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Cuidado con la balanza

*Por Marcelo Zlotogwiazda. Mirando el horizonte de la economía argentina a mediano plazo, de acá a uno o dos años, surge una pregunta inquietante: ¿no llega acaso el momento en que el atraso cambiario provoca un notable achicamiento, e incluso déficit, en la balanza comercial?...

Y si la respuesta tiende a ser afirmativa, se deriva otra pregunta aún más inquietante: ¿cuál es el riesgo de que muchos de los que adviertan el peligro de que eso ocurra en un futuro mediato, se adelanten a los acontecimientos y opten por anticipar la compra de dólares antes de una presumible devaluación?

Antes de seguir resulta imprescindible una aclaración. El abaratamiento del dólar no conduce inexorablemente al déficit comercial. La historia reciente de Brasil y Chile son dos claros ejemplos que lo demuestran. En el primero de los casos, el tipo de cambio nominal pasó de más de 3 reales por dólar hace cinco años a menos de 1,70 ahora, y sin embargo la balanza comercial se mantuvo superavitaria y cerró el año pasado en algo más de 20.000 millones de dólares, que si bien es el saldo más bajo de los últimos ocho años sigue siendo un número elevado y muy lejano de ser rojo.

Chile muestra una realidad análoga. Allí el dólar se bajó de 691 pesos en 2003 a 510 en 2010 (ahora está en 475), y pese a eso el comercio exterior también permaneció constantemente en terreno favorable, con un saldo positivo de algo más de 15.000 millones de dólares el año pasado.

Una de las razones principales que rompió la histórica relación causal entre atraso cambiario y rojo comercial fue el fenomenal aumento en el precio de las materias primas y de los commodities industriales que exportan esas economías. En el caso de Chile es muy evidente: el precio del cobre se multiplicó por cuatro desde 2003 hasta ahora, lo que catapultó el total de exportaciones de 21.700 millones de dólares en 2003 a casi 70.000 millones el año pasado.

En la Argentina el dólar no se abarató nominalmente, pero sí en términos reales, ya que la inflación de los últimos cuatro años (alrededor del 100 por ciento) fue muy superior al aumento en su cotización, que subió 31 por ciento desde diciembre de 2006 (valía 3,09 pesos). A tal punto que se estima que el poder de compra del dólar en pesos está sólo un 15 por ciento por sobre el nivel de finales de la Convertibilidad.

Pero tampoco aquí ese retraso se tradujo en déficit comercial. El 2010 concluyó con un superávit de 12.000 millones de dólares, y todos los pronósticos para este año marcan que habrá un holgado excedente. Según el relevamiento que realiza el Banco Central entre consultoras, centros de estudio y bancos, la expectativa promedio es que el excedente comercial ronde los 10.000 millones de dólares.

Esos resultados se explican por la revalorización de las materias primas y de los commodities industriales, pero también por el hecho de que, si se lo mide correctamente, el tipo de cambio se viene retrasando pero aún está bastante por arriba de fines de la Convertibilidad. Medir bien implica no sólo considerar la paridad entre el peso y el dólar junto con los precios de la Argentina y los Estados Unidos, sino también la paridad con las monedas del resto de los países con los que hay comercio y sus respectivas inflaciones. Por ejemplo, en primer lugar hay que tomar en cuenta la enorme apreciación del real y el consecuente encarecimiento en dólares de los productos del principal socio comercial de la Argentina. Puesto toda en la bolsa se llega a que el tipo de cambio real multilateral, que es la manera correcta de evaluar si hay o no atraso cambiario, está un 70 por ciento por arriba de diciembre de 2001 (a pesar de lo cual la Argentina tiene casi 3.500 millones de dólares de déficit en el intercambio bilateral, que obviamente sería más grande con un real menos apreciado).

Pero el problema está en que las perspectivas indican como muy probable que ese colchón cambiario del 70 por ciento se siga achicando, porque se espera que la inflación vuelva a superar en 2011 al aumento del dólar, y porque difícilmente el real o las otras monedas relevantes tengan una apreciación considerable. Por el contrario, hay algún riesgo de que el gobierno brasileño propicie la depreciación de su moneda.

Es entonces cuando irrumpen las preguntas del comienzo. Más conducente que conjeturar eventuales respuestas es interpretar cuál es la visión que tiene el Gobierno sobre el tema.

Si bien la proyección oficial sobre balanza comercial también se sitúa alrededor de los 10.000 millones de dólares de superávit, y por más que en el discurso de apertura de sesiones legislativas del martes pasado la Presidenta sostuvo que el tipo de cambio sigue siendo competitivo, el Gobierno ha dado señales nítidas de que está preocupado porque las importaciones vienen creciendo mucho más que las exportaciones: en 2010 aumentaron el doble (46 vs. 23 por ciento), y en enero último la diferencia fue mayor (52 a 22 por ciento). La señal más clara fue la ampliación de 400 a 600 en las partidas con licencias no automáticas de importación, que es una herramienta para demorar, dificultar y, por ende, intentar disminuir el ingreso de mercadería extranjera. Se calcula que esa medida abarca a casi un quinto de las importaciones, entre las que se encuentran textiles, calzado, electrónica y autopartes. A eso se agregan otras restricciones, como por ejemplo al ingreso de autos lujosos.

El Gobierno argumenta en público que el objetivo de ese instrumento es proteger a la industria nacional, defender el empleo industrial y promover la sustitución de importaciones. Pero si hay algo que proteger, defender y promover, es en parte porque el escudo cambiario se ha debilitado.

Para los ansiosos por una respuesta sobre prontos movimientos especulativos con el dólar, conviene siempre recordar un dato clave: en el Banco Central hay más de 53.000 millones de dólares de reservas y en octubre hay elección presidencial.