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Billetera no mata verdad

*Por Alfredo Leuco. Personalidades que estuvieron muy cerca de las Madres explican la lógica perversa de lo que pasó. Derechos humanos vs. actitudes parasitarias.

Sergio Schoklender dirime sus diferencias a punta de pistola. Hace ocho años, ya se mostraba como un matón armado en la Universidad Popular de las Madres y nunca abandonó esa maldita costumbre de imponer sus decisiones con el dedo en el gatillo.

Todavía la Justicia no tomó cartas en este asunto. Está muy ocupada rastreando los orígenes de su fortuna y las características de la asociación ilícita que lideró para lograrlo. Aseguran que irá preso más temprano que tarde. El patoterismo de Schoklender, que utilizó como escudo el pañuelo blanco de Hebe de Bonafini, fue tal vez el principal motivo del alejamiento de intelectuales de izquierda, como Vicente Zito Lema o Néstor Kohan (director de la Cátedra Che Guevara), de otras madres de Plaza de Mayo que luego se llamaron Línea Fundadora, como Nora Cortiñas y Taty Almeida, y de las distancias que tomaron líderes de la lucha por los derechos humanos como Estela de Carlotto, Adolfo Pérez Esquivel y Graciela Fernández Meijide, entre otros.

Ya revelamos cómo el escritor y periodista Zito Lema, sospechando un posible ataque mafioso, en el punto 9 de su carta a Hebe escribió: "Con dolor debo advertir públicamente que todo atentado o ‘extraño accidente’ contra mi persona o contra mi familia caerá como responsabilidad sobre el administrador Sergio Schoklender, de quien ya conocemos perversas prácticas".

Muchos artistas y personalidades de la cultura progresista dejaron pasar con un silencio cómplice este y otros hechos graves, como el día en que Schoklender, delante de Hebe, le puso un revólver en la cabeza a Alberto Lapolla y lo expulsó del edificio de las Madres. Lapolla falleció recientemente y fue uno de los cuadros de mayor formación intelectual de la izquierda. Ingeniero agrónomo, médico genetista e historiador, abandonó dolorido los alrededores de Hebe. Primero militó con Pino Solanas y después se sumó al grupo de Luis D’Elía. Lapolla supo siempre quién era Schoklender. Tal vez por eso, D’Elía sorprendió planteando que "Hebe tendría que haber estado al tanto y que hay que determinar dónde empiezan sus responsabilidades".

Al triste tema de las amenazas a Zito Lema y Lapolla se refirió anteayer el doctor Alfredo Grande. Contó que la reunión que se hizo para informar los motivos de la renuncia de Vicente Zito Lema como director académico de la Universidad de las Madres y de la que "quedan testigos presenciales, fue con un alto nivel de violencia simbólica y real, como la que sufrió el corajudo Alberto Lapolla". Con ese nivel de impunidad se movía Schoklender, con la complicidad de Hebe. Dice Grande sobre esa relación: "Pero el amor, nos enseña Freud, nos vuelve débiles y dependientes del objeto amado. Y cuando el amor transforma un ideal en idealización, entonces podemos hablar de los amores que matan, que no estoy tan seguro de que sean los que nunca mueren. En ese momento, en ese preciso momento, ya no fue suficiente abrazar a las Madres de la Plaza. Cuando se tensa el conflicto entre ética y amor, los que elegimos la ética no quisimos seguir disociando porque había dejado de ser operativo.

Las notas que Zito Lema escribió en febrero de 2003 determinaron una escisión. Y las Madres eligieron por Sergio Schoklender."

Grande es miembro "correspondiente de honor de la Sociedad Cubana de Psiquiatría" además de ser psicoanalista y director de Atico, una prestigiosa cooperativa de trabajo de salud mental.

Escribe con belleza en distintos foros alternativos y es un experto en las conflictivas relaciones entre psicoanálisis y marxismo. Su valiosa nota ayuda a comprender más profundamente la crisis fenomenal que están viviendo las Madres. Grande recuerda lo que pasó después de aquella ruptura: "Sin Vicente en la Universidad, varios pudimos sostener lo que las Madres nos habían enseñado. Luchar y resistir. Curiosamente, las reuniones de alumnos eran mal vistas.

Se implantó un estado paranoico, donde se había dejado de pensar para solamente dedicarse a acusar. En ese momento, la única disponibilidad simbólica que había era Braden o Perón, perdón, Hebe o Vicente. En el orden que se prefiera. Haber enfrentado a Sergio fue tomado por las Madres, en especial por Hebe, y por muchos docentes y pocos alumnos, como un ataque artero y traidor a las Madres. Y allí quedó sembrada la semilla de una yerba mala: Hebe y Sergio eran lo mismo. Enfrentar al Uno era traicionar a Todas las Madres".

Grande, que fue cofundador de la Universidad de las Madres en 2000, escribió que "Kirchner era el Constantino de los derechos humanos, porque había logrado capturar para la lógica del Estado el colectivo revolucionario de las Madres". Y se lamentó de la mutación de Schoklender, producto de "lógicas parásitas, de enriquecimiento ilícito pero legitimizado".

Los dirigentes inmaculados que hemos nombrado deberían revertir cuanto antes el viento nauseabundo que tira el ventilador que prendió Schoklender. Tal vez, el camino más ético sea volver a las fuentes, a escuchar a los honestos luchadores que no se quiso escuchar en 2003, a los que siguieron creyendo que la sagrada tarea de defender los derechos humanos no debe mancharse con dólares, ni yates, ni Ferrari, ni con delincuentes armados, ni apoderados de un poder abdicado por su madre y no permitir jamás la cooptación de las camisetas partidarias.

Los partidos representan fragmentos de la Argentina. Los derechos humanos nos deben representar a todos. Schoklender se levantó en armas para hacer su fortuna y amenazó a los pobres del Chaco que estaban con Emerenciano Sena, a los desposeídos que seguían a Raúl Castells, a los de la Villa 20, a los "narcotraficantes" que –según él– tomaron el Indoamericano o a los pesados de La Salada o el Mercado Central. Hoy Hebe, en su desesperación, insiste con frágiles argumentos que merodean el marxismo, al decir que los Schoklender fueron traidores y estafadores por pertenecer a la clase social de los empresarios. Hasta ahora, por temor o hipocresía, nadie fue capaz de recordarle que a esa misma clase social pertenece el matrimonio Kirchner, que también acumuló un patrimonio difícil de explicar.

Hebe no tiene un peso y es honrada. Pero la diferencia no es de cuenta bancaria; es de honestidad intelectual. Es entre la heroica lucha que ella libró en pleno terrorismo de Estado y la nula actividad en ese rubro de los Schoklender y los Kirchner en esas horas terribles. Billetera no mata verdad.