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De campeón mundial a femicida: la historia de Carlos Monzón también es la de Alicia Muñiz

Por Luis Ángel Molinas. La serie sobre la vida del boxeador reabre el debate: ¿debemos destacar sus cualidades para el deporte o su violenta relación con las mujeres?

La biopic sobre la historia de Carlos Monzón se convirtió rápidamente en una de las grandes novedades del 2019. La producción se propuso contar la investigación del asesinato de Alicia Muñiz, la pareja del boxeador, sin dejar de lado los logros deportivos del santafesino.

‘Monzón’, que cosechó una gran cantidad de espectadores tras su estreno en junio desde la pantalla de Space, llegó este viernes a Netflix, donde pretende alcanzar a un público más amplio para contar una historia signada por el triunfo, la idolatría y la muerte.

Basada en el libro ‘Monzón, secreto de sumario’ de María Adelina Staiolo, la serie se destaca por dar cuenta de una concepción propia del último tiempo: la noción de “femicidio” rompió con el concepto de “crimen pasional”. Este caso lo logró por tratarse de personajes altamente reconocidos y mediáticos.

Y en esto se basa la narrativa del audiovisual: entender que a la par de las grandes victorias en el mundo del boxeo, en el que Monzón llegó a consagrarse campeón del mundo, se escribía una tortuosa historia de relaciones violentas con sus parejas, desde su noviazgo con “Pelusa”, su primera esposa, pasando por Susana Giménez –interpretada por Celeste Cid- y finalmente, Muñiz.

A las grandes personificaciones de Mauricio Paniagua –el Monzón joven- y de Jorge Román –el deportista ya retirado-, parece que le falta algo: contar un poco más sobre la infancia del boxeador, cómo repercutió en su vida la caída en las adicciones y su violenta forma de relacionarse, en especial con el género femenino, donde todo lo resolvía a los golpes. En este punto hay algo que aclarar: no se trata de justificar al asesino, sino entender por los procesos por los que pasó en su vida para llegar a ser lo que fue.

Y de la historia de Muñiz también quedaron en el aire muchos más detalles, si bien conocidos, pero no graficados en lo visual: la resolución del juicio al campeón del mundo solo quedó mostrada a través de unos graphs al final del último capítulo, cuando pudo haberse usado ese hecho para enfatizar con mayor intensidad la idea de recordar que Monzón fue un femicida.

Si bien la reconstrucción de la investigación de la causa Muñiz contó con algunas desviaciones ficcionales sobre el mundo de las drogas y la fama, la serie utilizó de manera sorprendente el material de archivo, incluso jugando con el entrelazado de imágenes de la época y la actuación de los protagonistas, además de dejar en evidencia la falta de conciencia sobre la violencia de género propia de la época. Así podemos recordar que los medios de comunicación evitaron hablar de un crimen e incluso intentaron justificar la actuación de Monzón por estar borracho al momento del femicidio. El ejemplo más fuerte, el título de Clarín de ese entonces: “Tras una riña con Monzón murió su mujer”.

En fin, ¿por qué una serie de Monzón en 2019? El abordaje es claro: discutir contra aquella memoria colectiva que selectivamente recuerda con cariño al campeón del mundo y pone en segundo plano al hombre que golpeó y asesinó a su pareja, además de rememorar que recibió de la Justicia la irrisoria pena de once años de cárcel por “homicidio simple”.

Ahora bien, otra pregunta queda en el aire: ¿debemos someter a todos los ídolos deportivos argentinos a un examen sobre su relación con las mujeres? Los aplazos abundan, y podemos enumerar casos como el de Diego Maradona, Claudio Caniggia o Ricardo Centurión.

¿Pesa más en el imaginario de la gente que un hombre sea un golpeador a que se destaque en su actividad profesional? Siempre y cuando sean hechos debidamente comprobados, aunque la palabra de la víctima tiene que ser la última en ser cuestionada. Pero, desde la misma óptica, entender que ser un violento no es una cuestión inherente de la persona y tampoco inmodificable, sino que puede revertirse con el trabajo de varias áreas e instituciones, que actúen tanto desde el castigo como desde la prevención.

No se trata de juzgar por juzgar, sino de entender que la violencia de género, si bien puede parecer un delito de índole privado, es una problemática social que debe atenderse desde lo cultural. Y en este punto, plantear este debate desde la masividad de las plataformas de streaming es un éxito de la serie de Monzón.

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