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El traslado de la orangutana Sandra, de Palermo a Ezeiza: escalas y un viaje lento 

Viaja adentro de una caja metálica, con agujeros para la ventilación y una pequeña ventana.

Sandra, la primera y única orangutana declarada "persona no humana" fue trasladada a Ezeiza. Viaja dentro de una caja metálica, con agujeros de ventilación y una ventana muy chica. La mayor parte del trayecto está sola. El destino final es Dallas, Estados Unidos, pero el destino inmediato es el aeropuerto internacional de Ezeiza. Ya van 18 minutos desde la salida del Ecoparque, cuando Sandra abandonó por fin el exzoo porteño, después de 24 años de encierro. Todo marcha según lo cronometrado, pero en un punto del camino, poco después del peaje Dellepiane, el camión para. Atrás viene un auto que hace lo mismo y bajan dos personas: son los cuidadores y veterinarios de Sandra. Es el momento de la posta de hidratación.

 Tomás Sciolla, el encargado de la logística que está asociada al traslado de Sandra, espera que las puertas del camión se abran. Tiene en la mano una botellita con agua fría y un pico largo y curvo, parecida a las que se usan en los hospitales para que los pacientes tomen líquido. Él, camisa verde y jean, sube a la caja del camión y se acerca a la caja más chica, esa en la que está Sandra. Ella se asoma a la ventanita. Su pelo es rojo anaranjado, su nariz chata, la trompa salida y la boca gruesa. Mientras toma del pico de la botella, conecta con los ojos - redondos, marrones, tan parecidos al de los humanos- con Tomás.

 No está sedada. Desde las 12.30 cuando empezó el operativo, jamás lo estuvo. Sola y por propia voluntad subió a la caja que se instaló temprano dentro de su recinto. Durante años sus cuidadores la hicieron practicar: cómo ingresar, cómo salir, cómo sentirse en terreno conocido. “La caja va a ser la misma hasta que llegue a Estados Unidos. No se puede cambiar. Es la que ella reconoce y, por ende, sobre la que siente que tiene un control”, dijo a Clarín María Eugenia Dahdah, coordinadora del área de Comportamiento Animal del Ecoparque.

 María Eugenia era una de las 20 personas asociadas al traslado. Entre ellas, había desde administrativos, personal de legales del Ecoparque, pasando por veterinarios y cuidadores, hasta la jueza Elena Liberatori. Una magistrada que estableció una relación afectiva con la orangutana, al punto de tener una foto gigante de ella en su despacho.

 Una grúa naranja, del tamaño de un fitito, subió la caja con Sandra al camión. Dos veces antes y durante las últimas semanas se había practicado esa acción puntual. A las 14 ya estaba todo listo. El chofer y su acompañante cerraron las puertas de la cabina y pusieron en marcha esa mole de carga. Minutos después, el camión blanco y largo cruzó el portón de República de la India al 3000 para empezar el viaje, con un cuidador y un veterinario detrás en un auto, como custodios.

“Basta de zoológico. Basta de acuarios. Basta de personas sometiendo a animales. Que Sandra sea la primera de muchos”, gritó una mujer que llevaba una pancarta que decía “No al uso, abuso y explotación animal”. Junto a ella, otra mujer, lloraba. Adentro del Ecoparque, la jueza Elena Liberatori se abrazaba con María Eugenia Dahdah.

 Pero poco después, en el peaje Dellepiane sólo hay normalidad. Los autos y camiones que pasan por el costado desconocen lo que ocurre. Ni siquiera se imaginan que dentro del camión hay una orangutana de 33 años y 53 kilos tomando agua de una botella con pico. Mucho menos tienen idea del operativo costoso e inmenso que significa sacar a Sandra del Ecoparque, llevarla al aeropuerto de Ezeiza y subirla a la bodega de un vuelo comercial.

 Para el viaje a los Estados Unidos, el exzoo encargó el traslado a la firma Argentraider S.A. por casi dos millones de pesos. La empresa debe llevar a Sandra desde el predio de Palermo hasta el aeropuerto internacional de Dallas.

La compañía tiene a Gerardo Fasano como presidente y Jorge Braun Polledo como número dos. Braun Polledo es primo hermano del jefe de gabinete, Marcos Peña. A la licitación también se presentó la empresa Highland, con una oferta más económica, pero no fue elegida. Voceros del Ministerio de Ambiente y Espacio Público dijeron que "si bien era una oferta más económica, no fue elegida porque no completó el proceso de presentación de papeles".

 Arriba del camión todo es rápido. Primero Dellepiane, después Riccheri y el aeropuerto. A las 17, Sandra ya está en la bodega de un avión de línea, tomando más agua y comiendo bananas. Es el último momento con sus cuidadores. Por cuestiones de seguridad y de protocolo de la aerolínea, tiene que viajar sola: siempre dentro de su caja, rodeada de valijas y encomiendas. Arriba, con la tripulación y el resto de los pasajeros, van sus cuidadores y veterinarios.

 El reencuentro es dentro de 11 horas, cuando el avión llegue a Dallas. La ciudad texana es la primera posta en Estados Unidos. Ahí el espectáculo será igual o todavía más raro que el de un camión con una orangutana por las calles y autopistas de Buenos Aires.

Cuando el avión aterrice, personal del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades​ (CDC) de Estados Unidos subirá a la bodega. Lo hará vestido con mamelucos blancos y con la cabeza completamente cubierta. Como si se tratara de un derrame tóxico o de una escena de E.T, el extraterrestre, revisarán a Sandra y desinfectarán el avión.

Si todo está bien, si la temperatura no es inferior a cuatro grados o mayor a 29, bajarán la caja y la colocarán en otro camión, que tendrá control de oxígeno y temperatura.

Ahí empezará la segunda parte de la odisea de Sandra: siete horas desde Dallas hasta un zoológico de Kansas. Recién entonces saldrá por primera vez de la caja pero deberá permanecer en cuarentena. Para después, al fin, ser una más del santuario Center for Great Apes, en Florida.

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