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Escritor Periodista

Despojada, desalojada del eje natural, desestabilizada

En Argentina gana quien se equivoca menos. Nunca el que acierta más.

escribe Carolina Mantegari
del AsisCultural, especial
para JorgeAsisDigital.com

 

La Doctora solo se tiene a sí misma y a las bandas incondicionales sin votos que la apoyan.

Como corresponde, desde Amado, El Descuidista, hasta aquí sus apuestas audaces terminaron todas mal.

Le fue mal con el impacto del tuit que consagró a Alberto, El Poeta Impopular (“en un punto, hoy soy el presidente y decido»).

Le fue mal con el experimento innovador de Axel, El Gótico (volvió el «peronismo de cochería»).

Pero lo inconfesable es que chocó también con la fibra natural depositada en Máximo (ídolo de los lectores elitistas de las «Pravdas» enfrentadas).

Con pragmatismo estomacal, en 2019 La Doctora seleccionó para armarse a dos oponentes internos.

Alberto, que no tenía un voto. Y Sergio, El Conductor, a quien le quedaban votos después de derrochar centenas de miles.

Ambos vulnerables por los antecedentes declaratorios que constaban en los archivos destituyentes.

Pero Sergio es el único que no decepcionó a La Doctora (nunca la había ilusionado).

Sergio mantuvo el mérito inusual de no cometer errores. No se habló encima, no hizo goles en contra y no se baleó un pie.

Alberto, Axel y Máximo la llevaron de la mano hacia la derrota de agosto de 2021.

Debió recurrir a Juan Manzur, El Menemcito, al que tampoco quería, pero valoraba.

Para cambiar el aire y remontar con el peronismo de cochería (unifica a los gobernadores, minigobernadores y sindicalistas).

 

El tema del eje

 

La Doctora fue presidenta por Néstor, El Furia. Y por el mismo motivo no fue buena presidenta.

Por la herencia, por la pasión recaudatoria, La Doctora dedicó su energía en enfrentar cuestiones judiciales.

Debió atacar a la defensiva. Acosada por la daga amenazante de la Justicia y la ferocidad mediática.

Despojada, desalojada de su eje natural, desestabilizada. El manejo de poder se redujo a la prioritaria situación personal.

Las precariedades del negocio hotelero aún pueden arrastrarla. Peor todavía si se le evapora el poder.

Quien llevó a la presidencia con un tuit no pudo resolver los problemas que la despojaron del eje natural.

Pero la decepción con Alberto no está legitimada por la ineficacia. Alude a sus papelones personales.

Caravana descendente desde la Cuesta de Vicentín. El sendero del papelón que, por recato, aquí no se enumera.

 

La provincia del pecado

Axel fue la apuesta audaz más transparente para la provincia del pecado. Pero Buenos Aires padeció el cataclismo electoral.

Con dolor, La Doctora intervino la provincia. Martín Insaurralde, El Jésico, cumplió con el rol de Manzur en la nación.

Mientras tanto Alberto hacía el duelo y tomaba notas para entender la magnitud de su desastre.

La derrota de octubre no pudo ser evitada. La remontada del peronismo de cochería permitió tergiversar un triunfo.

Entonces Alberto contuvo la pronunciada tendencia hacia el papelón.
La señora Gabriela Cerruti, Biógrafa del Ángel, impuso un freno técnico al estilo “declaración precoz” de Alberto.

Y limitó el acaparamiento de Manzur (el Juan 23 que atormentaba a Alberto).
Sin estamparse helados en la frente, Alberto se concentró con Guzmán, El Meme, en el Acuerdo cosmético con el Fondo.

Ahora la oposición, con sus propios papelones, atenuaba la ineficiencia del oficialismo.

Mientras Guzmán, con Santiago, El Nietito -y los contactos de Sergio y de Juan-, estructuraban la cosmetología del entendimiento con el Fondo, los opositores de Juntos se enredaban por los “nabos con iniciativas” que actualizaron el concepto abyecto de Gestapo.

 

El que se equivoca menos gana

 

En Argentina gana el que se equivoca menos. Nunca el que acierta más.
El entendimiento cosmético con el Fondo le produjo al gobierno la oxigenación del fin de semana.

Algarabía artificial quebrada, desde el bando propio, por la precipitada inmadurez de Máximo, titular del bloque de La Pajarera.

Tomó con solemne seriedad la cuestión de las convicciones y produjo la renuncia más innecesaria.

Lo imperdonable de Máximo fue que, con su golpe de efecto, logró provocar la valoración de Alberto.

Por la superstición del «hijo de dos presidentes», Alberto comparativamente se elevó como un racionalista, hostigado por los delirios del kirchnerismo llamado, para colmo, “duro”.

El patriota no aceptaba concesiones y adhería, acaso a su pesar, a la idea honorable de la Argentina Garca que no debe pagarle a nadie y tiene que ser financiada por la comunidad internacional.

Etnia de políticos formados para el aplauso y la aprobación. Pero gobernar es una tarea que reproduce exactamente lo contrario.

Gobernar implica recibir puteadas de los contemporáneos.

“Si buscás aprobación te equivocaste de oficio. Y si querés ser fiel a tus convicciones, lo mejor es suicidarse”.

 

“Aire movido por los labios”

 

Tiene razón Alberto al seguir los consejos implícitos de un verso del poeta Jorge Teillier que el embajador Argüello puede recitar.

“Palabras, un poco de aire movido por los labios”.
Palabras al vacío o al viento. Sean contra La Doctora o a favor.

En el Cambalache de Discépolo da lo mismo suplicar ayuda a los Estados Unidos que defecarse en su influencia en la casa del adversario (otra vez Teillier: «tu sonrisa de extranjera se burló de mí en la fiesta de mis enemigos»).

O postularse al mejor estilo Victorio Codovilla para ser la puerta de entrada de Rusia (como si al nuevo Stalin le hiciera falta).

Mientras se preside la broma de Milan Kundera de la CELAC y se le dice al Departamento de Estado con la astucia de Al Pacino:
“Me hago cargo y contengo a los pandilleros del barrio como Cuba, Nicaragua, Venezuela”.

Ante Albertito Estadista caben dos alternativas. “O es una combinación genial de Talleyrand y Churchill con Kissinger o es un frívolo cultor ligeramente irresponsable de la geopolítica a la bartola”.

Corresponde inclinarse por la segunda hipótesis.

Por suerte sale en su rescate Eduardo Valdés, El Puff: “Nuestra política exterior es el multilateralismo”.

Despojada, desalojada del eje natural, desestabilizada, La Doctora profundiza la filosofía del silencio.

Sabe que se tiene solo a sí misma. A pesar del acoso judicial, contempla una película diferente. Pudo captarla el pensador Jorge Fontevecchia.

La fantasía del jubileo populista que retorna desde Perú, pasa por Bolivia y Chile, y viene en 2022 por la decisiva Colombia.

Sin olvidar la proximidad de Brasil. La tortilla siempre puede darse vuelta.

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