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El límite del modelo

*Por Marcelo Zlotogwiazda. De ahora en más el modelo requiere correcciones, porque va rumbo a chocarse con un límite.

La frase es ocurrente: "Mirar hoy las estadísticas argentinas se parece mucho a que el capitán del Titanic vaya a ver cómo suena el violín de la orquesta", dijo Amado Boudou cuando le preguntaron acerca de los nuevos y más duros cuestionamientos del FMI a las estadísticas del Indec. Y fue tal vez por lo ingeniosa que esa declaración resultó la más destacada por parte de los medios de todo lo que dijo el ministro de Economía durante su estadía en Estados Unidos.

Fue chispeante e irónica. Pero no la más importante y, además, fue esquiva.

La frase del ascendente e hiperactivo futuro vicepresidente elude la respuesta seria. Es indiscutible que en el mundo suceden cosas mucho más graves que las tergiversaciones del Indec, y también está fuera de duda que el FMI tiene alguna responsabilidad por acción u omisión en la crisis que sacude a Europa y Estados Unidos. Pero rechazar el señalamiento del pecado propio con el escudo del mal mayor ajeno, es como si un ladrón pescado in fraganti le protestara al policía que se lo lleva detenido por robar un auto, diciéndole que en lugar de eso debería estar metiendo preso a uno de los tantos asesinos que andan sueltos.

Si bien ocurrente y falaz, la frase de Boudou tampoco fue la más trascendente. Durante su disertación en el Consejo de las Américas y luego de enumerar los logros de la gestión kirchnerista, dijo en referencia al próximo período presidencial: "No todo es color de rosa. Tenemos muchos desafíos por delante. Incrementar la oferta energética es una de las claves de lo que viene". No es una definición menor para un gobierno remiso a reconocer debilidades y renuente a mostrar pistas de futuras medidas o políticas.

Es que el creciente déficit energético es una de las principales causas del sensible deterioro que evidencia el saldo de la balanza comercial y, consecuentemente, el saldo de la cuenta corriente del Balance de Pagos, que además del intercambio comercial toma en cuenta el resultado neto de los dólares que ingresan por turismo, flete, regalías, pago de intereses y giro de utilidades y dividendos. Según la información difundida la semana pasada, en la primera mitad del año la cuenta corriente arrojó un superávit de 797 millones de dólares, menos de una tercera parte del excedente de 2.715 millones que tuvo en el primer semestre de 2010.

Esa pérdida cercana a los 2.000 millones de dólares se parece bastante al cambio que hubo en la balanza energética, que pasó de un saldo positivo de 1.201 millones de dólares en la primera mitad del año pasado a uno negativo de 1.282 millones en el primer semestre de 2011.

Comparando esos períodos, las importaciones de combustibles aumentaron un 102 por ciento, en parte por suba de precios (38 por ciento) y el resto por incremento de volumen (46 por ciento). Y la tendencia continuó en los dos meses siguientes: el déficit del comercio exterior de energía entre enero y agosto de este año alcanzó los 2.852 millones de dólares. Este número ya supera la proyección para todo el año que el Ministerio de Economía había realizado hace unos pocos meses ubicándola en 2.000 millones. Cabe recordar que en ese momento preveían un déficit energético para el año próximo de 5.000 millones de dólares.

Al ritmo que está el asunto, es muy probable que el agujero sea aún más profundo. Se entiende que Boudou haya dicho que una de las prioridades de la próxima gestión sea aumentar la oferta energética.

Los servicios también están en rojo. En el primer semestre tuvieron un saldo negativo de 881 millones de dólares, 31 por ciento más que en igual período de 2010. Por pago de regalías hubo un drenaje neto de 747 millones de dólares. A lo que se agrega un resultado negativo en el rubro viajes (224 millones) y en pasajes (498 millones). Es llamativo que los rubros vinculados al turismo sean deficitarios aun cuando el dólar barato en Brasil impulsó allí un fuerte salto en el turismo emisivo, que en parte considerable tuvo como destino la Argentina.

Pero el déficit más abultado se origina en el pago de utilidades y dividendos, que en el primer semestre del año se llevó 3.491 millones de dólares. Para tener dimensión de lo que significa esa cifra, vale señalar que representa casi la mitad (48 por ciento) del superávit que generó el comercio exterior. Estos números son consecuencia lógica del elevado grado de extranjerización que caracteriza a la economía local, luego de un proceso muy agudo durante el menemismo que casi no se modificó en los últimos años. El 20 de enero pasado se informó en esta columna en base a datos del Indec que 324 de las 500 empresas que más facturan en el país son extranjeras, y que, además, aportan el 75 por ciento de las ganancias que genera esa elite.

Para finalizar con la cuenta corriente, cabe destacar que su deterioro se ha dado aun cuando, gracias al desendeudamiento, la incidencia del pago de intereses se ha achicado marcadamente en relación con otros tiempos: el saldo neto negativo del primer semestre fue de 1.691 millones de dólares, que es menos de la mitad de las divisas que se fueron por ganancias giradas por las multinacionales.

Mientras la cuenta corriente aún mantiene un leve saldo positivo con eje en el superávit comercial, la cuenta capital y financiera (donde se contabilizan los préstamos y sus amortizaciones, la inversión productiva y la compra de activos), acumuló en el primer semestre un rojo de casi 2.500 millones de dólares, que en buena medida se explica por lo que técnicamente se denomina formación de activos externos, que no es otra cosa que la fuga de capitales, es decir los dólares u otras monedas que salen del sistema y van a parar al exterior, al colchón o a la caja de seguridad.

En la Argentina hay comportamientos que se mantienen. El Indec estima que la tenencia de activos externos en manos de privados viene en constante aumento y ya supera los 180.000 millones de dólares, de los cuales 29.000 millones son inmuebles o acciones de empresas, y se presume que el grueso del resto son capitales financieros fugados. A fines de 2009 eran 161.000 millones, a fines de 2005 eran 122.000 millones, y en el estallido de la Convertibilidad en 2001 eran 101.000 millones de dólares.

Una de las características de la historia económica argentina fue la recurrente aparición de la restricción externa. Ya sea por déficit comercial, por el peso de la deuda externa, por la fuga de capitales, o por la conjunción de esos elementos, la falta de divisas interrumpía las etapas expansivas.

Algunos creyeron que el modelo vigente había superado esa restricción. Fue cierto hasta ahora, gracias a la supersoja, a la mejora de los términos de intercambio en general, al desendeudamiento, al tipo de cambio competitivo, entre otros motivos.

Pero de ahora en más el modelo requiere correcciones, porque va rumbo a chocarse con un límite.