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El que calla otorga

*Por Diego Dillenberger: Silencio empresario ante las acusaciones de que son culpables de la inflación puede ser ahora más riesgoso que años anteriores

La inflación no existe, y, si existe, sólo preocupa a la clase media alta, o quizás, en realidad a los más pobres. Pero existir, no existe. Eso sí, si la inflación existiera, sería culpa de los empresarios, ya que son ellos los que producen, venden y suben los precios". ¿Suena un tanto contradictorio y esquizofrénico? Es el discurso del gobierno sobre la creciente inflación en la Argentina.

Aunque a los oídos de los empresarios suene bastante absurdo, contradictorio y hasta risueño, están cometiendo un error al tomar las acusaciones del gobierno a la ligera y pensar que la absurda negación oficial de la inflación se descalifica sola ante la sociedad y que ellos quedan automáticamente liberados de culpa y cargo en el juicio de la opinión pública.

Desde el inicio mismo de la era kirchnerista en la Argentina, los empresarios se sintieron forzados a sumirse en un largo silencio de años en cuanto a comunicar su visión del país en el que mejor podrían invertir, generar puestos de trabajo y desarrollo económico. El difunto ex presidente Néstor Kirchner literalmente les ordenó callarse y no discutir, y algunos de los pocos directivos o empresarios que se animaron a expresarse en los medios sufrieron escarmientos de todo tipo.

Basta citar algunos Coloquios de IDEA en los que los empresarios atacados por el gobierno no gozaron de la más mínima solidaridad de sus pares por temor a represalias, como ejemplo de lo que primó: el silencio. Los empresarios cedieron su voz en la sociedad a otros actores: el gobierno, los sindicalistas, activistas de izquierda, ambientalistas. El consultor de comunicación Michael Ritter denominó esta situación así: "Kirchner puso a los empresarios en penitencia".

Buena parte de los consultores de imagen y comunicación que contratan las empresas suelen aconsejar a sus clientes no contradecir al gobierno y dejar las respuestas políticas a las cámaras empresariales. Estas, a su vez, en general también prefirieron callarse porque, en definitiva, detrás de esas instituciones hay empresas y empresarios con nombre y apellido que no querrían enojar al gobierno y arriesgar sus negocios.

La respuesta favorita del empresariado es: "¿Alguien realmente cree que nosotros tenemos la culpa de la inflación?"

La "estrategia" de comunicación del empresariado, si es que la hubo, consistía en poner el manejo de su imagen en manos del gobierno y los sindicatos sin ofrecer resistencia. Salvo escasas excepciones, los voceros del empresariado fueron desapareciendo hasta dejar a la opinión pública prácticamente sin referentes.

Como la credibilidad del gobierno se iba deteriorando al compás de la manipulación de las estadísticas del INDEC, y los sindicalistas nunca fueron bien valorados por la opinión pública argentina, los empresarios podían hasta ahora escudarse en un nivel de imagen mediocre: estaban mal, pero a políticos y sindicalistas les iba aún peor que a ellos.

Sin embargo, en los últimos tiempos se está notando un deterioro aún mayor en la consideración social del empresariado en la Argentina. Un relevamiento de la consultora de investigación de opinión pública y medios CIO muestra cómo, entre el año pasado y éste, las empresas cayeron del 23 al 13 por ciento en nivel de confianza, el más bajo en décadas, mientras que el gobierno creció del 12 al 22 por ciento. Estos datos fueron tomados antes del fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner. Post mortem, el gobierno aceleró la recuperación de su imagen, aunque este sea probablemente un movimiento coyuntural y transitorio. Aunque el Poder Ejecutivo y los sindicatos se encuentran en un nivel de confianza bajo (para comparar, los periodistas gozamos de un nivel de credibilidad cercano al 50 por ciento), el hecho de que hoy tengan mejor imagen que los empresarios es novedoso y debiera encender una luz amarilla en el empresariado: si callan ante las acusaciones de que son los culpables de la inflación, corren el riesgo de convertirse en actores sociales más debilitados de lo que ya están y de que el gobierno imponga todo tipo de arbitrariedades para hacerles la vida más difícil.

Cualquier peón de campo, sin licenciatura en ciencias de la comunicación, conoce el viejo dicho de que "el que calla otorga". El del campo es un ejemplo extremo de cómo un sector se puede hacer escuchar por la sociedad, pero para analizar la estrategia de comunicación del empresariado de cara a la nueva etapa de la Argentina post-Kirchner es válida.

 Diego Dillenberger es Director de la Revista Imagen