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La burocracia exasperante bate sus propios récords y los trámites se eternizan

La incompetencia burocrática de varias reparticiones públicas en nuestra ciudad está batiendo sus propios récords.

En estas jornadas, la realización de un trámite administrativo obliga a realizar largas colas, con cinco y hasta seis horas de una espera que empieza en la madrugada, con gente acampada que aguarda pacientemente que le otorguen algún número, sea para pagar una multa, sacar o renovar el carnet de conductor, tramitar un pasaporte e, incluso, pedir un turno para ser atendida en algún hospital público.

Como trasfondo de estas penurias inexplicables -detalladas en una reciente nota publicada en este diario- subyace una exasperante incapacidad por parte de los responsables para organizar procedimientos que, con un mínimo de sensatez, podrían completarse en forma expeditiva.

En el caso del carnet de conductor, ni los aportes de internet ni la descentralización dispuesta tiempo atrás para la realización de algunos trámites ha impedido que cientos de personas se apiñen en la dependencia municipal. Por dar un solo ejemplo, la renovación de la licencia que no demanda la realización de los exámenes teórico y práctico implica, sin embargo, la pérdida de muchas horas -y de días de trabajo- para quienes la requieren. En realidad, se trata de un trámite que debiera concretarse en pocos minutos. Desde luego que, la tramitación completa para obtener la licencia, ha sido convertida en una intrincada odisea.

Se ha sumado ahora como nuevo calvario el pago de multas ante el juzgado de faltas provincial. Las personas deben atravesar demoras de varias horas simplemente para pagar. Además, muchas de las personas que deben cumplir con esta tramitación provienen de distritos lejanos, ante la falta de otros mostradores.

Y el lado más cruel se presenta, como es de suponer, en aquellos casos en que las personas buscan atención médica en el Hospital San Martín, en donde, además, la gente no tiene más remedio que permanecer parada o sentarse en el suelo, ante la falta de mínimas comodidades. Las colas para obtener alguno de los pocos turnos que se conceden por día se inician a las 3 y son muchas las personas que deben reintentar varios días hasta conseguir un número.

Se ha dicho muchas veces en esta columna, ya desde hace décadas, que existe un creciente y justificado reclamo contra este tipo de deficiencias o excesos burocráticos. Por toda respuesta y en el mejor de los casos, las administraciones habilitan un libro de quejas u ofrecen numeritos, para que se inicie un reclamo por otra ventanilla.

Frente a estas injustas agresiones a la calidad de vida, se extraña la ausencia de algunos organismos del Estado, ya sean de contralor como de defensa de la ciudadanía. Esas necesarias intervenciones, que debieran encararse con energía y sin eufemismos, así como eventuales sanciones administrativa y judicial que deberían aplicarse a los responsables parecieran ser medidas eficaces, como para que quienes están a cargo de estas reparticiones entiendan que deben cambiar el rumbo de una vez por todas.