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La crisis devora la política

Por Julio César Moreno* El caso de Europa es muy particular, porque la crisis económica ha puesto en jaque la estructura misma de la Unión Europea.

La caída de Silvio Berlusconi en Italia, el amplio triunfo de la centroderecha en España y la formación de un gobierno de coalición en Grecia confirman una ley de la historia contemporánea: que las grandes crisis económicas y financieras pueden voltear liderazgos y mayorías que hasta ayer nomás parecían incólumes o muy plantados. En España y Grecia, los grandes derrotados fueron los socialistas; en Italia, la derecha populista berlusconiana.
Quienes pierden y se van son los que tuvieron hasta hoy la responsabilidad de gobernar. Quienes ganan y vuelven son los partidos o líderes opositores. En Francia puede ocurrir lo mismo: que pierda y se vaya la derecha de Nicolas Sarkozy y que vuelvan los socialistas al gobierno. La crisis, el desempleo y la pobreza no reparan en ideologías y los pueblos votan simplemente por el cambio, aunque lo hagan sin muchas esperanzas de que se produzca en realidad un cambio.

El caso de Europa es muy particular, porque la crisis económica ha puesto en jaque la estructura misma de la Unión Europea (UE) y hace tambalear el euro. ¿Estamos asistiendo al derrumbe de ese gran "sueño europeo"? La UE fue la construcción económica e institucional más importante después de la Guerra Fría y aparecía como un punto de equilibrio geopolítico que podía garantizar un futuro de paz y prosperidad al mundo entero.

Todo esto parece estar derrumbándose, aunque en materia de derrumbes y reconstrucciones nunca está dicha la última palabra. Al concluir la Segunda Guerra Mundial, en 1945, pocos imaginaban que en sólo 10 años se iba a iniciar en Occidente un ciclo de prosperidad que tuvo su paradigma en el Estado de Bienestar. Y es precisamente el Estado del Bienestar el que está haciendo agua.

Pero, volviendo a la política, se viven situaciones particulares, según los países. En Italia se formó un "gobierno técnico" presidido por Mario Monti, un ex alto funcionario de la Unión Europea, que recibió en el Parlamento el apoyo de la mayor parte del arco político.

Y como ocurre en todos los países europeos, el flamante premier anunció rigurosas medidas de austeridad (contención y reducción del gasto público, reformas en el sistema de trabajo, privatización de empresas estatales, lucha frontal contra la evasión fiscal y la ilegalidad), todo esto en un marco de alto desempleo, que afecta sobre todo a los más jóvenes.

En España, la situación es distinta, porque hubo elecciones anticipadas en las que el derechista Partido Popular obtuvo mayoría parlamentaria y territorial y formará un nuevo gobierno. Hay, pues, una mayoría de centroderecha que obtuvo el 44 por ciento de los votos, contra el 28 por ciento de los socialistas (186 y 110 escaños, respectivamente).

Este resultado no significa que España se haya convertido en un país de derecha, ya que el retroceso socialista fue compensado por el avance de Izquierda Unida a nivel nacional y de la izquierda arbetzale, antes emparentada con la organización terrorista ETA), en el País Vasco.

También hay que contar el ascenso de un partido de centro, Unión Progreso y Democracia, que obtuvo un millón de votos, y la amplia victoria de los nacionalistas catalanes. Estos resultados estarían marcando un debilitamiento del bipartidismo y la configuración de un escenario político más plural.

En el trasfondo de estos pronunciamientos anida la crisis económica y financiera más honda y extensa que haya afectado a Europa en las últimas décadas y que ha puesto en jaque a todos los gobiernos y partidos. Para algunos, es una crisis del capitalismo, o al menos del capital financiero, cuyo descontrol está causando estragos en todas partes.