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Génesis de un homicida serial

Si bien existen rasgos comunes en la modalidad de pensamiento y de acción de muchos homicidas en serie, las motivaciones varían radicalmente de un individuo a otro.

Es bien conocido que la fantasía juega un gran rol en la vida y las motivaciones de los asesinos seriales. De igual modo, está largamente aceptado que el asesino serial usa la fantasía como una muleta y que copia ese mecanismo día a día, dependiendo de esta situación. Así como el jugador crónico o el alcohólico, el homicida serial es un adicto al uso de la fantasía. Tan fuerte es esa compulsión, que el homicida mata para preservar la adicción.

Se plantea una forma de adicción al sexo, así como al ejercicio o al juego que son conductas psicotrópicas, del mismo estatuto que el alcohol, la cocaína o la marihuana. Todos estos comportamientos pueden dar una sensación de satisfacción transitoria, y este corto respiro a la ansiedad puede eventualmente introducir al individuo en la adicción.

En los últimos años, la sigla DASP (desorden antisocial de la personalidad) ha reemplazado a los términos psicópata y sociópata.

El DASP o TAP presenta una cantidad de características, algunas de las cuales describen mejor que otras a los homicidas; si bien éstas han sido descriptas precedentemente, es conveniente puntualizar sobre algunos de ellos.

La incapacidad de amar, que es considerada frecuentemente el núcleo del DASP, resulta especialmente evidente en estos individuos, tan así es que jamás desarrollan una relación que no tenga un obvio vínculo utilitario de causa y efecto; esto se asemeja a la dificultad de muchos alcohólicos para establecer relaciones interpersonales adecuadas.

La conducta extremadamente impulsiva y agresiva constituye otra característica conductual de estos homicidas, y los estudios demuestran que requieren un quantum de estimulación emocional más intenso que la gente normal. Ya desde la infancia se encuentran permanentemente a la búsqueda de nuevos entretenimientos, demostrando incapacidad de reprimir su conducta; esta dificultad no es diferente de la encontrada en estudios a alcohólicos potenciales.

La naturaleza sádica intrínseca, con fascinación por la dominación violenta y la tortura, es otro rasgo presente desde la niñez.

Por ejemplo, Theodore Robert "Ted" Bundy era alcohólico desde temprana edad, como muchos otros sujetos que padecen desorden antisocial de la personalidad.

En estos individuos no hay una causa extrínseca para su comportamiento criminal, sino que su motivación está dirigida por sus compulsiones internas. El homicida en serie mata por una ganancia psicológica.

Como ya hemos dicho, los homicidios son generalmente planificados y esto se refleja en la escena del crimen. También demuestran gran capacidad para ocultar cuidadosamente sus actividades criminales. "Ted" Bundy fue aún más lejos, ayudando voluntariamente en una investigación de varios crímenes que él mismo había cometido; asimismo, Edward Emile Kemper mantuvo una relación afectiva con la hija del jefe de policía de Los Ángeles, quien lo consideraba un buen partido, durante el período en que cometió múltiples homicidios adolescentes en esa misma ciudad.

La figura del homicida serial se encuentra desde los albores de la cultura occidental, ya aparece en la Roma de los Césares con la figura de Galius, apodado "Lupus" (lobo), quien por las noches secuestraba esclavas a quienes estrangulaba y decapitaba; en el siglo XV, Gilles de Reis, mariscal de Francia, violó y mato a trescientos niños, bebiendo su sangre.

En 1610 la condesa Erzebeth Báthory asesinó a docenas de niñas púberes para bañarse en su sangre, en la creencia de que ello la rejuvenecería.

Ha habido diversas doctrinas criminológicas aplicables a los homicidas seriales, desde las teorías biologistas de fines del siglo XIX a las sociogenéticas, en las cuales serían un último producto de nuestra cultura. En la actualidad, se han reemplazado por teorías híbridas. El nuevo modelo diátesis-"stress" plantea que el homicida serial es producto de una conjunción de causas psicológicas y culturales, proponiendo que individuos con predisposición existencial, expuestos a determinados factores de stress, pueden convertirse en criminales de este tipo.

De modo reciente, se ha planteado que no necesariamente los crímenes en serie son ejecutados por un único individuo. Karla Homolka, una joven rubia y de rostro angelical que trabajaba en una veterinaria cerca de Toronto, en Canadá, fue protagonista de una serie de crímenes, junto con su pareja Paul Bernardo, un elegante contador público con mucho éxito social y profesional, que se convirtió en violador y homicida serial.

La metodología era casi siempre la misma, Paul Bernardo acechaba a mujeres jóvenes, adolescentes muchas veces, en las paradas de ómnibus de distintas localidades de la provincia de Ontario. Una vez seleccionada la víctima, mediante amenazas con un arma de fuego, la obligaba a dirigirse a algún sitio desolado y la forzaba a practicar sexo anal. Con este modus operandi, los miembros de la Real Policía Montada, a cargo de la investigación, contabilizaron decenas de casos.

En un lago, fueron hallados los cadáveres de dos de las víctimas, Kristen French y Leslie Mahaffy.

El 23 de diciembre de 1990, la pareja ocasionó la muerte de Tammy Homolka, de dieciséis años, joven hermana de Karla.

En una epístola enviada a sus padres, Karla Homolka describió las circunstancias del hecho:

Otro caso, interesante desde el punto de vista sociológico, independientemente de las conductas patológicas, es el de Charles Manson, uno de cuyos alias era "Jesucristo", y su familia, formada en su mayoría por mujeres, que lo seguían como a una especie de gurú, no sólo para la comisión de una serie de homicidios, sino para llevar a cabo una vida promiscua, alimentándose en basureros, pernoctando a la intemperie, donde la hegemonía y el comportamiento grupal dependían de los designios de Manson.

Un caso muy conocido en nuestro medio ha sido el de Carlos Eduardo Robledo Puch, cuya actividad homicida practicó siempre en compañía de alguno de sus cómplices, quienes a la postre engrosaron su lista de víctimas.