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Europa sin políticos

Por Darío Tropeano. Resulta evidente que una de las conclusiones que pueden observarse en el desarrollo de la crisis del sistema de globalización es que la gestión de ella viene siendo conducida por quienes en realidad han sido sus creadores.

Las caras al descubierto de los que parecían los líderes políticos europeos e incluso la del presidente de los EE. UU. se van desdibujando una tras otra en la esforzada marcha hacia la depresión económica. Hace apenas 30 días se alababa la capacidad del primer ministro griego para comandar las reformas e, incluso, se preguntaban los medios de comunicación cuál era el fenómeno social que permitía la continuación del liderazgo de Berlusconi en Italia, a pesar de ser uno de los jefes mafiosos más importantes del país desde hace ya muchos años.
En España, Zapatero no se ha presentado a la reelección, desgastado en su imagen que ya evidencia incluso endeblez personal en las exposiciones públicas. En Portugal, Islandia, Bélgica, la crisis se ha llevado gobiernos y presidentes que poco antes había sido alabados como conductores de la problemática. El propio Obama se ha apagado rápidamente como el brillo de un cometa en el horizonte y cae hacia las profundidades más oscuras del fenómeno actual, y la que lo espera en los próximos meses, imagen desdibujada que ya advertí en opinión del 6/4/2009. El presidente de Francia, Sarkozy –aquel que el ex Jacques Chirac definió como un inescrupuloso que pretendió sobreactuar el coliderazgo de la Unión Europea junto con la presidenta de Alemania– muestra a estas alturas que en realidad es este último país el que comanda la redefinición de Europa y queél será la próxima figura que arderá en los fuegos de los graves problemas de endeudamiento y contracción económica que afronta Francia.

La gravedad de la situación es de tal magnitud que las principales entidades financieras occidentales, que como siempre se señala integran grupos con intereses en actividades diversas, han optado por modificar la ecuación que con éxito se viene desarrollando desde hace muchos años. Me refiero a la preparación de políticos transformados en candidatos que avanzan al compás de su carisma personal, en lugar de ser útiles en coyunturas determinadas sin sentirse habilitados para traspasar algunos límites que no se perdonan. Lo esbozamos al opinar sobre la caída en desgracia del gerente del FMI Strauss Kahn –"Río Negro" 1/6/2011– y se observa con ferocidad en el caso de Italia y Grecia: cuando no hay capacidad para conducir el ajuste, cuando el carisma personal se agota, cuando no se paga la deuda pública o, incluso, cuando se pretende establecer esquemas económicos diversos a los preestablecidos, el político otrora todopoderoso es consumido en la desgracia de la renuncia y el ostracismo. Menem fue nuestro ejemplo.

Hoy el descalabro es de tal magnitud que, incluso en la emergencia, las entidades financieras –FMI y la Unión Europea– ubican directamente a tecnócratas al frente de los países para afrontar el descalabro, habilitados indirectamente por la ciudadanía, que no pueden estructurar a través de los partidos políticos y las organizaciones sociales cambios que los beneficien a ellos y a la humanidad.

El primer ministro italiano Mario Monti actuó como ex asesor europeo de Goldman Sachs, el principal banco de la especulación financiera global con títulos de créditos inmateriales, que dibujó la situación financiera y contable de Grecia para habilitar el endeudamiento público hasta hace menos de un año. Monti es integrante de la Comisión Trilateral, entidad privada por Nelson Rockefeller para influir en las decisiones económicas y políticas mundiales, y el nuevo premier griego fue ex presidente del Banco Central Europeo y el arquitecto del ingreso de Grecia al euro, con actividad continua en los últimos años en la banca de especulación financiera, incluso en colocaciones de la deuda de ese país. El designado presidente del BCE Mario Draghi ha sido vicepresidente de inversión Goldman Sachs, el mayor tenedor de títulos de créditos sin respaldo del mundo.

Dado que Grecia e Italia han sido cuna de la civilización occidental en la que nacieron la democracia, el derecho y la filosofía de nuestra civilización, acaso valga preguntarse ¿quién ha elegido a sus nuevos conductores? ¿Qué ha sucedido con los grandes partidos políticos, aquellos que mostraron importantes líderes que construían el espacio vital y vehículo de desarrollo que se llamó Estado-Nación?

Los estados europeos, los EE. UU. –y por cierto muchos otros– han abdicado de sus fundamentos esenciales para la cual fueron creados, renunciaron a la soberanía y a la independencia política y económica y son conducidos por los gestores directos e indirectos de la propia crisis hacia un modelo de achicamiento y retraso netamente elitista y contrario a los intereses de las mayorías.

La Argentina estuvo durante los finales de la convertibilidad bajo el eje de la dolarización de su moneda, el gobierno de los tecnócratas y incluso propuestas de destacados economistas actuales que plantearon que debía ser gobernada por el FMI (lo cual justamente es lo que sucede ahora con Europa). La política y los ciudadanos reaccionaron en contrario, a pesar de todas las limitaciones y debilidades con las que nos cuestionamos y castigamos diariamente, muchas de ellas con intenciones no precisamente ingenuas.

Europa ha ingresado a una espiral descendente donde la soberanía nacional se desdibuja y los gobiernos son una mera escenificación mediática de coyuntura, con políticos desechados como meros adminículos de uso limitado. Lo que se avecina impulsa esa tendencia, ya que "vender Europa" es la etapa de la crisis que se desarrolla actualmente y no está claro quién se quedará con ella.

Reiteradamente desde estas páginas decimos que los cambios mundiales en curso son apasionantes y profundos: no se los pierdan.