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El engranaje de la militancia

*Por Beatriz Sarlo. Maradona dijo que Néstor tenía mucho del Che Guevara y, sobre Cristina, agregó: "Debe de saber que nosotros estamos al lado de ella para lo que necesite". Todo eso, a pocos metros de la capilla ardiente de Kirchner, a la que Maradona y Tinelli pudieron acceder en representación de la República de las Celebridades.

Maradona dijo que Néstor tenía mucho del Che Guevara y, sobre Cristina, agregó: "Debe de saber que nosotros estamos al lado de ella para lo que necesite". Todo eso, a pocos metros de la capilla ardiente de Kirchner, a la que Maradona y Tinelli pudieron acceder en representación de la República de las Celebridades. "Su muerte nos va a dejar mucha luz y le va a dejar mucha fuerza a Cristina, que está firme para que nadie intente tener alguna especulación política. La oposición en la Argentina operó de una manera vil, cruel; muchos le desearon la muerte, pero no esta muerte, sino que se extinguiera su luz; mientras que esta muerte nos va a dejar un legado hermoso; y si está allí escuchándonos, que nos dé la luz y la fuerza que necesitamos", improvisó Florencia Peña. Imágenes de ese velorio están por todas partes, en cuanto se navega Internet. Domina el tema de la transmisión de una fuerza y de la vida que se sostiene desde la muerte. Se dirá que son palabras que se pronuncian en el calor de la emoción, pero han venido repitiéndose durante un mes.

Más materialmente, en las calles de Buenos Aires, la semana pasada un cartel anunciaba el acto del 2 de diciembre. De fondo, Néstor y Cristina Kirchner abrazados, con sus cabezas recortándose sobre banderas. Abajo, el anuncio del Congreso Nacional de la Militancia en Plaza Congreso; firma: la Corriente Nacional de la Militancia. Dos consignas de cabecera: "Néstor vive en nosotros" y "Todos con Cristina". La primera comunica una creencia respetable como cualquier otra; la segunda es un mensaje de alineamiento político. Vienen juntos.

Carteles diferentes, pero con el mismo espíritu, fueron pegados en las paredes no sólo de Buenos Aires, sino de los cinturones de miseria y abundancia que la rodean. Está el afiche con la foto de los brazos abiertos; el de fondo rojo oscuro con la cara juvenil y la leyenda que evoca a Mariano Moreno (como si Kirchner hubiera muerto joven y casi misteriosamente: no es una inferencia desleal, porque los signos trasmiten ese significado historicista); las imágenes en que Néstor y Cristina Kirchner se funden uno en brazos del otro. Ha nacido una iconografía militante.

"Militancia", precisamente, es la palabra que da nombre a la corriente encabezada por Carlos Zannini, secretario legal y técnico de la Presidencia, un incondicional a quien ninguna información registró nunca alejado de la mesa chica desde donde gobernaba Kirchner. Esa corriente se presentó en el acto importante de la plaza Congreso. El cierre estuvo a cargo de Emilio Pérsico, del Movimiento Evita (gestor de casi 15.000 planes de Argentina Trabaja y autor de la frase evocativa "Si Evita viviera, sería kirchnerista", pronunciada en un homenaje a Eva Perón realizado hace pocos meses en Córdoba); Edgardo Depetri, dirigente social, diputado y representante del Frente Transversal; sus compañeros de la Cámara baja Agustín Rossi y Daniel Filmus; la senadora Blanca Osuna; el ex gobernador de Entre Ríos, Sergio Uribarri; el ex canciller Jorge Taiana y Ricardo Forster, de Carta Abierta. Síntesis de aparato político, dirigencia social de base piquetera e intelectuales afines, el acto fue, como dijo Forster, una celebración de la militancia.

Salvo los conglomerados neopolíticos que giran alrededor de una figura construida en los medios, los partidos históricos reclaman y necesitan la militancia, movilizada por ideas, sentimientos, lealtades y aparatos territoriales en combinaciones diversas. A esos factores se le suman los cargos y el dinero (incentivos no inventados por el kirchnerismo). Hace poco escuchaba a un peronista discurrir abiertamente sobre las maneras de "financiar a la militancia" sin que pesara demasiado sobre los presupuestos públicos. Como sea, la militancia es la zona efervescente de la política y la que tiene una relativa permanencia en el tiempo. Sólo una parte muy pequeña de los ciudadanos son, eventualmente, militantes.

La palabra tiene ecos que vienen de lejos; su actual vigor está ligado a la muerte de Néstor Kirchner. Hoy, idealmente, la "militancia" defiende su versión del kirchnerismo y luchará para imponerse sobre los sectores conservadores del abigarrado receptáculo construido por el ex presidente. Si se quiere una oposición sencilla: "militancia" versus "corpos".

"Militancia" es sinónimo de "proyecto". Existe porque hay proyecto, y éste continuará si hay militancia. La agencia oficial Télam transcribe lo dicho en el acto de la semana pasada por Jorge Aragón ("Quito"), de la agrupación Martín Fierro: "Esta corriente va a ser la herramienta para el debate y la profundización de este proyecto nacional y popular". Casi exactamente lo mismo dijo Depetri, sól oque agregó: "Cristina es la única compañera que nosotros reconocemos como la síntesis del proyecto nacional y popular". La militancia es el sujeto del proyecto cuya conductora sería Cristina Kirchner.

La militancia tiene un peso material y simbólico que no puede ser subestimado. Está, por un lado, la gente que se moviliza; por el otro, la relevancia y el conocimiento público de legisladores como Rossi y Filmus; finalmente, el aporte estratégico de los intelectuales. Representantes de la militancia ocupan cargos en el aparato del Estado nacional, provincial y municipal; le disputan a los intendentes la gestión de los planes sociales; dirigen la bancada del Frente para la Victoria en Diputados; sientan a su mesa a quien ha llegado a ser el vocero de Carta Abierta. Como conjunción de fuerzas, no es despreciable en absoluto.

Vale mucho la competencia simbólica. Depetri (en el video que se encuentra en el portal de Télam) afirma que la militancia es un río subterráneo que hoy emerge y su impulso saca la discusión política de la escena mediática. Podría decirse que le gana la exclusiva a la televisión. La militancia (como se vio el 2 de diciembre en las carpas blancas de la plaza Congreso) produce una escena más clásica, anterior a la hegemonía audiovisual de la política, pero potenciada hoy en la televisión. Es cierto que la muerte de Kirchner y algunas movilizaciones previas mostraban un regreso a la plaza que no podía ser explicado por el argumento perezoso de que los presentes fueron "llevados". Pensar la militancia como resultado del "acarreo" o del reparto no ayuda a entender.

También hay un rasgo nuevo. La coyuntura, dicho sea con todo respeto, tiene un clima de exaltación espiritualista. Comenzando por la Presidenta, que no nombra a su esposo por el apellido, como lo hacía invariablemente, sino usando el pronombre "él", que designa mucho más que un apellido. "El" es la partícula que señala lo que está fuera de este mundo y es más que el nombre de un muerto. Desplazar el apellido por el pronombre "él" implica una operación de transmutación. No digo que sea deliberada; digo, simplemente, que el apellido designa en concreto, mientras que "él" apunta a algo más vasto y más trascendente. Nos guste o no, así funciona el lenguaje, a nuestro pesar.

Circula, por otra parte, la frase de que todos los kirchneristas son Kirchner; que su fuerza (convertida en "luz") se ha alojado en las masas y sus dirigentes. La conversión de la figura de Kirchner en cuerpo místico puede ser inevitable para la subjetividad de militantes conmovidos y merece el respeto de los rituales que rodean la muerte. Otra cosa es cuando se la invoca en el teatro de la política. Sobre esto es legítimo opinar.

Los dirigentes de la militancia son hombres duros de cabeza fría; si no lo fueran, no estarían donde están. Su verdad terrenal es la lucha por prevalecer en el interior del movimiento justicialista. La encarnación de Néstor en Cristina vale lo que vale una herencia política, todo o muy poco. Esto no es un vaticinio, ya que quien escribe ignora si Kirchner pasará las pruebas póstumas. Roland Barthes llamó "barroco fúnebre" al efecto inmediato por el cual la muerte aparece como el momento más puro de una vida.