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Ganó Félix

*Por Ernesto Tenembaum. El ministro del Interior, Florencio Randazzo, finalmente recibió la orden de atender a Díaz y a su gente y explorar una solución negociada al diferendo por las tierras en Formosa.

Los medios hegemónicos –privados y estatales, que también los hay, aunque usted no lo crea– prácticamente ignoraron el tema. Era más importante, por supuesto, el descenso de River, o los disturbios alrededor de su cancha, o la designación de un bon vivant como candidato a vice del proyecto nacional y popular, o quizá la represión a los docentes de Santa Cruz, o las declaraciones antisemitas del militante K Luis D’Elía, o las pujas por las listas o el ascenso de La Cámpora en la estructura burocrática del Estado o el ninguneo a Moyano y Sabbatella.

Qué sé yo. Ocurrieron en los últimos días tantas cosas trascendentes que quizá, y dicho esto sin ironía, el criterio de edición de los medios hegemónicos –privados y estatales, valga la aclaración– haya sido el correcto. Tal vez, si me hubiera tocado priorizar unas noticias frente a otras, hubiera hecho lo mismo. Pero esta columna trata sobre temas intrascendentes, detalles menores, y por eso, quizá, lo que a mí me conmovió esta semana, más aún que todo lo anterior, fue una historia chiquita que casi no le importa a nadie.

El sábado por la tarde recibí un mensaje de texto desde Formosa con apenas dos palabras:
"Ganó Félix".

La historia de ese triunfo merece ser contada porque es un ejemplo de cómo un pequeño grupo de personas, aisladas, sin ningún poder salvo sus convicciones, puede resistir frente al más abrumador de los poderes.

"Félix" es Félix Díaz, el líder de un sector de la comunidad toba de Formosa, que viene enfrentando desde hace años con sus reclamos a Gildo Insfrán, el todopoderoso gobernador K. Insfrán es un hombre al que referentes históricos de la lucha por los derechos humanos, como Martha Pelloni, han calificado como poco menos que un dictador. Díaz cobró cierta notoriedad nacional en los últimos meses –pese al absoluto ninguneo de los medios hegemónicos estatales– luego de que la policía formoseña reprimiera a su gente y asesinara a uno de los rebeldes.

En los años previos a ese episodio, el gobierno nacional había construido un discurso muy repetitivo acerca de su compromiso con la defensa de los derechos humanos y con los derechos de los "pueblos originarios", una denominación que no siempre les cae bien a los propios involucrados. La represión en Formosa era un buen caso de prueba. Esta vez, la violación de ambos derechos la había cometido un hombre "de los nuestros", del "proyecto nacional y popular". ¿Qué iba a hacer la Presidenta de la Nación? ¿Priorizar a la burocracia partidaria o a los derechos humanos?

La primera dirigente sensible que viajó a Formosa y denunció a Insfrán fue, precisamente, la diputada kirchnerista Silvia Vázquez. Sacó fotos de lo ocurrido con su celular y las difundió a quien quisiera recogerlas. Díaz viajó luego a la Capital Federal. Distintos dirigentes cercanos al oficialismo los acompañaron en una conferencia de prensa, Martín Sabbatella y Horacio Verbitsky, entre otros. El ex titular del Inadi, Claudio Morgado, se acercó para apoyarlo. Todos juntos pidieron, en público, que la Presidenta de la Nación, apenas, escuchara a Félix: que por lo menos lo recibiera.

Eso no ocurrió.

Cristina no quiso escucharlo.

Y, quizá por casualidad, quizá no, cada uno de los referentes K que se acercaron al líder qom fue desplazado de las listas anunciadas la semana pasada, de sus cargos en el Estado, o reducido a su mínima expresión.

Félix no se achicó. Juntó a un grupo de sus compañeros y se instaló en la avenida Nueve de Julio durante varios meses. Pueden ustedes imaginarse lo que significaba para los tobas formoseños estar viviendo tanto tiempo en medio del ruido ensordecedor de la gran ciudad. Díaz probó con todas las variantes. Marchó, cortó calles, inició una huelga de hambre, pero Cristina igual no los recibió.

Hay que decir que Félix contaba con el apoyo de un grupo de dirigentes de derechos humanos, encabezados por otro incansable, el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, y por la madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas y por el Centro de Estudios Legales y Sociales y por la filial La Matanza de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, que lidera Pablo Pimentel. También estaba junto a los qom la diputada Victoria Donda, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara baja. Los líderes de derechos humanos que suelen asistir a los actos del oficialismo, en cambio, brillaban por su ausencia y por su silencio.

En medio de toda esta pulseada, el Inadi, por decisión de la candidata a legisladora porteña María Rachid, despidió a Félix Díaz. Uno de los medios hegemónicos –la televisión pública– ponía al aire un informe donde mostraba que los tobas formoseños vivían en un paraíso. Y Gildo Insfrán era recibido varias veces por la Presidenta de la Nación y conducía el acto del PJ donde se le pedía a la Jefa que se presentara a la reelección.

De un lado, todo el poder, todo el dinero, todas las armas.

Del otro, nada.

Tanto trajinar, finalmente, logró su cometido. El ministro del Interior, Florencio Randazzo, finalmente recibió la orden de atender a Díaz y a su gente y explorar una solución negociada al diferendo por las tierras en Formosa. Randazzo consiguió, en una sola reunión, que los qom se volvieran a su provincia y les dio garantías de que sería mediador con el gobernador Insfrán. En una asamblea realizada un viernes, los qom resolvieron retirarse el lunes siguiente. Sin embargo, el sábado por la mañana aparecieron la Gendarmería y un grupo de muchachotes de La Cámpora. Los obligaron a irse antes de tiempo. Nora Cortiñas denunció públicamente la prepotencia. Randazzo entonces calificó sus declaraciones como "una canallada".

Como parte de la negociación, el gobierno nacional exigió a Félix que revalidara títulos. Esto es, que se sometiera a una elección en la que participarían líderes tobas con buenas relaciones con el gobierno formoseño. Otra vez, viajaron a Formosa para garantizar que no hubiera cosas raras Pérez Esquivel, Cortiñas, Pelloni y el periodista Gabriel Levinas. Varios de ellos denunciaron que el gobierno de Formosa, a través de los intendentes de la zona, amenazó a los qom con quitarles toda ayuda asistencial si Félix Díaz era elegido como líder de la comunidad.

Félix y los suyos peleaban contra todo. Difícilmente ganarían.

El sábado a la tarde, recibí el mensaje de texto:

"Ganó Félix".

Ahora el hombre va a negociar por las tierras de su gente y una atención sanitaria mínimamente humana y una distribución del agua respetable.

La historia de los qom es un detalle menor pero se pueden leer en ella muchas de las miserias del poder actual.

En octubre hay elecciones en Formosa. Por un lado, se presenta el todopoderoso Insfrán, al que apoya La Cámpora y todos los dirigentes del "proyecto nacional y popular". Por el otro, el cura Juan Nazar.

La vida, como se ve, está llena de contradicciones.

Seguramente, si gana Insfrán, la Presidenta lo va a llamar para felicitarlo.

Y serán felices.

¿O no es eso la felicidad: tener la sartén por el mango y el mango también?