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La "contramemoria" del pasado argentino

En los años recientes y con una intensidad que no hace sino crecer, se percibe que el Estado Nacional fomenta lo que podría llamarse una empresa de "contramemoria" respecto de la historia argentina.

Próceres y acontecimientos que nuestro país ha respetado durante la mayor parte de su existencia, han pasado a ser blanco de afrentosas invectivas, cuando no se cubre de silencio su memoria.

El caso más notorio es el del general Julio Argentino Roca. Se propone retirar su nombre de las nomenclaturas y arrasar con los monumentos que lo recuerdan. El tucumano cuyas dos presidencias estuvieron entre las más progresistas del país en todos los terrenos, es calificado actualmente de "genocida", porque condujo la Expedición al Desierto. Esta se presenta al público totalmente fuera de contexto, subrayando solamente sus defectos e ignorando los propósitos que tuvo, y que eran unánimemente aplaudidos en esa época en que los malones constituían la atroz pesadilla de quienes habitaban en la campaña. Esto además de desconocer que significó afirmar la soberanía argentina sobre un territorio de 20.000 leguas, constantemente invadido por aborígenes chilenos. Es un grave error valorar los sucesos del pasado como si se produjeran en el presente.

La incesante agresión contra Roca es solamente una muestra. El año pasado, fue el bicentenario de Juan Bautista Alberdi, nuestro máximo pensador político y artífice de la organización constitucional de la Argentina. El Gobierno Nacional pasó por alto la fecha, y los homenajes que le tributaron el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y su Tucumán natal, fueron excepciones. Este año se han cumplido los dos siglos de Domingo Faustino Sarmiento. Salvo el gran congreso que organizó la provincia de San Juan, la fecha pareció inexistente.

Ahora, el decreto 1.880 del gobierno de la Nación, acaba de crear el Instituto Nacional del Revisionismo Histórico Argentino y Latinoamericano "Manuel Dorrego", dependiente de la Secretaría de Cultura. Su objeto es estudiar personajes y circunstancias del pasado que "no han recibido el reconocimiento adecuado en un ámbito institucional de carácter académico, acorde con las rigurosas exigencias del saber científico", y reivindicar "la importancia protagónica de los sectores populares". Así, estimulará con becas, subsidios y premios, "la investigación y divulgación de la historia revisionista".

Parece alarmante que, en primer lugar, se ignore la inmensa labor historiográfica que se ha realizado y se realiza en la Argentina, desde las universidades y los institutos académicos. Ella ha abarcado y abarca todos los "personajes y circunstancias del pasado", y se desarrolla con "las rigurosas exigencias del saber científico". Y más alarmante resulta aún, que se hable de una "historia revisionista" como terreno a explorar, cuando precisamente la historia es una ciencia cuyos cultores no hacen otra cosa que "revisarla" constantemente. Se plantea entonces una injusta división entre esa "historia revisionista" y otra que, al parecer, no sería sino un conjunto de ocultaciones, medias verdades y mentiras. La Argentina es un país maduro.

Investigadores y ensayistas de su pasado ofrecen, en sus libros, desde hace mucho tiempo, el panorama más amplio y de las más diversas tendencias y enfoques imaginables. Entre nosotros, cada día se estudia con más profundidad la historia, y hasta ahora esa tarea no tuvo necesidad de derribar estatuas ni de modificar nomenclaturas. Vivimos tiempos donde unir a la ciudadanía y superar elementos de división debe considerarse algo urgentemente necesario. Las miradas al pasado han de ser comprensivas, para analizarlo en su contexto y en su circunstancia, al margen de toda utilización política. Es lo que corresponde a un pueblo maduro.