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Justificada inquietud por la peligrosa persistencia de la tracción a sangre en la Ciudad

Algunos accidentes ocurridos en las últimas jornadas en calles de nuestra ciudad, protagonizados entre automóviles y carros tirados por caballos, originaron por lo pronto un reclamo de taxistas platenses, que ya elevaron una propuesta a la Comuna para que los cartoneros desplieguen su actividad en horarios nocturnos.

Pero, al margen de la resolución que pueda adoptarse, la situación planteada deja una vez más a la vista el problema que implica la conflictiva, riesgosa e ilegal persistencia de la tracción a sangre.

Se ha dicho aquí, en forma reiterada, que al margen de las connotaciones que acompañan al fenómeno de la tracción a sangre, extremadamente sensibles y atendibles, resulta claro que esa modalidad de transporte desoye el mandato de importantes leyes, como las que procuran darle seguridad al tránsito en la vía pública o las que fijan pautas protectoras para los animales.

En el caso arriba mencionado, los taxistas detallaron en su presentación que los carros de los cartoneros estacionan en cualquier parte, suelen originar daños por rayaduras en los automotores, transitan por cualquier carril en los horarios centrales y más críticos, indicándose asimismo que muchos de ellos son conducidos por menores de edad que carecen de conocimientos e ignoran principios básicos de prudencia para con ellos mismos y los demás.
El requerimiento apuntó también hacia una tendencia tan novedosa como creciente, que es la de los adolescentes que se desplazan por las calles en patinetas y que lo hacen, muchos de ellos, sin ajustarse a las leyes del tránsito.

Es evidente que se está frente a modalidades de desplazamiento muy peligrosa, tanto para quienes, como es el caso de los cartoneros, viajan en esos carros como para automovilistas o peatones. Las autoridades comunales debieran entender que se trata de un peligro difuso y colectivo, que debería ser evitado. Los choques que se registran habitualmente entre carros y ómnibus o automóviles patentizan ese riesgo.

Tal como se dijo anteriormente, el Código de Tránsito permite la tracción a sangre nada más que a aquellos vehículos de carácter histórico y folclórico, señalándose en el texto que esa clase de transporte "podrá circular por vías públicas pavimentadas con carácter excepcional y previa autorización emitida por autoridad municipal y/o policial según circunstancias que serán determinadas por la reglamentación".

Sobran argumentaciones legales, jurídicas, técnicas y de distinto orden para reclamar la desaparición de la tracción a sangre, que pueden compadecerse perfectamente con las emergencias sociales que deben ser atendidas por el Estado. Lo que no hay, en cambio, son fundamentos consistentes que autoricen a sentar el precedente del "todo vale" en la vía pública, a partir del cual sólo cabe esperar consecuencias muy negativas.