El liderazgo no es equilibrio, es búsqueda
¿Cómo encontrar el equilibrio entre ambos extremos? ¿Cómo liderar con el suficiente grado de conciencia para no desbordarnos, pero también con la libertad inconsciente que nos conecta con nuestra esencia?
Liderar de forma completamente consciente puede hacernos meticulosos, precavidos y muy organizados. Evaluamos cada paso, reflexionamos cada decisión y reducimos al mínimo los riesgos. Sin embargo, esa misma precisión puede quitarnos la espontaneidad, la creatividad y la intuición. Por otro lado, liderar desde la inconsciencia —o mejor dicho, desde la acción automática— puede liberar una versión más auténtica, natural y audaz de nosotros mismos. Pero el riesgo de actuar sin filtros ni reflexión es el caos, la desorganización y la posibilidad de equivocarse gravemente. Entonces, ¿cómo encontrar el equilibrio entre ambos extremos? ¿Cómo liderar con el suficiente grado de conciencia para no desbordarnos, pero también con la libertad inconsciente que nos conecta con nuestra esencia?
El liderazgo no nace en el equilibrio, sino en la búsqueda
Aunque solemos idealizar el equilibrio como sinónimo de sabiduría, en el liderazgo este no es el punto de partida. Un liderazgo auténtico suele nacer del desequilibrio, de una búsqueda apasionada por lograr resultados. Esa intensidad nos lleva, muchas veces, a dar más en un área y descuidar otras. Por ejemplo, enfocar toda nuestra energía en lo profesional puede implicar pérdidas en lo personal: relaciones deterioradas, salud descuidada o intereses relegados. Y aunque esto suene negativo, es parte del precio que a veces pagamos por evolucionar. El problema surge cuando ese desequilibrio se vuelve crónico o cuando no somos conscientes del costo. Ahí es cuando el liderazgo se vuelve insostenible.
Liderazgo 360: el arte de volver al centro
Cuando hablamos de Liderazgo 360, hablamos de una persona que se encuentra en el centro de su propia escena. Alguien que reconoce y gestiona los distintos roles de su vida: personal, profesional, espiritual, familiar, financiero, educativo, físico, social y emocional. El desafío es obvio: ¿cómo ser excelente en un rol sin invertir tiempo, energía y dedicación? No se puede. Todo proceso de perfeccionamiento requiere foco, esfuerzo y conciencia plena. Pero ese mismo foco inevitablemente genera sombra en otros aspectos. Ahí aparece la paradoja: cuanto más brillo en un área, más oscuridad en otra. Y ese juego de luces y sombras también forma parte del liderazgo. A veces nos irá excelente en un ámbito, pero transitaremos zonas de conflicto en otros. Y eso no nos convierte en malos líderes. Nos convertimos en humanos.
El precio del foco
Poner el foco en los resultados puede deteriorar las relaciones. Apostar por un proyecto profesional puede alterar el equilibrio personal. Tomar una decisión racional puede ir en contra de una necesidad emocional. El liderazgo consciente reconoce estas tensiones. El inconsciente las atraviesa sin advertirlas. Y el verdadero equilibrio radica en poder moverse entre ambos estados con inteligencia emocional, autoconocimiento y humildad. Hay líderes que logran grandes resultados, pero pagan precios altos: una enfermedad, una separación, una crisis personal. En esos casos, toda la energía puesta en un área representa la inconsciencia en otra. Solo cuando los costos se vuelven visibles —una pérdida, un síntoma, una alerta— nos detenemos y buscamos reequilibrar.
Volver a la conciencia
Volver al eje requiere coraje. A veces es necesario pedir ayuda: a un terapeuta, un coach, un mentor, un médico o un consultor. Reconocer que no podemos solos también es un acto de liderazgo. Si te sentiste identificado con este desequilibrio, no te preocupes: todos transitamos momentos así. Lo importante es tomar conciencia antes de que sea demasiado tarde. A veces actuamos en piloto automático durante años, pero siempre se puede volver al mando.
El tren no pasa una sola vez. Pero cuanto más tiempo lo dejemos pasar, más difícil será alcanzarlo.
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