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Eduardo Feinmann y un picante cruce con “el gordo del mortero”: “Usted cometió un delito”

El periodista entrevistó al precandidato a senador por el Frente de Izquierda. Hubo tensión cuando Sebastián Romero afirmó ser “un preso político”.

Sebastián Romero es militante de la Izquierda y fue noticia cuando, en diciembre de 2017, disparó un mortero contra la policía en el marco de los disturbios que se produjeron frente al Congreso. Hoy es precandidato a senador por la provincia de Santa Fe y, en una entrevista con Eduardo Feinmann en LN+, protagonizó un tenso ida y vuelta.

La primera pregunta con la que Feinmann abrió el programa fue respecto al apodo con el que Romero es conocido. “¿Le siguen diciendo ‘el gordo del mortero’?”, inquirió. “Sí. Es un apodo que me pusieron los medios y lo estamos usando al servicio de la lucha”, respondió.

Tajante y al hueso, el periodista le consultó por los eventos vividos en 2017 y quiso saber si se arrepentía por “haber sido uno de los tantos que tiró 14 toneladas de piedras hacia el Congreso”. “Estoy lejos de arrepentirme. Esa jornada los medios difundieron mi imagen para tapar una cosa que fue real: todo un pueblo movilizado contra esa reforma y repudiándola”, indicó Romero.

La conversación se fue intensificando y a medida de que Feinmann le adjudicaba querer “voltear a uno de los poderes del Estado”, el precandidato se defendía y aseguraba que había participado “de una marcha masivamente con el pueblo trabajador”. “Ahí repudiamos una reforma que mató de hambre a los jubilados y niños”, argumentó.

Sin embargo, el momento más álgido de la entrevista llegó cuando Sebastián Romero recordó estar cumpliendo prisión domiciliaria sin fecha de juicio y se autoproclamó como un “candidato preso político”.

“Usted no es candidato preso político, cometió un delito. Es el código penal el que lo persiguió, no la política. No es por pensar distinto, Romero. Le tiraron el Código Penal por la cabeza”, arremetió Feinmann.

No obstante, la defensa del militante continuó: “Me acusan de intimidación pública y lejos estuvo de serlo. Para ser intimidación pública, toda la población tiene que tener miedo a salir a las calles. Ese día, después de la manifestación, la gente volvió a la plaza con la cacerola repudiando esa reforma. No existió esa tal intimidación pública”, sostuvo.

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