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Italia recupera su mejor tradición

La derrota del populista Silvio Berlusconi en la segunda vuelta de las elecciones municipales de Italia le abre a ese país nuevas posibilidades de alejarse de la corrupción y la denigración democrática.

Europa se mueve en distintas direcciones, empujada por fuertes olas que se entrecruzan y anuncian cambios aún con inciertos destinos. El gobierno de Silvio Berlusconi acaba de ser categóricamente derrotado en la segunda vuelta de las elecciones municipales, en lo que se interpreta como el principio del fin del berlusconismo, un movimiento con tintes neofascistas, aunque volcado a una suerte de neoliberalismo económico.

La derecha italiana perdió en ciudades como Milán –la cuna del poder de Berlusconi–, Turín, Bolonia y Nápoles, y en casi todas aquellas donde hubo elecciones municipales, desde el norte al sur y del este al oeste. Faltan Roma y también las ciudades de la "Italia roja", como Pisa o Florencia (no se votó allí), pero en toda la península se respira el aire de un cambio, mucho más fuerte del que se esperaba y anticipaban las encuestas.

Lo cierto es que, pese a la falta de certeza sobre el futuro, en Italia parece haber terminado un ciclo que se inició hace casi dos décadas, con la crisis de la Primera República y la caída de los dos grandes partidos que habían dominado el escenario político, social y cultural desde el fin de la Segunda Guerra Mundial: la Democracia Cristiana y el Partido Comunista.

En la reciente campaña electoral, Berlusconi pretendió agitar nuevamente el fantasma del comunismo, pero la operación resultó fallida, simplemente porque el comunismo ya no existe. La gran vencedora fue una centroizquierda plural, aunque por momentos difusa, en la que cohabitan ex comunistas, ex democristianos, ex jueces y otros sectores de muy diversa procedencia.

Es por ello que el llamado del berlusconismo a frenar a una "dictadura de izquierda" y a "los jueces comunistas" no tuvo el menor eco en el electorado, que esta vez dio la espalda al "Cavaliere" –como le dicen a Berlusconi – y votó por nuevas opciones. En esta pluralidad, es interesante el resultado de Nápoles, donde se impuso –con el 65 por ciento de los votos– un ex juez que viene de los tiempos de la lucha judicial antimafia, con el apoyo de la centroizquierda.
A diferencia de España –donde también hubo elecciones municipales y regionales–, Italia es un país más inestable e imprevisible. El sistema político español, en cambio, es estable y, desde el advenimiento de la democracia después de la muerte de Francisco Franco, hace ya 36 años, la regla de la alternancia de dos partidos en el gobierno nacional (socialistas y populares) se viene cumpliendo con precisión de relojería.

Por contrapartida, la democracia italiana, a pesar de sus vaivenes, tiene una gran inventiva y creatividad, además de una rica historia, una economía fuerte y recursos culturales como para recuperar lo mejor de sus tradiciones y encarar con más esperanzas su futuro, alejada de la corrupción y la denigración a la que la sometió el actual primer ministro.