Pero también requiere de un dispositivo adecuado para significar esas actuaciones fácticas, para conquistar voluntades y para generar consensos.

Y es en relación a este último punto donde se destaca el peso específico de la nueva Ley de Servicios Audiovisuales y del proyecto gubernamental para regular en forma equitativa la producción y distribución de papel prensa, como herramientas de orden estratégico para la búsqueda y concreción de los nuevos consensos que requiere el proyecto de la generación del Bicentenario; no sólo porque desmonopolizan los discursos y le dan densidad al rol de los medios públicos y sociales, sino porque reconocen que la comunicación es instrumento de labor política, y que, entendida como tal, rompe los límites de su propia especificidad.

No es casual entonces que de la práctica colectiva en pos de la Ley de Servicios Audiovisuales haya surgido una experiencia de organización política que ya he mencionado en otras oportunidades. La Corriente por una Comunicación Nacional y Popular (CCNP), integrada por militantes de distintos ámbitos y con el apoyo de las carreras de Comunicación de 14 universidades públicas, reconoce la referencia nacional de Gabriel Mariotto, titular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA), quien fue el encomendado por la presidenta de la Nación para, como en su oportunidad ella misma le dijo, "poner en marcha a la mejor Ley de Radio y TV del mundo".

El 7 de diciembre próximo, la CCNP realizará un acto público en el Teatro ND Ateneo, con el propósito de dar a conocer el balance de sus actividades desde su fundación, hace unos cuatro meses. Sus militantes y dirigentes suelen expresarse en la página electrónica <www.corriente.org.ar> y descuentan la concurrencia de comunicadores sociales, organizaciones sindicales, territoriales y campesinas, todos actores con los que viene trabajando en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba y Mendoza, como también la presencia de líderes claves en universo social y político que respalda a la presidenta, entre ellos algunos gobernadores y jefes comunales.

Además, y como parte del programa de actividades programadas hasta fin de año, en articulación con otros espacios afines y de claro apoyo a Cristina –en la CCNP dicen que están a las órdenes de la jefa de Estado–, sus militantes prevén realizar una suerte de feria o congreso de la comunicación popular, el próximo 18 de diciembre, y sostienen que la tarea mediática de nuevo tipo no debe y ni puede agotarse en sí misma, en un quehacer profesional, sino que se encuentra obligada a jugar el rol de organizadora y movilizadora de las fuerzas comprometidas con el programa general de transformaciones en el país; en salud, educación, generación de empleo e inclusión social, toda una plataforma de acción política a disposición de la presidenta.

Para la matriz interpretativa de la realidad que abona a este texto, la CCNP forma parte del abanico de organizaciones, de sujetos colectivos e individuales del campo nacional, popular y transformador, que están dándo forma a aquello que en los primeros párrafos significamos como generación del Bicentenario, la que podrá cambiar el curso de la Historia argentina. Si acertamos.