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El Censo 2010 genera señales de alerta

* Por Alieto Aldo Guadagni. Los resultados del Censo de población que se conocieron en diciembre son preocupantes, ya que evidencian un grave desequilibrio territorial. Ya sabíamos que Argentina padecía de un desequilibrio regional, pero lo grave es que esta tendencia se ha agravó en los últimos años

Cualquier observador puede apreciar la tensión demográfica y social que existe hoy en el Gran Buenos Aires (GBA), donde la presión por acceder a tierra y vivienda incluso se manifiesta de una manera caótica invadiendo ilegalmente propiedades no sólo publicas sino también privadas. En el GBA reside hoy uno de cada tres habitantes, casi 13 millones sobre un total de un poco más de 40 millones. Es decir que en menos del 0,2 % del territorio nacional se aglomera el 32 % de la población; esta tendencia, impulsada por corrientes inmigratorias del exterior y del interior, dio como resultado que entre los censos del 2001 y 2010 el crecimiento del GBA fuera muy superior al del resto de la población diseminada en el 99,8 % del territorio. La población en los 24 municipios del conurbano creció mucho más que en las provincias; el conurbano creció al doble o más que Chaco, Entre Ríos, Santa Fe, La Pampa, Corrientes y Córdoba, más del 50 % que Mendoza, Tucumán y Formosa y 40 % más que el interior de la propia provincia de Buenos Aires.

Esta aglomeración creciente, fundamentalmente de gente muy humilde agrava los problemas de acceso a una vivienda digna. Para que los 24 municipios del conurbano tengan la misma relación habitantes -vivienda que existe en los restantes 110 municipios de la Provincia se deberían construir ya más de un millón de viviendas, es decir nada menos que un 35 % adicional. El GBA crece más que el interior del país no porque su natalidad es mayor, sino porque es el destino principal de las migraciones desde el NEA, el NOA y desde Bolivia, Perú y Paraguay.

La pregunta es si este proceso es inevitable, porque responde a una creciente demanda de mano de obra bien remunerada por el despliegue de actividades de alta productividad en el GBA. La respuesta es no, este proceso no solo no es inevitable sino que está artificialmente motorizado por dos graves desaciertos de la política económica. Los migrantes son racionales y saben detectar muy bien las oportunidades no solo laborales sino también de acceso a los beneficios sociales. Si el grueso de los subsidios discrimina negativamente a las ciudades y pueblos del interior como ocurre en la actualidad (comparar el precio del boleto del colectivo en una ciudad del interior con el de Buenos Aires o la tarifa eléctrica de Río Cuarto o de Reconquista con la de Recoleta), nadie puede sorprenderse de esta creciente hipertrofia alrededor de Buenos Aires. Pero el principal motor que acelera la pérdida poblacional del interior son los impuestos antiproductivos que rigen desde hace ya ocho años, que impiden que el interior pueda ofrecer mejores alternativas laborales y de progreso a los potenciales migrantes gracias a un superior crecimiento de sus producciones regionales. Para esto no se necesitan subsidios o prebendas fiscales para el interior, sino algo más simple: dejar de aplastarlo con impuestos que desalientan sus producciones donde por lejos es mucho más competitivo que el conurbano. Somos el país con los impuestos más altos a las producciones que se exportan; las exportaciones agroindustriales aumentan (muy por debajo de su potencial) gracias a los altos precios internacionales y a pesar del régimen tributario, no gracias a medidas inteligentes de estimulo a la producción. La incidencia de nuestros impuestos sobre las exportaciones es la más alta de toda América Latina: 15 veces superior a la de México y Chile, 9 a la de Perú y 7 a la de Brasil.

La aplicación desmesurada de impuestos a las exportaciones ha sido el instrumento elegido por el gobierno para centralizar la caja, porque estos impuestos no se coparticipan a las provincias. Mientras se sigan gravando de esta manera las producciones exportables, será difícil que el interior sustente un fuerte proceso de crecimiento económico y así pueda retener población. No pueden ser buenos impuestos los que desalientan el crecimiento de los pueblos del interior. Otro régimen tributario es necesario, no solo para un mejor equilibrio poblacional sino también para la paz social en el GBA que tumultuosamente demanda tierra y vivienda.