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Adicción a los brujos

La excesiva consulta a los adivinos (astrólogos, tarotistas, etc.), podría revelar un serio trastorno de conducta.

Desde siempre han existido agoreros que, haciendo alarde de presuntas capacidades especiales, se toman el atributo de ser consejeros aprovechándose de la credulidad ajena. También sobran alertas al respecto para que la gente evite ser estafada por estos falsos iluminados. Pero no siempre se sospecha que en las recurrentes y aparentemente inofensivas consultas a adivinos (astrólogos, tarotistas, etc.), puedan subyacer algunos trastornos de conducta.

Y de eso se trata el primer informe publicado recientemente en una revista científica, Journal of Behavioral Addictions, que precisamente se ocupa del caso de una mujer que, por más de dos décadas, no podía tomar decisiones en su vida sin consulta previa a los clarividentes.

Helen, divorciada de 45 años y sin hijos, recurrió al Departamento de Adicciones del Hospital de la Universidad de Nantes (Francia), porque estaba muy preocupada por su incontrolable necesidad de consultar a adivinos y las consecuencias económicas negativas que le terminó provocando.

La primera consulta a un psíquico la efectuó a los 19 años y en búsqueda de una orientación vocacional. Según su propio testimonio, siempre había tenido dificultades para tomar decisiones porque temía equivocarse. Mantuvo un buen recuerdo de esa primera consulta porque la había tranquilizado, por lo tanto la práctica de recurrir a adivinos se volvió más frecuente. Pero, entre sus 25 y 27 años de edad, todo se intensificó y se descontroló totalmente.

Por ese entonces estaba en una relación de pareja y recurría a los videntes para que le dieran respuestas a sus dudas obsesivas: "¿Realmente me ama?", "¿Cuánto tiempo durará nuestra relación?". Luego vino la ruptura amorosa y la consulta pasó a ser: "¿Volverá?".

Igual situación se dio cuando se casó a los 37 años.  Luego vino el divorcio y las consultas a diferentes adivinos -por teléfono o Internet- se intensificaron de tal manera que ya eran diarias y le insumían hasta 8 horas por día y a razón de un costo de 200 euros por sesión.


Nunca quedaba satisfecha con las predicciones y eso la estimulaba a seguir consultando hasta por cuestiones tan triviales como si ir o no al cine. Confesó que antes de cada consulta se sentía excitada, pero también ansiosa y tensa. Después de concretarla obtenía cierto alivio psicológico, pero era temporal y luego se sentía culpable.

Helen reconoció que su creencia sobre la capacidad de los brujos para predecir el futuro era totalmente irracional y las consecuencias adversas (aislamiento, tiempo y dinero perdidos) terminaron por superarla, al igual que las deudas.

El equipo de profesionales concluyó que el "caso Helen" reunía las características típicas de las personas adictas y la interacción de varios factores de riesgo (personalidad del individuo, objeto de la adicción y contexto socio-ambiental) colaboraron para que la excesiva consulta a los adivinos se convirtiera en adictiva.

Quizás alguien piense que este es un caso aislado y que cobra notoriedad porque fue abordado en una publicación científica. Pero, y al margen de esta situación extrema, no olvidemos que mucha gente recurre a estos charlatanes y, más allá de la estafa que les espera, muchas veces son influenciadas o toman sus decisiones en virtud de estas consultas.

Por si alguna duda queda, basta desenterrar del archivo televisivo el próximo video que comparto con ustedes y que quede claro: "No creo en hipercrédulos, pero que los hay... los hay".