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Inflación, el impuesto más regresivo

*Por Julio Cobos. El actual vicepresidente de la Nación y ex-gobernador de Mendoza ofrece en esta nota una serie de propuestas para librar un combate a corto y mediano plazo contra la inflación.

"Hay que ser un guerrero contra la inflación". "Quien pierde contra la inflación no es Dilma Rousseff sino quien vive de un salario". Estas palabras pertenecen al ex presidente Lula Da Silva, preocupado porque en Brasil la inflación llegó al 6,34 %.

Los argentinos tenemos grabado a fuego los episodios inflacionarios e hiperinflacionarios ocurridos en nuestro país y conocemos los graves problemas que provoca una inflación descontrolada.

La consecuencia directa es el aumento de la pobreza.

Los primeros afectados por el aumento del costo de vida son los trabajadores que, al tener ingresos fijos, pierden su poder adquisitivo.

Además, la inflación desvaloriza aceleradamente los ingresos que perciben los beneficiarios de los planes sociales (Asignación Universal por Hijo, Argentina Trabaja, Jóvenes, etc.) que pierden día a día el poder adquisitivo.

También afecta al crédito. La gente no ahorra porque las tasas que los bancos pagan son notoriamente inferiores al aumento del costo de la vida. Al no haber ahorro, tampoco hay crédito a mediano y largo plazo, ni para las personas ni para las empresas porque las tasas que se cobran son tan elevadas que nadie puede pagarlas. Esto se manifiesta principalmente en la falta de créditos hipotecarios accesibles.

Asimismo, la inflación condiciona la inversión. Las empresas -razonablemente- no asumen el riesgo de invertir cuando la inflación es alta dado que aumenta considerablemente el riesgo empresario, cuando se analiza la ecuación económica y financiera a largo plazo.

Como fenómeno positivo -pero fugaz- vemos que, al no poder ahorrar, la gente se vuelca al consumo de bienes: electrodomésticos y automóviles, entre otros. Pero al no haber el nivel de inversión para aumentar la oferta de bienes y servicios, estos aumentan permanentemente sus precios realimentándose la espiral inflacionaria.

Es imprescindible tomar algunas medidas para ir volviendo -paulatinamente y a través de un programa plurianual- a niveles razonables y compatibles con la revalorización del salario, el crecimiento de la producción, el aumento del crédito y la inversión y el nivel de superávit comercial, necesarios para dar sustentabilidad a nuestra economía.

Entre otras medidas, debemos:

* Recuperar la credibilidad del INDEC, para dar certeza sobre el proceso real que estamos viviendo.

* Determinar metas de reducción de inflación en forma paulatina, poniendo especial cuidado en implementar medidas que no afecten el crecimiento de la economía. Por ejemplo, podría fijarse como meta para 2013, una inflación de un dígito.

* Establecer una política monetaria con metas y objetivos claros, explícitos y compatibles con un menor nivel de inflación que se fije como meta. Así se podrán aprovechar las excelentes oportunidades de inversión que nuestro país necesita, a efectos de aumentar la oferta de bienes y servicios.

* Volver a un superávit fiscal, sin considerar las utilidades de la Anses y el Banco Central.

* Mantener el superávit de balanza comercial -que está cayendo- promoviendo procesos de industrialización y con una adecuada ley de Promoción Industrial que atienda a las necesidades estratégicas del país.

Es evidente que a medida que la inflación avanza, retrocedemos en la batalla por una mayor inclusión social y en contra de la pobreza.

La lucha contra la inflación supone el firme compromiso de defender al trabajador asalariado, al cuentapropista, al pequeño productor y a los que menos tienen.