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Cristina y el infierno tan temido del ACV

El viernes pasado entre tragos y picadas, un funcionario de Presidencia de la Nación nos contaba que "la doctora" había desechado la "re re re" hace tiempo, y sus planes futuros. Horas después, el infierno tan temido.

"Ruso, lo que me contaste que tuvo tu hermana fue lo que le pasó a la doctora",  fue el mensaje lacónico horas más tarde.

Yo le había contado que a mediados de septiembre fui partícipe de una de esas ironías y misterios del destino.

¿De dónde vengo? Familia tipo, matrimonio con dos hijos. Uno de ellos (o una, la mujer) hizo siempre una vida ordenada,  siguió una carrera afín a la medicina (o sea, sabe cuidarse), apenas toma un poco de vino en las cenas. El varoncito de la familia (casualmente, yo) fue todo lo contrario. Mal estudiante pues solo se dedicaba a las materias que le interesaban, alegre borrachín desde adolescente, y otros vicios que mejor ni hablar de ciertas cosas.

Si había un candidato entre ambos para ser víctima de un ACV ya se sabe quién era. Una sola diferencia, yo no sé lo que es el stress y ella sí.

Pero un día mi hermana empezó a decir cosas incoherentes, dejaba las puertas abiertas y cosas que paren tontas pero no lo son. Pues ahí residen los síntomas que pueden evitar que el principio de un derrame cerebral culmine en tragedia. Y la tragedia no es la muerte, pues como canta Skay Beilinson "la parca nunca duerme, ella viene siempre detrás". La tragedia es quedar como el pobre Gustavo Cerati,  en el estado medio entre este mundo y el otro cuando Dios no activa la función "pausa" y quedás congelado en el éter.

El sábado los allegados íntimos a Cristina Fernández notaron que su comportamiento no era habitual. Decía y hacía cosas sin sentido, fuera de lo normal, entonces avisaron a los médicos lo que ocurría.

Ese tiempo en que se dan cuenta que algo falla en la persona, son los momentos vitales en que la medicina puede evitar "el infierno tan temido" (la frase, para quienes no la registran, es el título de un cuento de un grande de la literatura nacional, Roberto Arlt).

El cuerpo humano es la maquinaria más perfecta de la Creación. Si una vena se duerme la mona y no lleva sangre al cerebro, la otra que tiene diferente función es la que lo hace, pero por un rato. Ahí es cuando los médicos entran en acción para evitar la tragedia.

Los médicos televisivos son aburridos y bastante pobres para comunicar formas de prevenir cuando el cuerpo humano avisa que algo está fallando en su interior. Una frase común es hablar de las enfermedades silenciosas, pero la medicina china la rebate diciendo que no hay enfermedades silenciosas sino que hay oídos sordos al momento de escuchar los síntomas.

Quizás este simple ejemplo sirva para que los lectores entiendan mejor que lo que lo explican esos médicos aburridos, que cuando una persona empieza de golpe y porrazo a entrar en un limbo de incoherencias le está enviando mensajes a su entorno de que las cosas no van bien en el interior de la maquinaria perfecta.

Ese entorno íntimo de Cristina Fernández fue decisivo para evitar un estado irreparable.

Hoy la tragedia nacional es otra. Tener a Boudou al mando de la Argentina es como encargarle al Padre Julio Grassi sea el responsable de un jardín de infantes mientras su encargado anterior se toma una licencia.

Y algo que en el peronismo es una marca registrada. Cuando el cacique en jefe se aleja del escenario, la indiada se mata entre ellos para ver quien hereda la jefatura. Una película que ya vimos antes.