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El deterioro de la libertad de prensa

El Poder Ejecutivo no es creíble cuando asegura su respeto por la libre expresión de las ideas, seriamente amenazada, como afirmó en Buenos Aires el presidente de la SIP, Gonzalo Marroquín.

El presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Gonzalo Marroquín, expresó el jueves en Buenos Aires la fuerte inquietud de la entidad porque, "en materia de libertad de prensa, hay un deterioro continuo" en nuestro país. Ello se suma al voluminoso caudal de documentos de contenido similar emitidos por organizaciones de distintos órdenes, preocupadas por la sistemática campaña que ejecutan el Gobierno nacional y sus acólitos para silenciar a medios y periodistas independientes.

La inquietud que expresó la misión de la SIP se basó sobre la utilización de la ley de medios para condicionar a medios independientes, "y por el incumplimiento de decisiones judiciales por parte del Gobierno, como el fallo de la Justicia que ordenó desactivar el bloqueo que impidió la circulación de diarios en Buenos Aires y en el interior, que no fue acatado" por las autoridades nacionales.

Los discursos y documentos oficiales que aseguran que existe pleno respeto por los medios que no siguen las líneas políticas que se "bajan" desde la Casa Rosada son meras palabras. Lo concreto son los hechos, cuyo carácter persecutorio es claramente innegable.

Es cierto, como aseguró el secretario de Medios de la Presidencia, que en Argentina no hay denuncias de censura directa, o que al menos estas no son frecuentes. Pero hay innumerables ejemplos de censura sutil.

De la multitud de episodios contrarios a la libre expresión de las ideas, pueden mencionarse desde el estrangulamiento económico mediante el manejo sectario de las pautas publicitarias hasta los citados bloqueos a la distribución de periódicos independientes, sin olvidar las descalificaciones e injurias que se infieren a diario desde los despachos y medios oficiales a quienes no adhieren al discurso único; el uso de organismos del Estado para perseguir a empresas de comunicación y a sus directivos y periodistas; acciones de espionaje y el aliento a la formación de un bloque de medios gubernamentales y paragubernamentales, montado sobre el dispendio de cuantiosos caudales públicos, sin control.

Se equivocan quienes ven estos hechos como acciones aisladas. Forman parte de una estrategia que busca silenciar voces críticas. El discurso kirchnerista va en sentido contrario de su praxis, agravada por los desmanes verbales y de acción directa de las conducciones de la CGT oficialista y del Sindicato de Camioneros, que hasta amenazan con irrumpir en las redacciones para censurar lo que se habrá de publicar. El Poder Ejecutivo guardó un preocupante silencio ante ese desafío a su misión constitucional de respetar y hacer respetar la libre expresión de las ideas. Y siempre que calla el oficialismo, sus acólitos salen de inmediato a escudarlo mediante cartas abiertas que tienen un denominador común: intolerancia y pasión por el pensamiento único.