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El invierno que duele en la factura de la luz

Crónica de cómo la factura de la luz aumentó 300%


El año pasado, cuando llegó el frío, nuestra factura de luz de Edenor no era agradable, pero al menos era soportable: entre 45.000 y 50 mil pesos. Sí, una cifra que ya hacía doler, pero se podía planear, ajustar el gasto, poner el calefactor un poco menos, cerrar alguna puerta. Uno se adaptaba.

Este año, en cambio, la realidad nos golpeó como un ventarrón polar: 170.000 pesos. Sí, leyeron bien, 170.000. Lo que significa unos 340 mil pesos bimestrales y un aumento de casi 278% en solo un año. No es un error de tipeo ni una broma. Es la factura que nos llegó en pleno invierno, mientras atravesamos una ola de frío extremo y tenemos una hija chiquita a quien no podemos dejar que pase frío. Adentro, la calefacción es una necesidad, no un lujo.

La situación se complica aún más porque, con la liberación de tarifas que habilitó Javier Milei, los aumentos ya no tienen límite ni regulación. Lo que antes se podía calcular y planificar, ahora es una incógnita mes a mes. ¿Cómo se supone que las familias hacemos malabares para no dejar de pagar comida, transporte, salud, alquiler, expensas y el resto de los servicios que también continúan aumentando mientras el costo de mantener la casa caliente se dispara sin control?

No puedo evitar preguntarme qué pasó en estos doce meses. No hablo solo de la inflación ni de la suba de precios internacionales: hablamos de un servicio esencial que, de un año para otro, multiplicó su costo casi cuatro veces. ¿Qué se supone que hagamos? ¿Apagar todo y abrazarnos entre nosotros para no congelarnos?

Mientras escribo esto, pienso en todas las familias que tienen que decidir entre mantener la casa caliente o pagar la comida. Y me pregunto: ¿alguien piensa realmente en cómo vivimos el invierno los que tenemos hijos pequeños cuando Edenor dispara la factura y se liberan las tarifas sin control?

El frío no es un capricho, y la luz tampoco debería serlo.

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