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Jorge Altamira

La crisis política en Rusia no se ha cerrado, mientras la OTAN escala la guerra

La escalada militar de una y otra parte, pero fundamentalmente la que, por su envergadura, desarrolla la OTAN, no tiene lugar en un vacío político; tiene que ver, por el contrario, con un reordenamiento estratégico internacional, que afecta decisivamente a la clase obrera.

La crisis política desatada en Rusia por el motín golpista de la compañía Wagner sigue abierta. Es lo que se desprende de la detención del subcomandante de las fuerzas armadas de Rusia, Sergei Surovikin, quien tenía a su cargo el desarrollo de las acciones militares en Ucrania. La compañía Wagner, por su lado, ha sido desbandada, aunque se le otorgó refugio a lo que quedó de ella en Bielorrusia, unos ocho mil efectivos que se han instalado en cuarteles en construcción.

El gobierno de Rusia no ha admitido haber procedido a esta detención, a pesar de que es mencionada en los programas políticos de la televisión rusa y en la prensa internacional. Queda entonces sujeta a verificación la tesis de que el poder político de Putin se ha visto reforzado. Esta tesis es esgrimida por un sector de analistas que sostiene que los servicios de inteligencia de Rusia estaban al tanto por completo de las intenciones de Yevgeni Prigozhin, el dueño y jefe de la compañía, al que dejó avanzar para conocer el alcance político e institucional del complot. Para este enfoque del asunto, Putin ha salido de la crisis más fortalecido, al mismo tiempo que la llamada contraofensiva de la OTAN sólo registra progresos menores a cambio de una enorme pérdida de material bélico y humana. De acuerdo a algunos informes, las tropas de Zelensky no habrían llegado todavía a la primera línea de la compleja defensa montada por Rusia a lo largo de dos mil kilómetros.

En cuanto a los propósitos de PrigozhIn, hay varias interpretaciones. Como lo hemos referido en estas páginas, el diario The Washington Post había hecho circular, con anticipación, la versión de la Inteligencia norteamericana de que el jefe de Wagner estaba en colusión con la Inteligencia de Zelensky. Algunos interpretaron que se trataba de una operación para echar sospechas contra quien había conquistado la ciudad de Bakhmut luego de combates sangrientos durante casi medio año. Otros en cambio señalaron la semejanza con los golpes de estado fomentados por Estados Unidos en Kazajistán en 2021/22, la principal república de Asia Central, lindante con Rusia y China y un botin geopolítico en la guerra actual.

En estas dos versiones está ausente el debate político sobre la guerra que dio lugar a esta crisis. Prigozhin ha denunciado como un fracaso a “la operación militar especial” lanzada por Rusia en Ucrania. Sostiene que, al cabo de dos años de guerra, Ucrania está mucho más militarizada y nazificada que al comienzo y que la OTAN ganó una injerencia superlativa. Hace recaer la responsabilidad de ese fracaso sobre el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, y sobre el jefe del Estado Mayor, Evgeny Guerasimov. Concretamente, denuncia la falta de decisión de ocupar Ucrania con una invasión fulminante, algo de lo que se acuerda tardíamente. Las críticas a estos jefes militares han sido apoyadas por los llamados blogueros nacionalistas. Un representante de esta derecha nacionalista, Sergei Karaganov, se ha despachado con un largo texto en el que aboga por un ataque nuclear ‘ejemplificador’ contra un blanco occidental, para forzar la capitulación de la OTAN. Sostiene que Rusia es el baluarte de la civilización mundial y de la trinidad entre patria, religión y hogar.

La “estrategia de Putin”, criticada por la ultraderecha, no es en cambio, “disparatada” para Thomas Friedman, un confidente de Biden y de los servicios de espías norteamericanos. “Es desgastar a Ucrania hasta que se quede sin proyectiles de obús de 155 mm, insumo básico de la artillería, y sin intereceptores anti-aéreos, para que las fuerzas de infantería ucranianas queden desnudas ante el poderío aéreo de Rusia, y después aguantar… hasta que Trump sea reelegido”. De su propia cosecha, añade “que tampoco hay que subestimar el agotamiento de la sociedad” para proseguir la guerra contra Rusia. En efecto, el envío al frente a personas sin entrenamiento ni capacidad militar,por parte de Zelensky ha comenzado a desarrollar una oposición larvada a la guerra, ante las pérdidas humanas enormes que ha sufrido Ucrania

Lo de Friedman, sin embargo, es una chapucería, porque las insuficiencias militares de Ucrania para perforar la línea de defensa de Rusia es un pretexto armado por la OTAN para justificar una escalada en la asistencia militar a Ucrania que violente las llamadas ‘líneas rojas’ de un enfrentamiento directo con Rusia. Estados Unidos ha anunciado el envío de proyectiles con uranio empobrecido (ya lo hace Gran Bretaña), con mayor capacidad para perforar blindados, a riesgo de desatar una contaminación radioactiva. También misiles de mayor alcance, incluso al interior del territorio de Rusia, y la provisión de aviones F-16 y el entrenamiento de sus pilotos. Acaba de desarrollar, con eje en Alemania, un operativo con 250 aviones y 10 mil hombres, de ocupación de puertos y defensa de ciudades, que es un simulacro de un ataque a Rusia. En los próximos días, en una reunión en la capital de Lituania, Vilna, la OTAN debatirá la integración de Ucrania a la coalición militar. La ‘acertada’ estrategia que Friedman le atribuye a Rusia no resiste sin una escalada de Rusia en la misma proporción. Todo esto roza el uso de armamento nuclear.

Una de las propuestas en la agenda de Vilna es establecer un compromiso de defensa de Ucrania como el que existe desde hace décadas de Estados Unidos con Israel; no queda claro si autorizará también la posesión de armamento nuclear. La otra cuestión será autorizar el empleo de personal militar de la OTAN en Ucrania, que Polonia reclama con urgencia. El gobierno polaco ha insinuado enviar sus tropas a Ucrania e incluso ofrecer una Confederación Polonia-Ucrania, es decir la anexión de Ucrania. El otro debate en Lituania es la llamada reconstrucción de Ucrania, a comenzar incluso en la guerra, lo cual supone la conversión del país en una base militar, enfrentada a la región ocupada por Rusia. Eventualmente, quedaría como una frontera de hecho como la que separa a Corea, pero entre la Otan y Rusia (Financial Times, 29/6).

La estrategia de Rusia, confinada a la defensa de las regiones ocupadas por su ejército, busca mantener el apoyo del bloque de países que reclama un cese del fuego y un acuerdo de paz – China, India, Brasil, Sudáfrica son los más activos. Es decir que está condicionada a la posibilidad de un acuerdo con la OTAN y al rescate de un sistema imperialista en completa decadencia. El estatus de Rusia en un reordenamiento internacional se verá completamente disminuido con respecto al anterior a la guerra, incluso podría adquirir un carácter semicolonial. Esta perspectiva está incorporada en el debate de la oligarquía de Rusia con relación a la guerra. La escalada militar de una y otra parte, pero fundamentalmente la que, por su envergadura, desarrolla la OTAN, no tiene lugar en un vacío político; tiene que ver, por el contrario, con un reordenamiento estratégico internacional, que afecta decisivamente a la clase obrera.

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