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Expertos aseguran que será "casi imposible" reflotar el submarino ARA San Juan

Intentar levantarlo en aguas adversas como las del Atlántico Sur podría partirlo y además tendría un costo multimillonario.

(Extraída del diario Clarín)

Encontrado el submarino ARA San Juan surgen especulaciones y expectativas sobre su reflotamiento. Desgraciadamente, realizar el salvamento del submarino es una tarea impensable y hasta casi imposible.

En el mundo no hay antecedentes de trabajos similares y, de aventurarnos a intentar hacerlo, podríamos arriesgar una cantidad de dinero que la Argentina no tiene y, además, con muy pocas posibilidades de éxito.

Un caso para estudiar es el del proyecto Azorian, en el que los EEUU trataron de reflotar un submarino soviético hundido. Si bien es cierto que la operación implicó un sigilo que encareció la operación, al día de hoy hubiese costado unos tres mil quinientos millones de dólares. Y lo que estratégicamente fue exitoso, en lo técnico fue un estrepitoso fracaso.

Pero más allá de no haberse realizado en el mundo un trabajo de este tenor, para comprender la situación hay que contemplar varios aspectos. El primero, es el escenario en el que se produjo el naufragio. La topografía del fondo es sumamente escarpada, lo que hizo tan difícil su localización. Está a 907 metros de profundidad, sumamente averiado, sin reservas de flotabilidad y colapsado, muestra de la acción de explosiones internas y del efecto de la gran presión de esas profundidades. Todo hace pensar que su estructura está sumamente afectada, para lo cual los trabajos que se pudieren hacer para llevarlo a superficie podrían complicarse ante grandes posibilidades de que la nave se parta en el momento de intentar sacarla.

La profundidad en la que se encuentra hace casi impensado reflotarlo directamente porque no hay sistemas de salvamento que permitan conseguir un ascenso controlado por las diferencias de presión terribles. A novecientos metros, la presión es de 91 atmósferas. Sería como la acción de un peso de 91 kilos por centímetro cuadrado. En realidad la densidad del agua de mar la hace un poco mayor aún.

Pero en otras palabras, y para dimensionar mejor la situación, sería el equivalente a un peso de 910 mil kilos por metro cuadrado. Pero a medida de que uno insufla aire a esas profundidades en búsqueda de flotabilidad, al momento de despegar para el ascenso, el volumen de aire se va incrementando exponencialmente, por lo que podríamos conseguir que un objeto que reflotemos con sistemas neumáticos se descontrole y tome una velocidad que lo haría indomable y peligroso para los buques que estén en superficie.

En estos casos, lo que se podría pensar es en izarlo con pontones con guinches que lo lleven a media agua para remolcarlo a menores profundidades en las que los buzos salvamentistas puedan trabajar con sistemas tradicionales. Pero esto también es muy complicado porque no sólo hay que conseguir "lingar" (atar con cables) al submarino en un fondo muy irregular y turbulento, sino que hay que tener presente que esos cables, de muy generosa mena (perímetro), además son muy pesados; por lo que no tendríamos que estar ya pensando en izar y remolcar un peso muerto de 2.500 toneladas (el peso del submarino sin reserva de flotabilidad más un excedente de cálculo), sino que en otras 500 toneladas o más que puede pesar el sistema de lingado. Y todo hecho robóticamente, a esas presiones y con la exactitud que demanda un trabajo que prevea que el submarino no se parta.

La conclusión es que nos enfrentaríamos a un trabajo inédito, en una zona donde las condiciones hidrometeorológicas son adversas, de montos económicos sumamente elevados -superlativamente superiores al costo de una búsqueda exitosa- y con el agravante de que, lo más probable, es que la tarea sea un fracaso.

Por algo, tanto Rusia y la ex Unión Soviética, como los Estados Unidos, ante desgracias similares, más allá de las investigaciones visuales que ayudan a las pericias correspondientes, dejaron sus submarinos o naves en las grandes profundidades descansando como es el destino de muchas glorias navales: en patrulla eterna.

Por el licenciado Eugenio Dimier, periodista y ex Jefe de la Estación de Salvamento y Buceo Mar del Plata y el Capitán de Navío (RE) Carlos Villa, Ex Jefe del Servicio de Salvamento de la Armada y Gerente Técnico de Hydroservice.