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El nuevo país o el surubí de la concordia

*Por Ignacio Zuleta. Miguel Pichetto se reunió en Formosa con el gobernador Gildo Insfrán. Las dos fórmulas principales tienen chances de alcanzar el 45% en octubre y determinar que la elección se defina apenas por unas décimas.

El enfrentamiento entre el Gobierno y el peronismo formal -PJ, Instituto Patria- produce retablos que parecían inimaginables en la Argentina empatada. El surubí que se comieron el jueves al mediodía en Formosa Gildo Insfrán y Miguel Pichetto en la residencia del gobernador quedó escondido en el follaje de la campaña, pero significa una superación de enconos entre oficialismo y oposición.

En un país en el cual Cristina se negó a estar en la asunción de Macri, en donde los candidatos no se dirigen la palabra, salvo para descalificarse en público, ese encuentro parece de otra dimensión. Pichetto es el candidato a vicepresidente del Macri desairado; Gildo preside el congreso del PJ de la Cristina que desaira. Que hayan encontrado la oportunidad de pasar un par de horas juntos merece la valoración como señal de superación de esos ánimos airados que perforan la convivencia en la Argentina, el país que ha endiosado la intransigencia.

Disidencias de campaña K, la batalla del petróleo y tuneleros en acción

En el momento más peleado de una campaña, con candidatos que no saben cuál será su destino, la aparición de esta viñeta rara e inesperada señala también hacia dónde se abren los caminos después de las elecciones de octubre, cualquiera que sea el resultado. Gane quien gane, ninguno podrá dar un paso sin acercar posiciones con el adversario. Si gana Macri, Pichetto será el político más poderoso de la Argentina, y será el unificador del peronismo enviando al archivo a lo que quede del cristinismo. Si ganan los Fernández, culminará la migración hacia el Instituto Patria de ese intento del peronismo no cristinista de construir una alternativa republicana, que se diferenciase del bastión de la provincia de Buenos Aires, siempre alambrada para que nadie entre pero también para que nadie salga. Será el final de una serie de desgracias encadenadas que ha sido el enfrentamiento del peronismo del interior con la metrópolis, y que cifró el fracaso de candidaturas como las de Cafiero, Duhalde o Scioli.

Dentro del peronismo las inquinas siguen vivas

El encuentro Pichetto-Gildo no fue casual, porque el candidato a vice pasó con su “compañero” tanto tiempo como el que pasó con socios locales. Tampoco lo hicieron en un pasillo y a solas, porque a Insfrán lo acompañaron tres ministros y a Pichetto su jefe de campaña, Jorge Franco, y su asesor Guillermo Michel, que le maneja los números porque es economista. Casi una visita de Estado con reconocimiento mutuo de precedencias protocolares y respeto del poder del otro.

Dar surubí, además, marca un nivel de buen trato (igual, si querías lomo, había lomo). Se cuidaron de no decir lo que no debían ante tantos testigos, y por eso discurrieron sobre temas de gestión, como el ajuste del gasto. Gildo dice haber heredado de Vicente Joga una planta duplicada de empleados públicos que debió adelgazar –ha tenido tiempo, porque gobierna desde 1995-. También hablaron de fronteras. Este es un tema predilecto de Pichetto, que escuchó las demandas del anfitrión a la Nación, de una mejor vigilancia de la inmensa frontera que tiene con el Paraguay. Cuando más, hubo alguna señal del visitante con la promesa de atender la ausencia de gendarmes en esa línea perforada por la inseguridad y el contrabando. Suele producir algo poco común en Pichetto, la sonrisa. Lo demás fue una procesión por dentro. En el peronismo es archisabida la distancia que hubo siempre entre Gildo y Alberto Fernández. Militaron en tribus diferentes del peronismo kirchnerista y cristinista. Claro que hoy su relación es estrecha por el apoyo a la fórmula de F&F, pero hacia adentro hay otra historia por escribir. Se consuela con que Cristina lo va a vigilar, en caso de ganar, a Alberto.

Claves estratégicas del cambio de eje

El encuentro formoseño es el primer resultado efectivo del cambio de eje estratégico de las dos fuerzas. Cambiemos ganó en 2015 porque el Partido del Ballotage interpretó que la contradicción fundamental de la Argentina era entre peronismo y no peronismo. Con eso ganó por poco más de 2% en segunda vuelta.

La incorporación de Pichetto corrió el eje de la contradicción y la identificó, digámoslo brutalmente, entre civilización y barbarie. Una coalición de tres -Pro, los radicalismos y el peronismo republicano– enfrentada con el peronismo de la provincia de Buenos Aires, que se quedó otra vez con la representación del peronismo nacional. Fue consecuencia de la defección de la liga de gobernadores liderada desde 2015 por Juan Schiaretti. Ninguno quiso ser candidato a presidente. El cristinismo leyó esa traslación del eje de la contradicción y se adelantó con los cambios de fórmula. El peronismo tradicional que se identificaba con Magario-Espinoza y la propia Cristina, cedió las cabezas de lista a dos profesores de la UBA -Alberto y Kicillof- que podían entenderse mejor con esa ampliación que terminó haciendo el gobierno con Pichetto. También tenemos civilización, fue el mensaje. Esta elección del Patria leyó la elección del 2015 como el triunfo de las fórmulas porteñas de Macri-Vidal, que replica en 2019 con Alberto-Axel.

El Patria ganó en entendimiento con sectores más jóvenes y menos identificados con el peronismo de las patas en la fuente. Cambiemos ganó hacia adentro porque blanqueó el peronismo originario de Macri, que en 2003 había sido candidato del PJ Duhalde a la jefatura de gobierno. Hacia afuera, mostró que puede estar en control de la situación, que tiene audacia para hacer juegos peronoides impensados. No sorpresivos, porque que Macri vaya hacia Pichetto es menos sorpresivo de lo que fue en 2015 que eligiese formar una alianza hacia el radicalismo y Carrió.

El senador también aplacó a los mercados a los que venía cultivando desde hacía rato. Tampoco sorprendió porque operaba en ese sentido desde 2016, con el nonato pacto del Bicentenario que pergeñó con Ernesto Sanz, la fractura de los bloques del Congreso y el intento de construcción de la alterativa federal. En esa función representó a los gobernadores peronistas en el Senado en el debate y aprobación de leyes clave, de presupuestos y consensos fiscales que le dieron a las provincias el superávit fiscal que les permite, entre otras cosas, ir a esta elección con lista corta. O sea intentar desengancharse de la suerte del peronismo metropolitano que se quedó con la fórmula. Quien no vio esto como un aviso, es que estaba mirando otro canal. Ocurre en la vida.

La vida puede jugarse en una décima arriba o debajo del 45

A una semana de las PASO, el frenesí de actos confirma el empate de estas fuerzas, que juegan con un esquema de polarización extrema, al punto de que sus comandantes especulan ya con un resultado final en la primera vuelta con una mínima diferencia entre las dos fórmulas, que pueden llegar a orillar, las dos, los 45 puntos. Si las terceras fuerzas pueden llegar a representar el 10% de los votos emitidos en la primera vuelta, descremado el voto en blanco, el reparto del otro 90% bien puede poner el resultado en un 45/45, décima más, décima menos (Artículo 149 del código electoral:- Resultará electa la fórmula que obtenga más de cuarenta y cinco por ciento (45 %) de los votos afirmativos válidamente emitidos: en su defecto, aquella que hubiere obtenido el cuarenta por ciento (40 %) por lo menos de los votos afirmativos válidamente emitidos y además existiere una diferencia mayor de diez puntos porcentuales respecto del total de los votos afirmativos válidamente emitidos, sobre la fórmula que le sigue en número de votos.).

Este escenario moviliza todas las voluntades y ahí se dirigen las acciones sobre el votante de las PASO. Al Gobierno le conviene la pulverización de las chances de Roberto Lavagna, José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión, para que alguno de ellos no alcance el piso de 1,5% (art. 60 Bis del código) para ir a la segunda vuelta, y eso convenza a sus votantes de votar el 27 de octubre a la fórmula M&M (Mauricio y Miguel). Más fácil la tiene el ticket F&F porque la única fuga imaginable que puede sufrir es la de la izquierda, con algún relieve que representan D&D (Del Caño-Del Pla). La licuación de esas terceras listas en las PASO libera los ánimos hacia decisiones más oportunas y eficientes. Después de todo proponen un cambio que hoy es un sueño, y la revolución puede esperar.

La hora de los baquianos

Esta semana sin encuestas, por extensión de la veda, convoca a los baquianos, aquellos que miran la política con ojos de lince, descreen de los sondeos, de las proclamas, y que presumen, como los expertos en big data, de entender el inconsciente colectivo, el de Jung y el de Charly García.

Los pronósticos sombríos sobre un corte preocupan al oficialismo de Buenos Aires. Confía ahora en remontar de acá a octubre el prestigio de Macri en comarcas amigas, en donde puede arrastrar hacia arriba a María Eugenia. A eso responde el operativo descomunal de Juntos por el Cambio de este fin de semana, con multitud de mesas para repartir las boletas, con el corte oportuno de cada vecindad. Política hard core y movilización de militancia a la vieja usanza, incluyendo a funcionarios a quienes se le encargan changas de campaña, en las que deben improvisarse como punteros.

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