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La crisis del petróleo

* Por Daniel Gustavo Montamat. Con un barril de 80 dólares, todos parecían estar conformes: los productores de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), los productores de crudos no convencionales (bitúmenes y crudos pesados) y los países consumidores que deben importar.

Los importadores desarrollados, porque sus estructuras productivas son cada vez menos intensivas en el consumo de petróleo; los importadores emergentes porque, aunque intensivos en el uso del petróleo, sus materias primas exportables (agricultura, minería) se habían valorizado al compás del oro negro. Pero el precio del crudo en su variedad WTI ya pasó la barrera de los 100 dólares, y en su variedad Brent (que hoy refleja más de cerca el movimiento comercial global), agrega un adicional de entre 10 y 15 dólares por barril. En julio del 2008, antes de la quiebra de Lehman Brothers, el barril tocó los 150 dólares, lo que prenunciaba el colapso de la economía mundial. ¿Volverá la economía mundial a lidiar con un barril de 150 dólares? ¿Cuáles serán las consecuencias?

En primer lugar, hay que destacar que en la década pasada los saltos en el precio del petróleo tuvieron lugar más por aumentos sostenidos de la demanda que por los tradicionales shocks de oferta. En 1973 (guerra árabe-israelí), en 1979 (revolución iraní), y en 1990 (Guerra del Golfo) se produjeron disrupciones en el sistema de suministro y caída de oferta. En 1999, y en el 2002, aunque la OPEP intervino para reducir su oferta y sus miembros tuvieron mayor adhesión a las cuotas asignadas, el gran disparador de la suba de precios fue la irrupción de China como gran importador de petróleo. El circuito económico fundado en el sobreconsumo americano y financiado por China permitió al mundo convivir varios años con vacas gordas y petróleo caro, sin que la inflación llegara a preocupar. Pero los desbalances que la dinámica generó y que los mercados financieros no anticiparon terminaron inflando una burbuja inmobiliaria que explotó con la crisis de las hipotecas en Estados Unidos.

En junio de 2008, a días del pico de precios, cuando los mercados de derivados y futuros entraron en un frenesí especulativo, la demanda mundial de crudo había superado los 87 millones de barriles por día y existían serias dudas de que la oferta pudiera acompañar su ritmo de crecimiento. Arabia Saudita estaba bombeando 2,5 millones de barriles adicionales por encima de su oferta de cuota de 8,5 millones de barriles por día, y estaba en tela de juicio que pudiera seguir operando como oferente de última instancia. Con la crisis y la "gran recesión", la demanda cedió, pero la recuperación ha vuelto a poner al descubierto la dependencia petrolera y las restricciones de oferta. La demanda petrolera en el 2010 creció 2,7 millones de barriles por día, y este año se espera un crecimiento de 1,5 millones de barriles más. Volvemos a los volúmenes de consumo precrisis. En un par de años, a este ritmo, la demanda mundial superará la barrera de los 90 millones de barriles por día, frontera que muchos analistas señalan como complicada de abastecer para la oferta de crudos convencionales. Arabia Saudita ha incrementado su capacidad productiva en estos años y hoy tiene una capacidad ociosa de entre 3 y 3.5 millones de barriles por día. Está interviniendo para compensar la caída de las exportaciones de Libia y aliviar las tensiones de suministro. También puede compensar la demanda extra que tendrá la reconstrucción de Japón con algunas centrales nucleares fuera de servicio (400.000 b/d).

Pero la pregunta que uno debe hacerse a esta altura es si la suba de precios del petróleo en el marco de la recuperación mundial no es una consecuencia inevitable de la disritmia entre el crecimiento sostenido de la demanda y la respuesta cansina de la oferta. El tal caso, todos deberíamos volver a preguntarnos si es sostenible el patrón de crecimiento mundial con un petróleo de 150/200 dólares por barril. ¡Qué pronto se olvidó el mundo de tonificar la demanda agregada mediante inversiones en nuevas tecnologías que hagan posible el desarrollo sustentable!

La crisis del norte de Africa y de Medio Oriente puede agregar un shock de oferta a esta dinámica de precios que motoriza la demanda. Libia no es el problema, produce 1,7 millones de barriles por día (2% de la producción mundial) y exporta 1.4. Pero ¿si Argelia sigue a Libia? Allí estamos comprometiendo una producción de 1,9 millones de barriles por día. ¿Y si esta denominada "revolución horizontal" en el mundo árabe empieza a sacudir a otras autocracias regionales? El reino de Bahrein está circunscripto a una diminuta isla y casi no produce petróleo, pero su localización es estratégica en el golfo Pérsico, ruta marítima que mueve el 18% del petróleo mundial. La gran incógnita es si esta ola expansiva de autodeterminación de muchos pueblos termina o no alcanzando al reino de Arabia Saudita. De alcanzarlo, el barril de petróleo no encontraría techo de precios en lo inmediato, y su impacto recesivo en la economía mundial sería demoledor.

En escenarios intermedios, si el barril de petróleo vuelve a alcanzar la cotización de 150 dólares, es inevitable asumir un desplazamiento hacia arriba (contracción) de la oferta agregada mundial, con secuelas recesivas e inflacionarias de distinto orden, según los estímulos que como respuesta reciba la demanda agregada. De los efectos recesivos, inflacionarios y redistributivos derivados de una fuerte alza de los precios del petróleo, en los últimos años los analistas y los gobiernos han tendido a priorizar el efecto recesivo. Por eso se ha respondido, en general, con políticas fiscales y monetarias expansivas.

De darse un nuevo shock petrolero, es previsible que Estados Unidos prolongue su política monetaria de "relajamiento cuantitativo" (eufemismo de emisión monetaria). La esperada suba de tasas en dólares pasará para más adelante. Europa tendrá fuertes presiones para hacer lo mismo. Ni en Europa (con débil crecimiento) ni en Estados Unidos (con desempleo y capacidad ociosa) la tasa de inflación es todavía un problema. Pero la inflación ya es un problema en muchas potencias emergentes. China tiene una inflación de un 5%; India, más del 9%; Brasil, del 6%. Con un petróleo de 150 dólares el barril, los precios de los alimentos van a seguir subiendo por aumento de los costos productivos. A su vez, como en los países en vías de desarrollo el peso de la canasta alimentaria es mayor en el consumo, aumentarán las presiones salariales. Una escalada de precios y salarios puede empezar a retroalimentar la espiral inflacionaria. En esta oportunidad, habrá que prestar nueva atención al efecto inflacionario del posible shock petrolero. No van a estar los salarios chinos, como en la década pasada, operando como disuasivos de ajustes. De subestimarse el nuevo contexto, la economía mundial podría reincidir en un ciclo de estanflación (inflación con recesión).

Por último, pero no menos importante para el futuro económico, es la consideración de los efectos redistributivos de un nuevo shock petrolero. En principio, hay una transferencia de ingresos de los países consumidores a los productores de petróleo. Pero esas transferencias tienen el efecto secundario de agravar los desequilibrios de la economía mundial. China, Alemania, Japón y los grandes productores de petróleo son países excedentarios (con excedentes de ahorro). Estados Unidos y otros países de Europa han sido deficitarios crónicos (han consumido por encima de lo producido). La economía mundial debe corregir estos desequilibrios que, de perdurar, incuban nuevas crisis. El año pasado terminó con algunos datos alentadores de reducción de desbalances. Pero el petróleo caro volverá a complicar el panorama. Colofón: con un petróleo a 80 dólares, la economía mundial continúa el despegue sin mayores turbulencias; con uno a más de 100, hay que tener los cinturones ajustados porque vienen turbulencias; con uno a 150 dólares, habrá que prepararse para un aterrizaje forzado.