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El error brasileño

*Por Marcelo Zlotogwiazda. La manera en que Brasil respondió al proteccionismo argentino apuntando a un sector que le es favorable como el automotriz, facilitó que la Argentina ponga sobre la mesa de discusión toda la relación comercial.

Una buena y una mala noticia proceden de Brasil, con la particularidad de que las dos están vinculadas. La buena noticia es que hay más pronósticos que indican que se mantendrá la apreciación del real, lo que implica un horizonte de dificultades competitivas para el principal socio comercial de la Argentina. Precisamente esa es una de las razones por las que el gobierno de Dilma Rousseff anunció restricciones a la importación del sector automotriz que impactan de lleno en la economía argentina.

En su último reporte sobre América latina, el banco de inversión Morgan Stanley sostiene que la moneda brasileña va a seguir fortaleciéndose. Sus economistas analizan que la sucesión de medidas que adoptó el gobierno para frenar la revalorización no son lo suficientemente poderosas como para neutralizar la abundancia de dólares que genera un ciclo internacional de crecimiento y liquidez, la muy fuerte demanda que empuja hacia arriba el precio de las materias primas y commodities industriales que exporta Brasil, y el sostenido flujo de inversiones y capitales especulativos atraídos por la expansión del consumo y los espectaculares rendimientos financieros. Incluso corrigieron el pronóstico sobre la cotización del dólar para fin de año, bajándolo de 1,65 a 1,55 reales (al cierre de esta nota estaba en 1,63).

La proyección puede no terminar en acierto (aunque Morgan Stanley la viene pegando en sus pronósticos sobre la región), pero lo que parece quedar claro es que muy difícilmente se revierta el atraso cambiario acumulado en los últimos años. Es en ese contexto que debe entenderse la decisión oficial de imponer licencias no automáticas que dificultan la importación de autos y autopartes, que no casualmente conforman un sector cada vez más deficitario para Brasil: en el primer cuatrimestre de 2011 el intercambio comercial tuvo un saldo negativo de 1.900 millones de dólares, que representa más del doble que el déficit de igual período de 2010.

Además de la preocupación por su sector externo (Brasil tiene superávit comercial pero ya registra déficit de cuenta corriente), hay una segunda razón de peso que explica las medidas proteccionistas. El empresariado brasileño se venía quejando por las licencias no automáticas ya vigentes en la Argentina que afectan a una porción considerable de sus ventas hacia acá, y presionaban para que su gobierno reaccione. En ese marco, la decisión de Dilma Rousseff no puede dejar de ser interpretada también como una represalia en pos de obligar a una negociación. Si bien oficialmente negaron que fuera una represalia, ante la inmediata protesta argentina el ministro de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior de Brasil, Fernando Pimentel, planteó la necesidad de negociar.

Pero si bien es obvio que Brasil tiene la fuerza diplomática y política para imponer ciertas condiciones en la relación bilateral, la manera en que está forzando la negociación y la situación de fondo son elementos que le pueden jugar en contra, y que la Argentina podría aprovechar.

Por empezar, pese a que no hay dudas de que las restricciones a la importación de autos perjudican a la industria argentina, también complican a la brasileña, por la sencilla razón de que se trata de un sector conformado por empresas multinacionales que actúan a escala regional. Por ejemplo, los problemas para exportar de General Motors de Argentina son un problema de abastecimiento para General Motors de Brasil. De esto se infiere que las automotrices brasileñas podrían hasta convertirse en aliadas de la Argentina.

Eso mismo podría suceder con el conjunto del sector, que tiene en su relación comercial con la Argentina un saldo ampliamente favorable, especialmente en autopartes. En el 2010 el intercambio bilateral del sector automotriz fue superavitario para Brasil en 1.700 millones de dólares, como resultado de un saldo positivo de 2.700 millones en autopartes y 1.000 millones de dólares a favor de la Argentina en autos terminados. Dante Sica, el consultor que más sabe de industria automotriz y de la relación bilateral, estima que en todo 2011 el déficit neto será bastante mayor.

Cuesta entender que el gobierno brasileño haya optado por abrir la discusión justo respecto del sector donde se registra el mayor desequilibrio a su favor. La caja de Pandora o el efecto boomerang son dos de las posibles metáforas para lo que aparenta ser una equivocación.

Rápida de reflejos, la ministra de Industria Débora Giorgi contraatacó poniendo en discusión no ya en la problemática del sector automotriz sino la del comercio bilateral en general. En la carta que envió a su par brasileño Fernando Pimentel, Giorgi le señala que de acuerdo con la información preliminar sobre el primer cuatrimestre de 2011, las exportaciones de Brasil a la Argentina crecieron un 33 por ciento, mientras que el déficit de la Argentina alcanzó los 1.200 millones de dólares, el doble que en igual período de 2010. Le dice que "esa información es contundente acerca de la inexistencia de un impacto negativo sobre las exportaciones de Brasil a la Argentina", en referencia al malestar de los industriales brasileños respecto de las medidas proteccionistas dispuestas por la Argentina, que fueron causa de la represalia sobre el sector automotriz.

Giorgi le manifiesta a Pimentel la "preocupación por el persistente y creciente déficit que registra el intercambio comercial bilateral" y le señala "la necesidad de adoptar medidas orientadas a atender los desequilibrios estructurales" que explican el déficit, y menciona en particular el comercio de manufacturas de origen industrial.

Es decir que la manera en que Brasil respondió al proteccionismo argentino apuntando a un sector que le es favorable como el automotriz, facilitó que la Argentina ponga sobre la mesa de discusión toda la relación comercial. Y de paso, el Gobierno no perdió la oportunidad de refrescar la queja por las medidas proteccionistas brasileñas que limitan la colocación de aceite de oliva, vinos, agroquímicos, medicamentos, línea blanca, cítricos, maquinaria agrícola, etc., y por la demora en habilitar a las empresas constructoras argentinas para que puedan participar de las obras para los Juegos Olímpicos 2014 y para el Mundial 2016. Según Giorgi, esos obstáculos impiden exportaciones anuales por 7.000 millones de dólares.

Tal vez, las restricciones a la importación de autos que en un principio fueron tomadas como una mala noticia, terminen siendo el disparador de un replanteo conveniente.

En cualquier caso, el gobierno argentino debería reflexionar seriamente acerca de que los desequilibrios con Brasil se dan con un tipo de cambio bilateral muy favorable para la Argentina. ¡Lo que sería si de Brasil no llegaran verdaderas buenas noticias sobre la fortaleza de su moneda!