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Gran Bretaña: el fraude y la especulación en el banquillo

Por Marcelo Cantelmi* El escándalo que golpea al grupo Murdoch muestra las consecuencias de utilizar el poder económico y político para traspasar los límites de las libertades individuales y las leyes.

Si con mucho esfuerzo se corriera la parte más repugnante del espionaje sobre la gente que ha venido realizado uno de los diarios sensacionalistas de mayor venta de Gran Bretaña, lo que quedaría como conclusión política o sociológica sería igual de truculenta : el encumbramiento de una anarquía que viola libertades individuales, pero que se atribuye el derecho a hacerlo condenando a la intemperie cualquier otra consideración.

No es sólo una cuestión de medios lo que está en juego aunque sea un medio el que oficia en el centro del escenario. Como tampoco es una mera cuestión de finanzas y cuentas lo que hay detrás del cerrojo absurdo y patológico que las calificadoras de riesgo han tendido sobre estructuras nacionales endebles como Grecia o Portugal, aunque sean estos agresivos auditores el nuevo ejército de disciplinamiento de los presupuestos públicos.

Es todo más amplio. Hay un vértice en que estos fenómenos que parece diferir se acoplan. La sensación que deja una primera mirada es una escena en la que los límites se han corrido violando individuos, Estados y juricidad.

Así tanto la razón como la verdad pasan a ser herramientas que se acomodan según las necesidades de quien las tiene a mano y manda.

El diario News of the World , responsable de este escándalo y cerrado desde mañana después de 168 años por orden de su propietario, pertenece al magnate australiano Rupert Murdoch dueño también de la cadena Fox de EE.UU. Es sabido el tipo de periodismo que practica este empresario. Aquel canal ha hecho del racismo contra Barack Obama una de sus banderas más incendiarias no solo cargando sobre el color de la piel del presidente norteamericano sino dudando de su nacionalidad y hasta, en un extremo de islamofobia y oscurantismo, enarbolando en términos de espanto el segundo nombre Hussein del mandatario.

No es el caso crítico de que Murdoch haya sido el principal soporte de la implacable Margaret Thatcher y ferviente antieuropeo y antieuro desde que a fines de la década de 1960 ganó amplio terreno controlando gran parte de los principales medios británicos.

Hoy, 40% de esa plataforma está en sus manos. Es símil de lo que ha sido y aún es Silvio Berlusconi en Italia, otro opulento que maneja los principales canales de comunicación (cinco de seis cadenas) y se ha creído dueño de la palabra y de la razón para utilizar esa estructura como multiplicador de sus negocios privados y, desde el poder, hacer maleable la república y esclava de sus gustos.

Con esos antecedentes no debería sorprender que uno de los ejecutivos del grupo de Murdoch, Andy Coulson, arrestado ayer, haya sido vocero del premier conservador David Cameron, ahora embretado en una durísima disputa política porque hay pruebas fehacientes de que había sido advertido de las devastadoras prácticas ilegales de la corporación. El diario News of the World o NoW , llegó a intervenir los teléfonos y mails de nada menos que cuatro millares de personas incluyendo desde miembros de la monarquía a actores, soldados británicos en el frente de guerra, y hasta el caso emblemático y horrendo de una niña de 13 años en manos de un violador que ya había sido asesinada cuando el diario borró mensajes de su celular haciendo creer a su familia que estaba viva.

Pero el tema debería exceder en su análisis el sumario de los delitos y detenerse en lo que implica y refleja este comportamiento.

Así como con Thatcher, Murdoch respaldó a la administración neoconservadora en EE.UU. No se limitó eso a una preferencia política, sino que fue parte de una construcción económica que tanto sostenía como se apoyaba en los liderazgos que liberaban las manos, permitiendo todo tipo de abusos en la lógica apropiadora de este fundamentalismo moderno.

Por ese camino es posible diluir la línea que podría diferenciar, por ejemplo, el caso de Murdoch con el de Bernard Madoff que estafó 50 mil millones de dólares hace tres años con su firma de inversiones; o el de Keneth Lay, el CEO de Enron y samaritano de Bush, que defraudó y causó la gigantesca quiebra de su multinacional energética; o con el aluvional festival de hipotecas basura que construyó la actual pesadilla económica. Son apenas algunos pocos casos de un mismo ejercicio de impunidad . Pero corresponde sospechar que esto pueda tener un alcance más profundo que el de la irresponsabilidad manifiesta y desnudar la vitalidad de un poder paralelo que se comporta sin acatar límites y marcha de acuerdo a sus necesidades . Un comportamiento que también se ha tornado usual entre gobiernos que ignoran premeditadamente la absoluta comunidad entre los conceptos de Estado y libertad. La mentira, el robo, la invasión de la privacidad, la corrupción, el totalitarismo, son fraudes con diferentes ropajes.

La crisis europea es otra vidriera para la misma película.

Las calificadora Moody’s y sus colegas de Standard and Poors y Fitch son naves de aquella escuadra. Sin que se sepan las razones, la primera de estas estructuras espartanas de vigilancia de los mercados acaba de reducir la solvencia de Portugal cuatro niveles, amontonando los bonos del país luso en el escalón de la basura y ello basado en suposiciones y opiniones subjetivas sobre un inminente default . Portugal acaba de cambiar su gobierno, y puso en marcha un formidable ajuste que Moody’s lo que hace es destruir antes de que ruede, configurando una profecía autocumplida con el previsible impacto destructivo en las bolsas. Esa firma, como las otras que sobrevuelan ominosas estos países del eurosur atribulado, alientan con esas políticas un provechoso negocio de especulación a la baja con papeles bursátiles que ellos no niegan pero apuntan como una víctima colateral de su "celo profesional". Lo que palpita bajo la superficie es una operación sencilla. El inversor pide prestado bonos o acciones que apuesta que van a bajar. Lo cree así porque especula o porque, si ha delinquido, le han soplado el dato interno de que algo está por desplomarlos.

Cuando ya tiene los papeles los vende arriba, espera y los recompra en la caída. Luego los devuelve y retiene la diferencia. Estas perversiones que son una bofetada sobre la gente que sufre el costo de ajustes vendidos como un elixir de eficiencia indiscutible, pueden desfilar sin que a nadie asombre junto con las otras violaciones que hemos comentado.

Al no haber ley – y eso no lo desmiente el hecho de que alguno de estos canallas haya acabado en la cárcel--, el único límite es el del escándalo. De este modo se va empujando a la humanidad aún antes de la tremenda advertencia de Hobbes sobre la capacidad del hombre de ser su propio y definitivo lobo.