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La crisis de la salud, conflicto de larga data

*Por Mario Daniel Fernández. El "cansancio emocional" está apareciendo también entre los médicos jóvenes, que comienzan a debatirse entre la resignación y el abandono de la profesión.

C órdoba vive una situación compleja en materia de salud. El tema central es la remuneración de los médicos. No se trata de un problema nuevo y es una deuda todavía impaga de la democracia.
La tarea primordial del Consejo de Médicos es la protección de la sociedad a través del contralor y la vigilancia de la profesión.

Es muy importante comprender esto, porque un organismo deontológico no es una organización gremial. Ya lo definió con precisión Remo Bergoglio, entonces presidente del Consejo de Distritos, en un artículo publicado en el boletín de la institución, en 1965: "El Consejo controla, no agremia. Controla el ejercicio ilegal y también al médico cuando exhibe de especialista, para evitar daño moral al paciente o a sus colegas".

Y añadía: "El Consejo no agremia ni defiende a los médicos en reclamos individuales o colectivos por mejoras de salarios; no discute convenios de trabajo; no asume defensas por cesantías; no defiende ni apoya una administración sanitaria (...)". Finalmente, concluía: "El gremialismo es lucha; alienta derechos y los apoya hasta con la huelga inclusive. El Consejo es norma: impone deberes".

Ello no significa que la crisis salarial de los profesionales de la salud no nos preocupe. Desde hace años venimos señalando que lo que perciben los médicos por su trabajo es una herida abierta que empaña cualquier otro logro en el área de salud.

Ya en el invierno del año 2008 escribíamos en nuestra revista Ethica (edición número 71): "Desde la recuperación de la democracia ha habido marchas y contramarchas. El modelo neoliberal vigente en la década de los ’90 incorporó a la salud, de manera predominante, en el espacio del mercado. Dejó de ser un bien social para convertirse en un producto regido por las leyes de la oferta y la demanda. Desde hace unos años se han intentado revisiones e incluso se han dado pasos importantes, pero la salud –nadie puede ignorarlo– sigue siendo una asignatura pendiente. Muchos argentinos deambulan por los hospitales públicos en busca de un turno, en tanto que en muchos casos la medicina privada se convierte en un privilegio para pocos y los médicos nos convertimos en rehenes de un sistema público y privado evidentemente injusto".

Señalábamos entonces lo que considerábamos el nudo del problema: "En primer lugar, nos enfrentamos a una realidad de salarios injustos, en un escenario perverso, en el que, por un lado, se nos exige compromiso con la sociedad, se elogia el altruismo médico y nuestra vocación de servicio, se nos requiere pulcritud, se reclama nuestra actualización permanente, se nos piden esfuerzos sobrehumanos, pero a la hora del pago se nos explota como trabajadores indefensos, se nos aplican contratos indignos, se nos amenaza con inseguridad laboral, se nos postergan los pagos, se nos aplican cláusulas verdaderamente leoninas (...)".

Es justo reconocer, sin embargo, que desde entonces hubo rectificaciones y avances parciales, pero el problema de las remuneraciones dignas sigue vigente.
Lo decíamos sin tapujos: "A la hora de las exigencias, somos servidores públicos, somos profesionales de un bien social. A la hora de las retribuciones, somos un mero engranaje del negocio de la salud".

"Situaciones de indignidad". También decíamos entonces, y varios aspectos a los que hacíamos referencia perduran en el tiempo: "Es en ese contexto donde aparecen situaciones de indignidad que tienen que ver, por ejemplo, con el tiempo de la jornada de trabajo, con el tema de horas extras impagas, con turnos rotativos, con vacaciones y tiempo de descanso; donde es imprescindible incorporar el análisis de situaciones vitales límite, de los riesgos físicos, químicos, mecánicos, biológicos, ergonómicos, etcétera, a los que estamos sometidos. Pero también a las formas de remuneración, al salario mínimo, a las formas de fijación del salario, entre otros aspectos que hacen a la dignidad de la actividad".

Todos sabemos que en el caso de los que mantienen relación de dependencia con instituciones privadas, el Consejo de Médicos –de acuerdo a las facultades legales que le confiere la ley 4.853/6.396– establece un piso, que es considerado como el arancel mínimo de carácter ético, que la institución ha venido actualizando en forma permanente. Exigir dicho arancel parte de la decisión y el compromiso de los colegas de cumplirlo y hacerlo cumplir.

En el caso de los profesionales médicos que dependen del Estado, donde no tenemos competencia alguna, lo hemos manifestado siempre: no hay solución sin unidad, solidaridad y organización. Así lo planteamos el Día del Médico, el 3 de diciembre de 2009, en una entrevista publicada por La Voz del Interior , donde hablamos claramente de postergaciones salariales que se suceden desde hace tiempo y que no se resuelven sólo con aumentos, sino que requieren de una verdadera y profunda recomposición.

En la medida que el problema no se aborde, la crisis será cada vez más profunda. Lo decíamos también, refiriéndonos a las consecuencias: "Se constata, principalmente en los centros urbanos, un crecimiento de la agresión, de la violencia contra los médicos. Somos, involuntariamente, para la sociedad, las caras visibles de un sistema del que no participamos en ningún nivel de decisión y cuyas consecuencias son servicios de salud cada vez más onerosos y más restringidos. Las empresas de medicina prepaga acuden al aumento de la cuota y reclaman beneficios fiscales. Las clínicas privadas manifiestan su estado de crisis y los médicos nos convertimos en variables de ajuste. El hospital público está abarrotado de pacientes y los recursos son escasos. Las vacantes, por lo general, no se cubren. La atención se resiente. (...) Hay poblaciones del interior profundo abandonadas de atención". (Revista Ethica 71).

Solidaridad y organización. El otro fenómeno creciente es el llamado síndrome de burnout o la sensación que tienen numerosos colegas de sentirse "quemados", que aparece como respuesta a ese cuadro de estrés laboral que estamos comentando. La situación es grave porque, además, ese "cansancio emocional" está apareciendo en médicos jóvenes, que comienzan a debatirse entre la resignación y el abandono de la profesión".

Concluyo con el editorial que escribí para la revista Ethica , como una apelación a la comprensión del problema: "No es fácil sentir el orgullo de ser médico y a la vez sostener una lucha desigual por ganarse la vida, por disponer de mejores condiciones de trabajo; el orgullo de ser médico y resignarse a aceptar un salario indigno, porque es una cuestión de supervivencia, de necesidad.
"No es fácil. Todos sabemos que esa distorsión entre las exigencias al profesional y el olvido del ser humano no tiene otra salida que superar el individualismo. No tiene otro camino que la unidad, la solidaridad, la organización que el Consejo de Médicos sugiere una y otra vez".