DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

El cuerpo de Cristina

*Por Mario Fiore. La salud y el estado de ánimo de la Presidenta toman relieve luego de que ella admitiera su debilidad física y emocional en un discurso. Las obligaciones, más allá de su dolor.

Susana Viau es una experimentada periodista gráfica que primero desde sus artículos en Página 12, luego en Crítica de la Argentina y ahora en Clarín, siempre escudriñó los laberínticos caminos de la política y el poder.

Con información, y mucha interpretación, el domingo se preguntó, en las páginas del diario que más rencor despierta en el Gobierno, si el discurso que el jueves de la semana pasada dio la presidenta Cristina Fernández en José C. Paz era una aceptación de su debilidad ("estoy haciendo un enorme esfuerzo físico y emocional para seguir adelante") o más bien una estratagema más del kirchnerismo para alejarse de un socio -en este caso Hugo Moyano- para transformarlo en el acto en oponente (ya lo hicieron Cristina y Néstor Kirchner con Duhalde, Cobos y hasta con los medios de comunicación) en búsqueda de rédito político.

Para marcar su preocupación sobre "la peligrosa apelación a la debilidad" que hizo la Presidenta, Viau citó a Ernest Kantorowicz y su libro "Los dos cuerpos del Rey", un célebre ensayo en el que se resumen todas las teorías de la antigüedad, la Edad Media y la Modernidad sobre la doble condición del gobernante: por un lado, un hombre con un cuerpo común, con problemas de salud y emocionales como cualquier otro mortal; por otro lado, un hombre con un cuerpo político que ejerce el poder más allá de su condición física o psíquica.

La periodista contrastó el mensaje de Cristina con el discurso de Tilbury que desgranó Isabel I en el cual la reina se pone por encima de sus achaques físicos para liderar a una Inglaterra victoriosa.

El colectivo político y por ende la opinión pública han puesto sus ojos en la salud y el ánimo de la Presidenta desde aquel 27 de octubre del año pasado en el que enviudó. Los cuadros de hipotensión y la suspensión de la agenda de trabajo llaman poderosamente la atención y preocupan. La desaparición física de Néstor Kirchner, su esposo y socio político de tantos años, trastrocó la vida pública del país y, obviamente, la vida personal de Cristina.

La viuda debió hacer su duelo en privado y frente a la sociedad -refiriendo al marido muerto con un "él" omnipresente, vistiendo de negro, emocionándose- y a la vez ocuparse de los asuntos de la República.

Dos días después de la muerte de Kirchner, este cronista escribió un artículo que decía: "La Presidenta deberá ahora vivir -en términos estrictamente políticos- sólo con su propia corporalidad física; ser la mentora de las alianzas de su Gobierno, artífice de las decisiones que el extinto ex presidente tomaba por los dos. En síntesis, deberá sobrevivir políticamente a Kirchner".

A casi siete meses de la desaparición de su esposo, Cristina ensaya sus propios métodos para gestionar y extender su poder cuatro años más. Tiene la comodidad que le dan las encuestas, que le devuelven una intención de voto holgada frente a una oposición que no logra articularse en torno a nada.
 
Pero si el test electoral no pareciera complicado, sí tiene apariencia tortuosa el ejercicio del próximo gobierno. Frente a la imposibilidad constitucional de ser nuevamente reelecta, Cristina deberá forjar un sucesor "natural" porque sabe que el peronismo se empezará a mover en diciembre pensando obsesivamente en 2015. Trascender esa lucha, ponerse por arriba sin involucrarse, no es posible. Por eso la Presidenta empezó a usar sus propias armas.

Cristina fue siempre la mejor comunicadora del kirchnerismo y Néstor su gran ordenador, hacedor. Frente a las complicaciones que surgen en el terreno político y económico, con una inflación que devora salarios y los sindicatos amenazando con tirar por la borda "el modelo", la Presidenta apeló a aquel papel que más cómoda la hace sentir: desde la plaza pública advirtió, sermoneó, conminó a los probables o inminentes "enemigos".

La palabra traición sobrevoló el discurso. "La lealtad" -dijo- es un "bien escaso". Fue la forma de admitir una debilidad y negociar fortaleza futura. También fue un reconocimiento de una soledad insospechada para una persona que está en el cenit de su carrera política y en la cumbre del poder.

El mensaje de Cristina en José C. Paz es sobre el hoy, pero sus movimientos son hacia adelante. Por eso se preocupa por la conflictividad social que desata la hija no deseada del "modelo": la inflación. Si fuera una presidenta en retirada sus gestos serían otros. Pero Cristina se siente obligada a continuar porque el sistema de poder que construyó con Kirchner tenía dos actores nada más: su esposo y ella.

No hay en el horizonte oficialista otro candidato o, por lo menos, uno que sea también confiable para la Casa Rosada. Por eso los ojos atentos se posan sobre la decisión que tome, no tanto porque algunos puedan presumir que ella se bajará, sino por la forma en cómo encarará el desafío electoral y el próximo gobierno. Su cuerpo deberá estar fuerte política y biológicamente para que su autoridad no corra riesgos.

La Presidenta consiguió ayer un nuevo respaldo del consejo nacional del PJ, esta vez para que sea candidata. En los papeles, todo está como debería estar. Pero una cosa son las acciones públicas de los otros y otra cosa es la vida privada. La apelación a una mística -la de hacer perdurar un modelo de inclusión, por ejemplo- no pareciera bastar.