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Antes de las elecciones

* Por Jorge Gadano. Era mi propósito dedicar esta columna a las consignas y promesas con que los dos principales partidos pretenden ganar el voto de la ciudadanía en las elecciones generales neuquinas del domingo 12 de junio. A ese fin me tomé el trabajo de juntar folletería en locales de campaña de las dos coaliciones, porque las consignas de difusión masiva no me decían nada.

El Movimiento Popular Neuquino, con fotos de Jorge Sapag con cara de sorprendido y Ana Pechen sonriente, proclama que ellos van "juntos por Neuquén (y) para nuestra gente", mientras que la fórmula Farizano-Parrilli (Nanci), él con sonrisa que recuerda a la Gioconda y ella como Pechen, incluyendo la sonrisa y el flequillo, nos piden que nos sumemos "al Neuquén que viene".

En lo que se refiere a las promesas, debo decir que gana de lejos el Movimiento, porque en uno de sus locales céntricos me entregaron un folleto de 24 páginas con 29 fotos de Sapag a pie, a caballo, con saco y corbata y en mangas de camisa y con casco de obrero de la construcción. En el final del folleto los candidatos dicen que cumplirán todo lo prometido. Eso está muy bien.

De Farizano hay una sola foto en camisa reproducida en varios papeles. Las promesas, detalladas en 25 puntos, apenas llevan una carilla. Por supuesto que en los medios electrónicos los candidatos, entrevistados, han explicado con mayor detalle sus ideas programáticas. No obstante, lo que llega masivamente, en forma de inundación, es la consigna.

He tomado, al azar, un punto programático que también le da ventaja al MPN, por el espacio que le destina. Es el dedicado al Banco de la Provincia del Neuquén SA, del que el frente opositor no dice nada. En cambio, Sapag y Pechen le dan todo un capítulo. Allí, sin decir una palabra de que fue transformado en una sociedad anónima cuando el ausente Luis Manganaro tomó el timón –lo que lo habilita a hacer, como se hizo, cualquier tipo de negocio sin licitación pública–, los candidatos resaltan que el banco es administrado "con transparencia en la gestión". Reitero, por si alguien no ha entendido bien, que el texto dice que el banco, cariñosamente llamado "nuestro banco", es administrado "con transparencia en la gestión". Sí, "con transparencia".

Bien. Como les decía, lo que llevo escrito era lo que me proponía escribir. Pero he aquí que en la edición de este diario me encontré con una solicitada titulada "Los trabajadores estamos con Jorge Sapag", que comienza explicando que "los trabajadores, además de tener memoria, somos leales y agradecidos". La firman Eduardo Lira, del Sindicato de Peones de Taxis; Darío Maestra, de la Juventud Sindical Peronista, y varios sindicatos, en primer lugar el de los petroleros privados que conduce Guillermo Pereyra. Están otros conocidos como la Unión Obrera de la Construcción o La Fraternidad y desconocidos como los identificados con las siglas Fasemp, Secner, Soemc, Atfa, Upsra y Sutpa. En realidad, de todos los que firman el único representativo del poder sindical es el de Pereyra.

Se preguntarán los lectores por qué esa vibrante manifestación de lealtad y agradecimiento hacia Jorge Sapag. Lo explico: el destinatario directo es don Elías Sapag, debido a que, en su condición de senador nacional ad vitam del MPN, en 1984 dio a la burocracia sindical peronista el voto que posibilitó rechazar el proyecto de ley cuyos enunciados tendían a democratizar la vida interna de los sindicatos. En base a esos enunciados el gobierno de Raúl Alfonsín se proponía convocar a elecciones generales en todos los gremios.

Según el texto publicado, para dar aquel voto en contra de la iniciativa de Alfonsín padre don Elías contó "con la asistencia directa y el asesoramiento jurídico de su hijo", nombrado como "nuestro Compañero Jorge Sapag". Gracias también a él fue derrotado ese abominable proyecto de ley "que pretendía dividir y atomizar el movimiento obrero argentino". Muy probablemente, la intención de dividir y atomizar se atribuye a la norma del proyecto que daba representación a las minorías en las conducciones sindicales. Y, si bien Juan Perón había dicho que los funcionarios son buenos pero si se los controla son mejores, los hombres de la columna vertebral creen que no se ha querido referir a ellos (o, en todo caso, que el único que debía controlar era él).