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Charlas de quincho

Con el silencio, no de los inocentes sino de los expertos, se inician los quinchos de hoy: un silencio (el de Cristina de Kirchner con respecto a su candidatura) que no obedece a más vacilaciones que las del cálculo político, y que motivó que Daniel Scioli, para negar diálogos inexistentes, jugara al fútbol con Tevez y se calzara los guantes de box de Holyfield.

En estas vísperas apareció nuevo estratega: el embajador González García, proveedor de consejos a candidatos de Capital sobre asuntos demográficos, quien brindó por la sanción de su ley antitabaco. Le contamos también al lector las entrañas del asado de enfrente, donde el macrismo celebró encuestas que dan vencedor al jefe en segunda vuelta. Para el final, un quincho benéfico (con voladura de peluca de famoso estilista) y una velada artística con fondo veneciano. Veamos.

El silencio de Olivos sobre candidaturas y vices desconcierta a algunos y tranquiliza a otros; Cristina de Kirchner tenía plan de vuelo listo para crear más misterio desde El Calafate, pero la columna de ceniza que paralizó a medio país se lo impidió. Esos silencios animan la glándula de la imaginación a los periodistas con vocación de psicólogos, que creen que las decisiones en la cúpula -ésta o la de cualquier país- se toman por arranques anímicos y no con racionalidad. Como no constan más que leyendas sobre la subjetividad de la Presidente, será más conveniente, hasta nuevo aviso, revisar sus decisiones a la luz de esa racionalidad y de la conveniencia del Gobierno, algo que ha caracterizado hasta ahora a Cristina de Kirchner -avaló la candidatura de Daniel Filmus en Capital por sobre otras porque las encuestas lo dictaban; se separó del destino de José Manuel de la Sota en Córdoba por la misma razón; ¿para qué someter al voto K de ese distrito a un recuento globular el 7 de agosto cuando falta tanto para la presidencial?-. La prisa del cierre el miércoles de las alianzas le animó el fin de semana a la Presidente en Olivos; los armadores del esquema de adhesiones en todo el país no durmieron el fin de semana cruzando consultas con todos los distritos y sometiendo a otras a Cristina, que no le dejaron mucho tiempo al ocio.

Cualquier error en esa relojería puede ser fatal para la elección de octubre, más cuando todas las fuerzas se mueven a ciegas a la espera del resultado de las primarias del 14 de agosto. Por más que presuman y adelanten juicios sobre la base de encuestas, de esas elecciones obligatorias saldrá un mapa distinto al que se percibe hoy. Algunas candidaturas no llegarán a tener los votos necesarios para participar, y esa primaria se parecerá mucho a una encuesta con la cual el oficialismo y la oposición sabrán con qué cuentan, qué capacidad de movilización tendrán y quiénes serán los amigos y los enemigos. Habrá, desde el Gobierno, premios y castigos a unos y a otros, y será una oportunidad para trabajar sobre bolsones problemáticos de votos que sólo revelará ese experimento que es la primaria de agosto.

Tan a la espera de esa efectividad están los políticos, que un ligero viento puede mover el follaje más de lo deseado, como ocurrió el jueves, cuando la leyenda de una reunión en un pasillo entre Cristina de Kirchner y Daniel Scioli les hizo creer a los mercados que podía haber una resignación en el proyecto de reelección. No bastó que Scioli negase cualquier reunión y cualquier charla sobre ese otro asunto, aferrado a la frase de que en materia de candidaturas no habrá sorpresas. Eso lo obligó a reforzar la línea de campaña de actos no políticos (en apariencia), como jugar al fútbol el viernes con Carlos Tevez, con la novedad de que el equipo de éste le ganó al de los Piqueteros de Villa La Ñata en el que juega el gobernador. No es común que esto pase -la diplomacia del fútbol hace que siempre gane quien ocupa el vértice del poder, lo sabían quienes dejaban ganar a Carlos Menem en torpes torneos de tenis-; pero el gobernador se quejó de que Tevez se hizo acompañar por profesionales como Néstor Ortigoza (San Lorenzo).

Así no vale. Por eso habrá revancha en Parque Apache después de la Copa América, y Tevez sabe lo que tiene que hacer. Igual se devoró el asado que había llevado Alberto Samid a la villa La Ñata, que compartieron algunos amigos del gobernador y un puñado de intendentes. La mesa se extrañó cuando a la hora del almuerzo Tevez se sacó las zapatillas y comió descalzo. Pidió disculpas y confesó que tiene problemas con el calzado desde que era niño, cuando jugaba descalzo, y si lo hacía con botines, estaba obligado a usar unos de su hermano mayor, pero que eran dos números más chicos, «y no saben lo que me hacían doler. No había plata para otra cosa», confesó emocionado, «por eso me quedó esta costumbre». Menos emoción y más risas hubo ayer en La Ñata, visitada para otro asado por el boxeador Evander Holyfield, un peso pesado que vino al país para exhibirse en el Luna Park y participar del festejo por el aniversario de un canal de cable. Este Holyfield es el mismo que sufrió la mordida en la oreja en una pelea con Michael Tyson, estrella hoy en estas playas por su participación en el programa de Tinelli, pero como bailarín. No hubo mordidas, pero el gobernador aprovechó para calzarse guantes para una foto que seguramente usará en la campaña para amedrentar a los díscolos.

Con esa incertidumbre, es comprensible que los candidatos a las primeras elecciones que vienen, las de la Capital Federal, demoren, a menos de un mes del 10 de julio, la salida a la cancha. El kirchnerismo del distrito todavía lame heridas del tumultuoso cierre de listas debajo de la nómina de Filmus-Tomada, quienes, a falta de afichería y consignas de contenido de campaña, se entregan a largas caminatas por barrios, mezclando mesas proselitistas con reuniones universitarias, sin saber si todo eso junta votos o acaricia el alma; se sorprenden, por ejemplo, que cinco decanos de la UBA (una cueva que fue de los radicales) acompañen la fórmula peronista. Hicieron los candidatos un alto al mediodía del sábado en el restorán Miramar, en la esquina de San Juan y Sarandí, en cuyo menú los guió un habitué del lugar, que ha comenzado a actuar como lazarillo en esa desconcentrada campaña porteña, el embajador y exministro Ginés González García. Este médico recomendó un servicio de mondongo y tortilla española, y también los caldos; se entiende, porque esa casa tiene una formidable bodega en la que figuran los vinos que hace Ginés en San Juan junto con unos excompañeros de la Facultad de Medicina de Córdoba bajo la marca Tierra Mayor. Filmus y Tomada tomaron lápiz y papel para escuchar al embajador, que tiene un secreto para esa campaña, que es su mujer, Mariela Rosén Pierini, una de las responsables para el área metropolitana del Gobierno de Daniel Scioli, a la que le sobran proyectos para que los distritos Capital y Buenos Aires junten esfuerzos alguna vez.

Claro, el momento ideal para que eso ocurriese sería que Scioli reeligiera y que ganase Filmus en Capital, algo de lo que no está seguro, aunque la encuesta que pusieron sobre la mesa de Miramar les trajo alguna esperanza (cuatro puntos arriba Macri en segunda vuelta, diferencia a descontar). En esa mesa prometieron que esta semana habrá afichería y no avalaron la leyenda de que Enrique Albistur haya sido desplazado del armado de la campaña en favor del publicista Fernando Braga Menéndez. «Pepe» había lanzado un primer lema de campaña «Filmus, Tomada, Cristina en la Rosada», pero Eduardo Duhalde en un acto con Mario Das Neves el jueves recordó en público que el partido Unión Popular había usado otra muy parecida: «Framini, Anglada, Perón en la Rosada». Ginés, que tiene más experiencia que sus contertulios de Miramar, aportó otro juego de consignas, que data de cuando Carlos Grosso, intendente porteño, se quejó de que la provincia de Buenos Aires le llenaba de enfermos los hospitales de Capital. Él era ministro de Salud de Antonio Cafiero y le respondió que tenía que descontar al conurbano como dormitorio de miles de bonaerenses que trabajan en la Capital aportando valor a la economía sin producir gastos en otros servicios. Anotaron Filmus y Tomada para el momento cuando los candidatos del PRO usen esa queja sobre los hospitales.

Con estos consejos tomaron ánimo frente a otros datos desalentadores, como el affaire en el INADI, que terminó con el despido de María Rachid, activista de la transversalidad gay y lesbiana, que es candidata a legisladora en su lista. Ya tienen que ocultar estos kirchneristas los efectos que puede tener el caso Schoklender sobre el voto porteño para que se les venga encima este otro caso, en el que tuvo que terciar la propia Cristina ordenando el despido de la dama y también del titular del INADI, el actor Claudio Morgado, un resto en la burocracia de Alberto Fernández y que estaba en el blanco de Rachid, a quien se le atribuía el padrinazgo de Aníbal Fernández. Quedó en esa oficina, que fue de Raúl Zaffaroni durante la presidencia De la Rúa, Pedro Mouratian, que ocupaba un cargo en el Ministerio de Justicia después de ser el segundo del INADI cuando lo manejaba María José Lubertino, y Néstor Kirchner era presidente. Este Mouratian fue puesto por la propia Cristina por consejo de quien lo protege hoy, Claudio Heredia, segundo de Carlos Zannini en la presidencia. Viene del socialismo y de trabajar en la comunidad armenia, y tendrá que arreglar el desbarajuste que queda en el INADI, donde ronca fuerte la radical K Silvia Vázquez, a quien la esperan con la factura de haber patrocinado las algaradas del cacique formoseño que protestó en la Capital contra la mano que le daba de comer.

Sobre el caso Schoklender, estos candidatos son víctimas, como otros funcionarios, de la mancha venenosa que se ha desatado. Por ejemplo, les preocupa que alcance relieve la declaración de uno de los testigos de la ocupación del parque Indoamericano en diciembre pasado, que ha dicho ante un juez que él vio a francotiradores disparando contra los ocupantes y que no serían de la Policía, sino activistas ligados a Schoklender. Es un activista de la agrupación Teresa Rodríguez quien hizo esa declaración en un expediente judicial. En aquella oportunidad, el apoderado de las Madres le advirtió a un ministro de la Nación que era mejor que la Policía Federal desalojase el predio porque si no, vendrían «villeros pesados, pero muy pesados» que iban a desalojar a los «zurdos de siempre», calificación de Schoklender sobre los ocupante que amenazan quedarse con un sector en donde había construcciones de las Madres. En la sobremesa, Ginés pidió un brindis por la sanción de la ley antitabaco que hoy Cristina de Kirchner promulgará en un acto con invitados en la Casa de Gobierno. Ginés estará en ese acto y para eso se vino de Chile en auto porque los vuelos estaban cancelados por las columnas de ceniza del volcán. El Congreso -contó- demoró ese proyecto que él envió durante 10 años. ¿Por qué? No quiso decirlo, pero esa demora se debe a la presión de senadores de provincias tabacaleras que lograron que el propio Néstor Kirchner apoyase el congelamiento de la iniciativa. Cuando le preguntaron al fallecido presidente por qué lo hacía, respondió que era un acuerdo legislativo a cambio de otras iniciativas que el Gobierno necesitaba y que esos senadores rechazarían si salía la ley antitabaco. Ahora Ginés festeja que hasta la diputada macrista Paula Bertol le haya dado crédito a él por esa norma que, dice, no afecta el negocio del tabaco, actividad que exporta el 90% de su producción. «Esa ley la ha firmado hasta Brasil, que es principal exportador de ese insumo». Explicó antes de irse que con el tabaco ocurre lo mismo que con otros productos agropecuarios. Los chinos y los indios, que ya fumaban mucho, se han lanzado a pitar sin control y no hay tabaco en el mundo que alcance.

Humeaba otro quincho político, a la misma hora, también en la zona sur de la Capital. Era el asado de los prosélitos del PRO con toda la tira de candidatos (con la excepción de Sergio Bergman, que evita por razones religiosas actividades el sábado) y medio gabinete. Fue en un salón de jubilados frente al parque Santoianni, jurisdicción de lo que era la circunscripción 21ª y que ahora lleva el numero nueve y acoge a los barrios de Mataderos, Floresta y Liniers. Era a pedido de los militantes que le reprochaban al cabeza de lista Cristian Ritondo que los haga pasear por el barrio de Mataderos y nunca hiciera un asado. Mauricio Macri se disculpó y pidió que le repitan el asado; está ocupado en el armado de su nueva casa, un departamento en un piso 10° que fue de su tío Tonino en la calle Ramón Castilla, en el edificio en donde vivió René Favaloro. Pero estaban la candidata a vicejefa María Eugenia Vidal, los ministros Esteban Bullrich y Daniel Chaín y toda la lista de postulantes a cargos legislativos. Festejaban los resultados de otra encuesta con el mismo resultado que la que manejan Filmus-Tomada, pero que lo da ganador en la segunda vuelta a Macri por 7 puntos. En esas sobremesas leyeron otros números que los ponen contentos como ese que dice que Aníbal Ibarra, que va en una colectora del kirchnerismo, está por encima en intención de voto que el candidato oficial, Juan Cabandié, que tampoco puede superar en las encuestas a la cabeza de la otra colectora, que lleva, para la reelección, a Gabriela Cerruti. Hace al regocijo de estos macristas que su partido en Capital es el único lugar donde juega algo en serio. En el resto del país, la resignación de Macri de una candidatura presidencial disparó las voluntades hacia cualquier lugar: en Neuquén, ayer el macrismo de esa provincia apoyó la candidatura K de Martín Farizano (radical) y Nanci Parrilli (hermana del secretario de la Presidencia); en Tucumán, el PRO va junto a los radicales en una liga anti-Alperovich, y en todo Cuyo el PRO apoyará a Alberto Rodríguez Saá. Sólo en la provincia de Buenos Aires hay ánimo de sostener una candidatura propia con Jorge Macri a gobernador, y discuten a qué presidencial colgarse, si a Eduardo Duhalde a Alberto Rodríguez Saá, asunto que consumió otro quincho a contrafrente, el asado que compartieron ayer en Pilar el mentado Macri primo, Humberto Schiavoni y Emilio Monzó, armadores del mapa nacional de esa fuerza.

Una pincelada al quincho benéfico de la semana, organizado por «Make-a-Wish», en el Hotel Alvear, al que concurrieron empresarios, diseñadores y poca farándula. «Están los que deciden», fue la definición de uno de los asistentes. La entidad que preside Mónica Parisier ayuda a cumplir los sueños de niños que sufren enfermedades que ponen en riesgo su vida. Esta vez, además de los 9 años, festejaban los 3.620 sueños cumplidos. El tema central de la gala fue «Carmen». Por eso Mónica Parisier, junto a mujeres vestidas como gitanas, recibían a los invitados, entre quienes se encontraban los empresarios Sebastián Eskenazi de YPF, Ernesto Gutiérrez y Jorge Lukowsky de Aeropuertos 2000, Cristiano Rattazzi de Fiat, Hugo Biolcati y Dolores Alberdi, Pablo Roemmers, Martín Cabrales y Alejandro Bulgheroni junto a su mujer Bettina. Entre los diseñadores se vio a Gino Bogani, que para cumplir la consigna de llevar algún detalle acorde a lo que inspiraba «Carmen», se puso una peluca de gitano. Ratazzi, sin diplomacia, le dijo en la mesa que le quedaba «horrible». Gino se la sacó y se la arrojó con tan poca fortuna que terminó sobre un plato de lomo con cebollas caramelizadas que preparó con todo esmero el chef Darío Giorgieff. Otros diseñadores presentes fueron Evangelina Bomparola, Gabriel Lage y Benito Fernández. Karina Mazocco asistió sin su marido y fue una de las mujeres más elegantes.

Otro de los asistentes fue Tomás Costantini, con un look desafortunado de saco verde y pañuelo al cuello. Desentonaba con todo el «black tie», pero se sacó dos fotos y luego partió raudamente hacia el programa «Animales Sueltos» que conduce Alejandro Fantino porque le interesaba más hablar de sus últimas conquistas y del breve romance con Karina Jelinek, que de la gala a beneficio. Alguien comentó que Eduardo, su padre, no le ha dado ningún cargo en ninguna de sus empresas. «Por eso el padre sigue teniendo su fortuna», acotó alguien en broma pero no tanto. En el salón ambientado por Martín Roig, inspirado en Sevilla, se lució la soprano Daniela Tabernig que interpretó en el gran final que preparó el director teatral Peter Mac Farlane dos arias: Seguidilla y La Habanera. Luego actuaron bailarines del Colón y el San Martín. Entre las conversaciones no faltó el tema electoral y el lanzamiento de la candidatura presidencial de Hermes Binner. La disputa era sobre quién perdería más votos a manos del gobernador santafesino en las próximas elecciones. Casi todos apostaban a que la fórmula kirchnerista sería la más perjudicada, pero uno de los empresarios, que vio encuestas encargadas por la gente del santafesino, dijo que le quita más votos a Ricardo Alfonsín que a Cristina, si decide presentarse. «No se olviden que hay mucho radical desencantado con la alianza que hizo Ricardito con De Narváez».

Menos intención benéfica tuvo la noche de barajas en el Salón Art Déco de Porteño (ex Cine Metro), en donde el banquero Julián Recauchi hizo pareja con un sólido jugador, el empresario Eduardo Amirante. Para su desgracia, el fixture los puso frente a la pareja de dos «diletantes» y «delirantes» como se autotitulan, Enrique Martínez, especialista en casas prefabricadas y económicas, sin relación con el escándalo Schoklender; y el mercader de arte Ignacio Gutiérrez Zaldívar, del que se sostiene que jugando al truco, es «buen jugador de bridge». En otro sector estaba un grande de estas lides, el fiscal federal Marijuán, que siempre con su pareja son favoritos. Esta vez perdonaron al penalista Marcelo Rochetti y el publicista Esteban Baume y los dejaron avanzar. Una pareja que demostró estar inspirada fue la formada por el abogado «Freddy» Lijo, que tuvo que soportar algunas comparaciones por su accionar, con otros mediáticos colegas, y el dueño de casa Diego Mazer, quien tiene la rara habilidad de sonreír ante las cargadas sobre la actuación de su River y las pullas de los boquenses presentes. La suerte parecía echada y el dueño de casa y su pareja se hicieron del trofeo, preparatorio de la «Rody Cup» que se avecina. Nos enteramos también ayer del revés que sufrió la Justicia quilmeña, al finalizar una delegación una gira sobre el tema del agua por los Estados Unidos. Guillermo Scarcella, presidente de ABSA -ente del agua de Buenos Aires- fue desafiado al tenis por miembros de la comitiva, entre ellos el juez Luis Armella y sus secretarios Pablo Wilk y Fernando Minguillón. Pensaron quizá que el peso de Scarcella bastaba para someterlo en las canchas del Hotel Biltmore de Miami. El funcionario eligió como pareja a Franco Bindi, del Ministerio de Economía, quien hizo gala de un estado físico excepcional y una técnica tenística superior. El marcador no pudo ser más nefasto para los secretarios del juzgado quilmeño, un rotundo 6-1; 6-1. Lo peor está por venir, ya que los perdedores a su regreso deberán compensar a los ganadores con un asado preparado por ellos mismos.

Final habitual con gente del arte. La comida que organizó Isabel Laborde en su piso de Barrio Norte brindó la oportunidad de ver las obras de la artista antes de que se exhiban en el Centro Cultural Recoleta, pero además permitió constatar cómo luce una casa con arte cuando se elige con ojo certero. En sus vestidos, Laborde sabe combinar su herencia mexicana, a la par que francesa, con los detalles étnicos con la moda de Francia. Pero en su casa el único lujo son las pinturas. Aunque no demasiadas, están seleccionadas con gusto infalible. Allí está uno de los mejores paisajes urbanos de Rómulo Macció y una encantadora vista de un autocine de Santiago García Sáenz, además de dos buenos cuadros de Alfredo Hlito, uno de la jovencísima Catalina León (mejor que el que en estos días se exhibe en el Malba), junto a las bellas maderas de la dueña de casa. Lo cierto es que hay coleccionistas que gastan fortunas, compran centenares de cuadros y no logran crear un clima tan especial.

No obstante, las discusiones acerca del Premio Petrobras (unas zapatillas con unos calamares muertos en una bolsita de nylon) o el envío a la Bienal de Venecia, que parecían no aprobar algunos, lograron tensar ese clima distendido. Estaban Mónica Erize, Cecilia Caballero, Santiago Bengolea, Mercedes Casanegra, Gustavo Sosa Pinilla, Leonor García del Solar, Jimena Leiguarda, Marcela Costa Peuser, Santiago Fontán Balestra, Patricia Rizzo, Rosa María Ravera y Hugo Petruschansky.

Contaron entonces que cuando el joven Adrián Villar Rojas fue a cobrar el dinero que la Cancillería argentina dispuso para que realizara su obra monumental en Venecia, alrededor de 30.000 dólares, los italianos invocaron la ley antilavado y sólo le permitían retirar 1.000 por día. A estas peripecias se sumaron otras que parecían poner en juego la obra que resultó ser una de las mejores de la Bienal veneciana. Cuando llegaron las crudités de apio con salsa de crema y curry, las empanadas y un locro criollo, Miguel Larminat (ex banco Crédit Agricole) desbancado no sólo del banco que pasó a otras manos, estaba arrinconado por su propia voluntad en la cocina, con Eduardo Caballero, acaso porque desde allí partían otras obras de arte.

Los argentinos que recién regresaban de Pinta, la Feria de Arte Latinoamericano que acaba de cerrar sus puertas en el predio ferial Earls Court de Londres, dijeron que Alejandro Zaia, uno de los organizadores, confesó: «Me convertí en un cholulo». «Estaba con Claudia Caraballo, Alejandro Cordero, Teresa Bul-gheroni, Erica Roberts, Julieta Kemble, y los chicos de la Tate Gallery cuando llegó Bianca Jagger, la ex de Mick Jagger, y abandoné a todos los argentinos para hacerme amigo de Bianca», agregó Zaia. La diva casi en retiro efectivo compró bastante, y regresó para seguir mirando. Además, para alimentar el cholulismo, estuvieron el mentor de los jóvenes británicos Charles Saatchi, el dueño de la exclusiva galería White Cube, Jay Joplin, los coleccionistas de siempre y Tiqui Atencio, que se portó como una reina, organizó un cóctel para Pinta e invitó al quién es quién del arte contemporáneo. En ese contexto, el grupo Brazilian Golden Art Fund, un fondo de inversión con gente del mundo financiero de San Pablo que reunió 40 millones de dólares, llegó haciendo un ruido bárbaro en el mercado. Laborde dio detalles sobre una obra que acaba de realizar este año y que la emparienta con el Land art de Nicolás García Uriburu: una plantación de árboles en San Martín de los Andes con los más bellos colores y especies y un mensaje de pretensión poética.

Cerramos con el habitual chiste:

Un hombre se presenta para un trabajo de vendedor; su experiencia y sus referencias son impecables, pero tiene un problema: no puede parar de guiñar el ojo. El jefe de recursos humanos que lo entrevista le confiesa sus prevenciones:

- Mire; lo suyo es muy bueno pero sabrá comprender que un vendedor que guiña el ojo todo el tiempo no es precisamente...

- ¡No, pero esto tiene remedio: si me tomo dos aspirinas se me pasa!

- ¿En serio? A ver: demuéstremelo.

El aspirante sonríe, y comienza a sacar de su bolsillo decenas y decenas de profilácticos: de colores, entramados, lubricados, de diferentes sabores... Finalmente, entre un mar de condones encuentra una tira de aspirinas; saca dos del blister, se las pone en la boca, las traga y casi de inmediato el molesto tic desaparece por completo. El entrevistador no puede menos que admirarse tanto por el remedio como por la carga que lleva el postulante en sus bolsillos. Y le pregunta:

- Mire, me parece bien esto de las aspirinas, pero esta es una compañía seria, y no podríamos tolerar un vendedor que ande por todo el país acostándose con cuanta mujer se le cruce por delante...

- ¿Pero de dónde saca eso, señor? Yo soy un hombre felizmente casado, fiel a mi esposa, incapaz de mirar a una mujer ajena...

- ¿Y entonces por qué anda con esa carga de profilácticos?

- ¿Y usted alguna vez entró a una farmacia, guiñando un ojo, y pidió aspirinas?