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Del lujo de Messi al overol de Mascherano: la transformación de la Selección argentina

Con el correr de los partidos del Mundial se fue cambiando todo lo diagramado por Sabella. Por suerte, hasta acá acertó en sus decisiones.

Durante los dos años y monedas que llevaba el ciclo de Alejandro Sabella hasta el Mundial, la única cosa que estaba clara (y que la gente apoyaba) era el estilo de juego: el golpe por golpe. Vos me hacés 3 goles, yo te hago 4 y gano el partido.

Los altos niveles de Agüero, Di María, Higuaín y, sobre todo, Messi, hicieron que este sistema tuviera consenso tanto dentro como fuera del plantel. El único que siempre tuvo reparos fue el propio entrenador, quien notó un equipo descompensado.

Un Mundial es un torneo diferente. Dicha esta obviedad, las lesiones, las presiones y el desgaste físico hicieron que ninguno de los 4 fantásticos llegara con el nivel esperado a la máxima cita.

Cuando las papas quemaban, y ante la falta de fineza a la hora de armar y definir las chances de gol, se cambió el esquema, la disposición de los jugadores y hasta la intención: se dejó de lado la galera y el bastón para priorizar el sacrificio de jugadores como Lavezzi, Enzo Pérez y hasta Basanta.

Esto no significa que la Selección sea débil, más bien todo lo contrario. Desde que asumió Sabella, el equipo logró lo más difícil, atacar bien, resignando lo más simple, defenderse adecuadamente. Ahora, ante la desazón de haber perdido la esencia ofensiva, el juego del equipo se basa en el sacrificio, el orden y la prioridad de mantener el cero en el arco, algo a lo que en la previa era impensado.

Con esta idea llegó a la final de un Mundial luego de 24 años. Más por obligación que por convicción, se dejó de lado la idea de Messi y se priorizó la de Sabella. Hasta acá alcanzó con rivales que son de la misma talla. Es imposible decir qué pasará ante un superior como Alemania.