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El secreto de la lápida de Borges

En un cementerio de Ginebra que data del siglo XVI, el sepulcro número 735 Está coronado por una piedra rústica tallada con claves indescifrables: un anillo, una cruz, siete guerreros anglosajones del siglo X, una nave vikinga, inscripciones en dos lenguas remotas y una extraña dedicatoria en castellano moderno.

Un investigador argentino, en el libro Siete guerreros nortumbrios, reveló todos los enigmas, ligados al culto de la épica y el coraje, dos de los grandes temas de Borges. Esa piedra fue su última voluntad.

Su nombre inmortal en lo alto de la piedra, Jorge Luis Borges: quince letras que no necesitan explicación. Un gigante de la literatura, una obra inagotable.

Los siete guerreros Anglosajones derrotados por invasores vikingos en Essex, Inglaterra, en la batalla de Maldon (991 de nuestra era), pelean hasta el final con sus espadas rotas. El círculo representa el final de un ciclo.

El enigma a la Izquierda de los años de nacimiento y muerte de Borges es una cruz anillada. Se llama Cruz de Gosforth. Es de origen celta y su anillo es una fusión de elementos cristianos y paganos.

Canto a una espada

En el reverso de la piedra, y coronándola, aparece una frase en escandinavo antiguo traducida como "El toma la espada Gram y la coloca entre ellos desenvainada".

Pertenece a la saga Vólsunga: otra muestra de la pasión de Borges por la épica.

Hace 25 años que Borges está muerto:

14 de junio de 1986. Hace un cuarto de siglo que cada día, mes, año, turistas de todo el mundo llegan al cementerio de Plainpalais, (o de Rois) en la Rué des Rois 10, Ginebra, Suiza, construido hace cinco siglos, y se detienen ante la tumba 735, casi junto a la de Juan Calvino, el teólogo y reformador de la Iglesia Protestante, y algo los sorprende: la piedra rústica, gris, blanca, con algunos toques de color, de un metro veinte de altura y 500 kilos de peso que corona sus huesos. En el frente, debajo de su nombre, hay tallados siete guerreros encerrados en un círculo, y al pie, una frase: "...and ne forhtedon na"-en inglés antiguo, y que no temieran "-.

Más abajo, 1899-1986. Pero el reverso depara más sorpresas: una frase en escandinavo antiguo C'Llann tekr sverthit Gram ok leggr i metbal theira bert", que significa "El toma la espada Gram y la coloca entre ellos desenvainada", una nave vikinga en el centro, y al pie, en castellano, "De Ulrica a Javier Otárola". Casi todos los turistas toman fotos, pero ignoran el enigma de esa piedra, erigida el 29 de septiembre del '86, tres meses después de la muerte de don Jorge Luis.

DESCIFRANDO EL MISTERIO.

Martín Hadis (40), argentino, escritor, investigador, docente y experto en más de una docena de idiomas antiguos y modernos, acaba de publicar el libro Siete guerreros nortumbrios -Enigmas y secretos en la lápida de Jorge Luis Borges (Emecé). Doscientas cincuenta páginas apasionantes, que no sólo revelan el enigma: establecen sorprendentes relaciones entre esos guerreros remotos (siglo IX de nuestra era) y los cuchilleros y compadritos que Borges exaltó en poemas y milongas. La frase del frente de la piedra es del poema sobre la Batalla de Maldon (10 u 11 de agosto del año 991), en la costa de Essex, Inglaterra, invadida por los vikingos, que resultó en la derrota de los anglosajones.

LA LUZ DE LA CEGUERA.

Hacia 1955, cuando Borges (al igual que su padre) quedó definitivamente ciego, empezó a navegar en el estudio de lenguas y literaturas remotas: el inglés y el escandinavo. Y así lo explicó: "Me dije: ya que he perdido el querido mundo de las apariencias, debo crear otra cosa (...) debo crear el futuro, lo que sucede al mundo visible que, de hecho, he perdido". Era, entonces, profesor de la Universidad.

Un grupo de alumnas fue a visitarlo y él les propuso emprender el estudio de un idioma y una literatura que apenas conocían. Las clases transcurrieron entre la Biblioteca Nacional y su casa de la calle Maipú. Una de aquellas alumnas era María Kodama.

EL ENIGMA DEL REVERSO.

La inscripción en escandinavo antiguo alude a la Vólsunga Saga, que Hadis resume así: "Un relato pleno de aventuras, engaños, magia, traiciones y combates escrito en Islandia en el siglo XIII, pero cuya materia es muy antigua: precede a ese manuscrito en varios siglos". Pero... ¿qué significa la críptica inscripción "De Vírica a Javier Otárola". Ubica es un memorable cuento de Borges que forma parte de El libro de arena (el único que relata una relación sexual), y Javier Otárola, un personaje de otro de sus cuentos. ¿Por qué están en la piedra? Porque Borges y Kodama, que a lo largo de los años, en la intimidad, adoptaban los nombres de célebres amantes de la literatura, también usaban los de Ulrica y Otárola.

Kíxlama, que fue la creadora -acuerdo con Borges- de esa lápida, su material, sus leyendas y sus ilustraciones, le rindió así su último y secreto homenaje, finalmente descifrado en el libro de Hadis.

LA CUESTION DEL CORAJE.

Borges, que se consideraba "un hombre ciego y cobarde" (algo discutible: afrontó con grandeza e ironía, lo mismo que Leonor Acevedo, su madre, los ultrajes y las amenazas del primer peronismo, que lo degradó de director de la Biblioteca Nacional a Inspector Municipal de Aves y Huevos), vivió a la sombra de su abuelo paterno, el coronel Francisco Borges (1835- 1874), que en el combate de La Verde, luchando por las fuerzas mitristas, "y ya perdida la acción, de poncho blanco, montó un caballo tordillo. Lo siguieron doce o quince soldados, y avanzó lentamente hacia las trincheras enemigas con los brazos cruzados. Se hizo matar...", recordaría su célebre nieto. Y también el coraje de su abuela inglesa, Francés Anne Haslam (1842-1935), mujer del coronel Borges, que en su agonía, a los 93 años, dijo: "Soy una mujer vieja que está muñéndose muy despacio. No hay nada interesante en esto".

Recordaba también que "mi padre, que tenía una enfermedad incurable, se dejó morir, renunciando a los medicamentos, las inyecciones y la comida durante sesenta días. sin más ayuda que un vaso de agua cada tanto. Un día me dijo: 'No te voy a pedir que me pegues un tiro, porque sé que no lo vas a hacer; pero no te aflijas, yo me las voy a arreglar'. Fue como un suicidio".

EL CULTO DEL ACERO.

Esos dramáticos, heroicos finales, por contraposición a su ceguera y

su aparente fragilidad, que él llamaba cobardía, lo impulsaron a la exaltación del coraje, tanto de aquellos remotos guerreros vikingos y anglosajones como de los cuchilleros de Palermo que conoció o simuló conocer, "porque en realidad me he criado detrás de las rejas de una escuela inglesa", dijo. Y así nacieron sus homenajes a los terribles hermanos Iberra, al bravio Jacinto Chiclana, a Juan Muraña y el inolvidable final del poema que le dedicó: "No sé por i qué en las tardes me acompaña/ Este asesino que no he visto nunca (...) Que el tiempo, que los mármoles empaña/ Salve este firme nombre: Juan Muraña". De algún modo, aquellos guerreros nortumbrios y aquellos guapos porteños de principios del siglo XX fueron, para él, parte de una misma historia: la saga del acero, el combate, la muerte.

MAS SECRETOS DE LA PIEDRA

Además del anillo (símbolo de unidad y totalidad), y de la cruz,

confesión de Borges sobre su agnosticismo pero no de su ateísmo, que también ornan la piedra, no dejan de fascinar otros detalles. El material, rústico y similar al mármol, es de una cantera de Cruz del Eje, Córdoba, color azul plata. Su escultor fue Eduardo Longario (53), artista que urdió joyas inspiradas en el mundo antiguo por encargo de Librería Atlántida, vendidas en el famoso local que la editorial tuvo por largos años en la calle Florida. La dirección de la proa del navio vikingo, hacia el Este, donde nace el sol, lo mismo que la antigua tipografía de las inscripciones, fueron sugeridas por Jorge Naveiro, que dirigió el Departamento de Libros de Editorial Atlántida. Es decir: acaso impensadamente, la editorial y GENTE están presentes en esa lápida. La piedra pesaba, en origen, 700 kilos, luego reducidos por el cincel a 500. María Kodama, siguiendo los secretos códigos de su vida con Borges, y por voluntad del genio, ordenó todos los símbolos de la piedra. Y Borges, por los siglos de los siglos, yace en Ginebra: su amada ciudad, en la que vivió desde los 13 hasta los 20 años no por elección: su padre se mudó con toda la familia a ese punto del planeta para que un médico famoso tratara de impedir su ceguera. El resto de la historia, vasta e intrincada, está en el libro de Martín Hadis. En este caso, más que un escritor, un detective que resolvió un enigma. Casi como aquel Isidro Parodi que inventaron, en sus largas noches de amistad, Borges y Adolfo Bioy Casares. En adelante, la contemplación de la piedra ya no tendrá secretos. Y no estará Borges para celebrarlo... o lamentarlo.