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Déjà vu peligroso

A pesar del esfuerzo estadístico por mostrar un modelo distinto, los últimos indicadores están poniendo en evidencia que la actividad económica está languideciendo.

Del resto, la inflación se está encargando de liquidar los últimos vestigios de riqueza en manos de la mayoría de la población.

¿Cómo es posible que baje la pobreza con una inflación que roza el 30% anual? Algo inexplicable excepto para las estadísticas oficiales.

Sin embargo, hay indicadores más fidedignos que acercan una mirada a la realidad. La menor propensión de las empresas a tomar nuevos trabajadores, la caída en las ventas de muchos sectores, los menores ingresos fiscales y los reclamos sindicales en las discusiones paritarias son síntomas de una inflación desbordada y de una actividad camino a la parálisis.

El déficit fiscal de marzo –casi 500 millones de dólares– muestra el origen de la inflación, que luego es financiado por la alcancía del Banco Central. Para ello han modificado la carta orgánica de la entidad, un hecho que para la mayoría de la población pasó de manera inadvertida pero que constituye un episodio de mayor gravedad económica que la confiscación de YPF.

La ecuación se completa con la falta de límites al financiamiento del Tesoro y con un hecho que por ahora se acerca más a las crónicas policiales pero que es la espada de Damocles sobre la economía: el caso Ciccone.

¿Por qué el gobierno tiene tanto interés en esa imprenta? La respuesta es simple: porque es la máquina de hacer billetes y, desde allí, la administración nacional podría "empapelar" el país con pesos, naturalmente sin respaldo. De ser así, esto tendría un costo que se traduciría en explosión inflacionaria.

¿Quién va a controlar la cantidad de billetes que salgan de allí, cuando se quitó al BCRA el poder de supervisión? Esto equivaldría a decir que la aceleración de la inflación y la mayor demanda salarial darían nuevo impulso al aumento de precios, potenciando la puja por la distribución del ingreso. Esto daría paso a un círculo vicioso con un efecto no deseado: una devaluación que pulverizaría el salario. En otros términos, la maquinita al servicio de las apetencias del poder, una historia repetida y con un final trágico.

Mientras la administración Kirchner trata de ocultar este tema junto con el colapso del sistema de transportes y los 51 muertos arriba de un tren, la operación sobre YPF comienza a mostrar los primeros problemas.

Desde el punto de vista interno, ya se empieza a hablar del día después de la sanción de la ley cuando las autoridades deban tomar el comando efectivo de la empresa y deban decidir de qué manera se va a invertir, para evitar mayores importaciones.

Por ahora, todo es un galimatías. Un ejemplo de ello: mientras funcionarios y legisladores despotricaban contra Repsol por su gestión, la administración Kirchner decidía importar gas desde Bolivia cuyo exportadora es la misma Repsol.

Pero esto es sólo el comienzo porque el tan meneado concepto de soberanía energética y autoabastecimiento aparece como una quimera, habida cuenta de que las necesidades energéticas superan largamente la oferta de YPF y, a menos que se le inyecten miles de millones de dólares y se aumenten los precios, las importaciones de combustibles serán más que urgentes.

Desde el punto de vista externo, la confiscación de YPF preocupa a todo el continente porque puede alejar las inversiones extranjeras.

El tema fue el eje central en todas las reuniones del G20 tanto en el capítulo financiero en Washington como en la mesa comercial en Puerto Vallarta, México. Allí, la aventura argentina tuvo que ser defendida por la polémica Beatriz Paglieri, sin mucho éxito.

El mayor contrapunto se produjo entre Paglieri y el representante de Estados Unidos Michael Punke, que dejó en evidencia el absurdo argentino. La funcionaria tuvo que replicar dos veces en esa sesión para pedir respeto a la soberanía argentina y echar en cara a los presentes que no se había leído el proyecto de ley. Acto seguido señaló que era un asunto bilateral que no debería estar presente en esa reunión, a lo que el delegado norteamericano respondió con una ironía que ofuscó a Paglieri y provocó risas en el encuentro: "Ignorar el tema sería como ignorar al elefante que todos ven en una habitación", disparó Punke.

Pero lo más grave desde la visión externa es la falta de respeto a las reglas de juego, la imprevisibilidad, el poco valor que le atribuye la administración Kirchner a la diplomacia, la baja en la calidad crediticia del país, de las provincias y de las empresas y bancos y el aislamiento internacional.

El destino de YPF pasa, en lo externo, por negociar con Repsol un precio que les conforme y poner fin a la expropiación. En lo interno, la viabilidad de la petrolera pasa por una mejora de los precios para recomponer su flujo de caja que permita invertir en producción y exploración.

Si los precios continúan congelados, YPF se enfrentará a una fuerte descapitalización y en poco tiempo se asistirá a la quiebra de la compañía.