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Es la clase media, estúpido

Por Pablo Cano. El problema político, económico y social que la Argentina carga en los últimos 60 año.

Dentro de las algunas pocas cosas que se continuaron en el gobierno de Mauricio Macri iniciadas en la gestión de Cristina Fernández de Kirchner se encuentra un programa de investigación sobre la estructura social argentina (PISAC) cuyos informes más relevantes si bien son publicados en los últimos dos años datan de investigaciones que fueron desarrolladas casi íntegramente en la gestión anterior. Para el que le guste hurgar les dejo el link del proyecto que se encuentra dentro de la estructura del (ex) Ministerio de Ciencia y Técnica. http://pisac.mincyt.gob.ar/

De las varias publicaciones que pueden encontrarse en el PISAC - sobre las cuales otros politólogos y sociólogos ya han desarrollado interesantes trabajos- se haya lo que, a mi entender, es el problema político, económico y social que la Argentina carga en los últimos 60 año: la tensión que le pone al sistema político y económico una sociedad que masivamente se percibe de clase media.

Efectivamente, los “papers” citados muestran que casi 7 de cada 10 argentinos se auto perciben de “clase media”, la parte central de ellos “clase media-media” y el resto repartidos entre clase media alta y media baja. Si uno tuviese que apelar a algún significante reconocible para aquellos que tienen mas de 40 años diríamos que la amplísima mayoría de la sociedad argentina se refleja -con sus variantes- en aquella familia de clase media del centro porteño que expresaba el núcleo familiar de Mafalda en los lejanos 60 (época de fragua de tal identidad), donde el auto, las vacaciones en la costa atlántica y la casa propia subsumían todo el bagaje de demandas dado que la cotidianeidad (tener trabajo, poder comer, poder vestirse y tener algún que otro lujo menor) estaba dada por sentada, formaba parte del paisaje natural de aquella clase media. Del mismo modo, la escuela pública y el espacio público eran los ámbitos normales de aquel estrato social que -también- comparte con su descendencia actual cierta lejanía con la política. Vale recordar que Mafalda expresa fuertes opiniones pero siempre desde la terceridad propia del comentarista y sólo llegando a finales de los 60´ aparece en la tira Libertad que expresa a esa clase media protosetentista mucho más llamada a jugar un rol protagónico en el devenir de las cosas.  Si uno actualiza aquel grupo germinal de la clase media argentina podría decir que hoy las única diferencias  intra clase son más bien matices respecto de dónde veranear (desde el sur de Brasil a las playas de Mar del Plata hay arena para todos los bolsillos), que auto tener y en qué ubicación geográfica tener los ladrillos propios tan caros al sentir argentino.

Dicho esto, si casi el 70% del padrón va a exigir a la hora de votar que le garanticen estas demandas y que -asimismo- le estabilice las condiciones de base que no entran en las demandas sino en el “deber ser” que cada gobierno debe darle a su sociedad, entramos en la cuenta en la cual mucha gente aspira a cosas que, vistas de a una (casa, 15 días de vacaciones, autito, trabajo que permita el ahorro para la tríada en cuestión) parecen sencillas y casi obvias, pero cuando las ponemos en conjunto demandan una producción y distribución de riqueza que hacen surgir las tensiones naturales entre quienes, por el otro lado de la misma película, sienten que son los que deben pagar tal modelo de país. Así aparecen las contradicciones propias entre aquellos que se sienten de clase media y exigen como tal, pero piden pagar impuestos y/o sueldos que no permiten financiar tal reclamo mayoritario. Ni hablar cuando aquellos que se perciben (y claramente lo son) de clase alta también son compelidos a pagar impuestos y/o sueldos que hagan fondo para el pago de las demandas de una clase a la cual no pertenecen.

Macri entró en Casa de Gobierno a caballo de dos promesas hechas, una a la clase media (no vas a perder nada de lo que ya tenés, no se va a pagar impuesto al trabajo, etc) y otra a la clase baja (hambre cero). Así gambeteó decir lo que realmente pensaba y que brotó de a borbotones en boca de varios de sus cuadros ya en la gestión -por ej. González Fraga “le hicieron creer al empleado que podía viajar al exterior y comprar celulares”-. Sin embargo, queda claro en el epílogo del gobierno de Macri que su proyecto combatía culturalmente esa idea de un país de una masiva clase media. Es un milagro el resultado electoral obtenido por Cambiemos en el 2017 cuando ya estaba claro el perfil de país que deseaba construir. El 11 de agosto Macri se mostró liquidado por la fuga masiva de la confianza de ese animal feroz que azota cualquier proyecto político que se revele en contra de sus demandas. Alberto Fernández tendrá la oportunidad de explicar el sendero por el cual esa clase media vuelve a tener lo que da por sentado con la ventaja del default que le ha generado Macri. Una vez hecho esto -que pese a lo que se percibe es la parte fácil del asunto- deberá demostrar cómo concilia un país que aspira a ser casi tan igualitario como las repúblicas escandinavas con una estructura de producción y distribución de riqueza que viene de décadas de contradicciones entre el ser y el deber ser…o mejor dicho, entre lo que una mayoría reclama pero que esa misma mayoría no se pone de acuerdo en cómo financiarla.

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