El extraño universo de Adriana Cruz
Nuevos datos escalofriantes de la mujer que asesinó a su hijo y el debate sobre la imputabilidad o no de su estado psiquiátrico. Por Jorge D. Boimvaser
Por Jorge D. Boimvaser
Cuando Adriana Cruz ingresó al Melchor Romero, la recibió casi en un acto protocolar la directora del establecimiento. No conocemos el diálogo, solo trascendió la respuesta de la mujer que acababa de asesinar a su hijo.
Dijo algo así como: "Cuidado conmigo, no me jodan porque yo sigo teniendo influencias".
Aún continuaba empastillada, bajo los efectos de medicaciones que ya se hace costumbre hablar de ellas, del cóctel explosivo de consumir cocaína y para bajar los efectos del narcótico, Ribotril. Ambas drogas (una prohibida, otra de venta restringida.. pero se consiguen más fácil que un libro importado) provocan cortocicuitos mentales y con el correr del tiempo producen un estado de zombie en los consumidores habituales.
Antes de ser llevada otro dato que habla por sí solo del estado mental de la mujer. Un vigilador del country relató que Cruz ingresó al baño a orinar con el cadáver de su hijo flotando en la bañera. De terror, pero verídico.
Una hermana de Adriana Cruz la visitó en el Melchor Romero y salió despavorida.
Fuentes judiciales dicen que después de las primeras denuncias que hizo su ex marido acerca de las amenazas de muerte proferidas hacia sus hijos, se realizó un análisis ambiental en el colegio de uno de ellos. Se levantaron testimonios de profesores que relataron haberla visto siempre de buen ánimo y ninguno –fueron varias entrevistas- dijo haber visto señales de peligrosidad en la mujer.
¿De qué influencias habló Adriana Cruz cuando retó a la directora del Melchor Romero? El tema de la imputabilidad o no de sus actos será decidido por una junta médica y dará tela para cortar.
Pero aparece a simple vista que la mujer tiene esos síndromes de trastornos de personalidad del que tanto se habla en psiquiatría.
La indignación social mete presión a la justicia, y eso no es bueno para dictar fallos a la hora de seguir el cauce jurídico del expediente. Pocos casos criminales levantaron los comentarios condenatarios en las redes sociales que despertó esta mujer. Nadie concibe, ni en el reino animal ocurre, que una madre sacrifique a su cría solo por resentimiento y venganza.
La foto de frente y perfil que le tomaron cuando fue recluida revela el lenguaje corporal de una mujer destruida. No hay que ser un perito forense para observar esa pose de abatimiento y destrucción en que se encuentra.
Y hasta poco era le bella "negrita Cruz" que su ahora ex marido había conocido en la noche VIP de Recoleta, lugar donde al menos una de sus hermanas sigue trabajando.
El enigma de la justicia –de una u otra forma siempre atada al poder político-, es qué ocurrirá si la junta médica la declara imputable, consciente de sus actos aún aberrantes.
Porque si Adriana Cruz revela -más allá del crimen- detalles que le pudo haber contado su marido en épocas de convivencia, o el origen de la ostentación en que vivían-, la justicia tendrá que desglosar el expediente y enviarlo a otro tribunal para que investigue sus dichos. Cuando la mujer dijo en el Melchor Romero que seguía teniendo "influencias", obvio que tenía el chip cerebral fuera del tiempo y espacio de la atrocidad cometida, pero con tanto resentimiento a cuesta la mujer ya no tiene nada más que perder.
Otro intríngulis será qué hacer con su internación, carcelaria u hospitalaria.
Las otras reclusas del Melchor Romero ya saben por qué situación se encuentra allí. Y en los códigos de reclusión femenina, matar un hijo es como ser un violador en las cárceles de hombres. La quieren linchar ellas mismas.
La mujer no deja de ser también una víctima del sistema de códigos que impera en ciertos antros del VIP nocturno. Exceso de drogas, alcohol, psicofármacos y así todos los días durante mucho tiempo.
En ese extraño universo mental espera Adriana Cruz (y mucha otra gente), la declaración de imputabilidad o no que hará la junta médica que la revise.
Hay otra gente poderosa expectante de lo que pueda declarar si la consideran en su sano juicio (suena absurdo esa expresión, pero es una de las dos condiciones clínicas a las que deben arribar los especialistas).
Que ese extraño universo en que habita al menos sirva para que otras mujeres no sigan su ruta de excesos que solo conducen al deterioro fatal de cuerpo y alma. Y siempre la pagan los inocentes, como su pobre hijo.