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La batalla del conurbano

Lo que hace el peronismo de estos días es revisar la historia a la luz de las amenazas de división. 


Cristina aporta este giro hacia la posición de los gobernadores e intendentes, que señalan al movimiento Evita como el principal respaldo del tóxico Alberto Fernández.

Opta por habilitar la transferencia de planes de las organizaciones hacia los intendentes de Buenos Aires, que recuperan así el poder territorial que habían perdido. Es un reconocimiento, además, al fracaso del cristinismo bonaerense, mal llamado La Cámpora, en la pelea por los espacios. Y es una manera de responder, quemando naves, a la estrategia de la oposición de Cambiemos, de batir el parche en el conurbano.

La hipótesis de la campaña es que si Cambiemos alcanza una intención de voto de más del 30% en el conurbano, mejora definitivamente su chance de ganar las presidenciales. Ese contorno del AMBA es donde más votos perdió el Frente de Todos en noviembre pasado. Ahí es donde reaparece Mauricio Macri, que reduce la ponderación negativa que tenía hasta este año.

Sale a respaldar a todos los candidatos de su fuerza. Lo hizo con Néstor Grindetti y Cristian Ritondo, lo iba a hacer este fin de semana con Javier Iguacel (se suspendió), y lo hará con Joaquín de la Torre, y con Diego Santilli y Horacio Rodríguez Larreta cuando éste regrese de un viaje a Israel y alrededores que emprendió el fin de semana. Que se apuren, porque julio es mes de desbandada: Macri se toma todo el mes en La Angostura y Patricia Bullrich se va a Gran Bretaña, becada para un curso de perfeccionamiento en «políticas públicas», como si las hubiera privadas.

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