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Bendita y maldita tevé

Por Ricardo Roa* El consumo de medios crece y la tevé probablemente más que cualquier otro. Según un estudio, los argentinos miramos un promedio de seis horas diarias . Si incluimos sábados y domingos, es tanto o más que lo que le dedicamos a trabajar.

¿Qué nos atrapa de las pantallas? La televisión te ve. Nos ve a nosotros y nosotros nos vemos en ella . Es la atracción de la propia imagen la que cautiva. El entretenimiento, los deportes, las noticias, el cine y hasta la radio convergen en la tevé. La oferta apabulla. Es el gran espectáculo que nos acompaña.

Es un espejo. A veces, un espejo retrovisor que nos muestra imágenes del pasado y de pronto un espejo que nos aproxima al futuro. Pero siempre es un espejo del presente . También es Internet: hoy se ve televisión en celulares y en tabletas diversas. El avance tecnológico es infernal y son los usuarios los que manejan el horario a su gusto . Podemos grabar, congelar y retroceder para ver lo que queremos cuando queremos.

Hace tiempo que no se concibe la vida sin la tevé. "Las personas desde que nacen son puestas frente a un televisor y suelen pasar sus últimos días también frente a un televisor", dice Francois Jost, un especialista francés. Es un hecho y un dato de la realidad. Los chicos cambian sus gustos a medida que crecen y la tele piensa programas para cada edad. Pueden aprender con ellos como antes aprendían leyendo. O quedar presos de la "caja boba": depende mucho de los padres .

La tevé no es buena ni mala en sí misma: hay programas excelentes y otros que son un desastre. Jost dice que, como el arte, marcha en dirección a lo banal . Pero la gente mira lo que quiere. Tiene mala prensa entre ciertos segmentos intelectuales, no entre la mayoría.

Nos acompaña con su sonido, sin que necesariamente estemos frente a ella: a menudo es como una radio. Pero si la miramos tanto es porque nos miramos a nosotros mismos . Aldeanos y globales a la vez, allí estamos dentro de las pantallas, como estamos fuera de ellas. Y esa es, al fin y al cabo, la magia de la televisión.