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A su imagen y semejanza

El Gabinete que está terminando de diseñar la Presidente en su refugio patagónico tendrá mucho del estilo que impuso Néstor Kirchner, con funcionarios de perfil bajo y férrea subordinación a la conducción política. Sin embargo, en los días previos a la asunción del segundo mandato de Cristina asoma el inicio de un camino que conduce hacia la configuración de un nuevo rostro del peronismo, que en esta etapa histórica lucirá a imagen y semejanza de la jefa de Estado.

Por eso en el propio oficialismo ya se dejó de hablar de "kirchnerismo" y sus dirigentes comenzaron a definirse como "cristinistas", especialmente los más jóvenes, que íntimamente se consideran la vanguardia de un nuevo movimiento político. La Presidente los alienta: de otro modo no podría entenderse semejante respaldo para un funcionario como Mariano Recalde, que no ha podido encarrilar Aerolíneas Argentinas pese a los millones y millones de pesos que el Gobierno invierte en la compañía.

Por cierto que el funcionario de origen camporista no la tiene fácil con los gremios que nuclean a los técnicos aeronáuticos y a los pilotos, que se apegan a las formas tradicionales del sindicalismo y disputan poder sin preocuparse por disimularlo. De allí que, en un plano superior, el mayor desafío político que tiene actualmente la Presidenta lo encarna Hugo Moyano, el jefe de la CGT. Pese a los esfuerzos de uno y otro lado por recomponer la relación, está claro que los caminos de ambos se bifurcaron en el mismo momento en que Cristina marginó a los sindicalistas de las listas electorales del oficialismo. "Moyano está herido", suele decir José Ignacio de Mendiguren, el presidente de la Unión Industrial Argentina, tal vez el dirigente que mejor interpreta en la actualidad el rumbo que le imprimirá la Presidente a su segundo mandato.

¿Eso quiere decir que Cristina se recostará más en los empresarios que en los gremialistas a partir del 10 de diciembre? Puede ser, pero a la vez intentará desbancar a Moyano del principal sillón de la Confederación General del Trabajo. Su candidato es Antonio Caló, el secretario general de la otrora poderosa Unión Obrera Metalúrgica. El jefe de la UOM reúne dos condiciones elementales para la Casa Rosada: es un moderado a la hora de las negociaciones paritarias y representa a un gremio tradicional del sector productivo.

Como todos sabemos, Moyano lidera a los Camioneros, un gremio del sector de los servicios con natural tendencia a las protestas callejeras paralizantes. El jefe de la CGT cultiva ese estilo desde siempre y no es de esperar que cambie el caballo en medio del río. A tal punto que comenzó a alentar la conformación de federaciones que agrupen a los sindicatos del transporte -ya existe la de Camioneros y afines, pero aún no la de ferroviarios ni tampoco la de aeronáuticos o portuarios-, como una forma de recrear el MTA en el que cimentó su poder en la década del 90.

En el entorno de Moyano recuerdan que su advenimiento coincidió con el deterioro del plan de convertibilidad entonces capitaneado por la dupla Menem-Cavallo. Y la dejan picando cuando se les pregunta qué piensan del actual curso económico. Pero el cuello de botella que experimenta el modelo, del cual la reducción de subsidios no es más que una admisión por parte del Gobierno, requiere de una actitud menos confrontativa en el accionar gremial, lo cual podría alentar la inversión empresaria para salir del atolladero a través de una expansión de la oferta que enfríe paulatinamente la inflación.

El resultado de la ecuación inflación-salarios-dólar será, en este escenario, determinante para el futuro económico, en un país donde es poco habitual que se logre contener una embestida sobre la moneda norteamericana de las proporciones que el Gobierno consiguió frenar luego de varias semanas de incertidumbre.

Sin embargo, los bancos perdieron tras las elecciones más del 15 por ciento de los depósitos en dólares de los ahorristas privados, según datos del Banco Central.

Pese a ello, la figura de Guillermo Moreno, el secretario de Comercio, se agrandó de tal manera que la mayoría de las voces oficiales aseguran que seguirá en el próximo período de gobierno, aunque en otro puesto como podría ser la Afip.

En el Ministerio de Economía todavía es una incógnita quién sucederá a Amado Boudou, pero otro nombre se sumó a la lista de postulantes encabezada por Julio de Vido: el del titular del Banco Nación, Juan Carlos Fabrega, un funcionario de bajo perfil consustanciado con el destino productivo de la actividad financiera. La centralidad de las decisiones seguirá pasando, más allá de los ministros que renueven el Gabinete, por la propia Presidenta. Es ella la nueva cara del peronismo para los años que vienen. Un peronismo alejado del folclore que lo caracterizó durante décadas, pero con la misma familiaridad a la hora de administrar el poder.