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Zapping electoral

* Por Vicente Reale. En un año electoral, ciertas reflexiones sobre las relaciones entre la ética y la política que buscan darle un marco adecuado al debate democrático.

Ocurre en los, así llamados, años electorales. Normalmente desde los albores de la Pascua hasta las cercanías del acto eleccionario.

Son protagonistas tanto las y los posibles candidatos como las y los preocupados ciudadanos en vista del presente y mirando al futuro próximo. Cada cual, y a su manera, intenta que la pantalla de la vida cotidiana refleje sus ansias, sus preocupaciones y sus deseos.

1- Para la ocasión, sorprende la cantidad de ciudadanos -en función pública o no- que intentan publicitar su profundo y desinteresado amor por la Patria, sus ansias de "estar al servicio" de todos y de tomar sobre sus hombros la pesada carga ("cargo") que -dicen- les reportará más sacrificios que beneficios.

Como sorprenden (o quizás ya no) los continuos cambios de camiseta ideológico-pragmáticas de muchos de esas y esos candidatos al menor signo de que la opinión pública o las encuestas por encargo no les favorecen.

Y qué decir de las deserciones, bajadas de candidaturas o huidas hacia otros lares menores de cargos públicos. Claro está, reivindicando a voz en cuello que desde ese lugar servirán mejor a los ciudadanos.

Todo este desatino cívico-político, hecho a espaldas de los ciudadanos-electores y con la inescrupulosa y ya enquistada metodología de la dedocracia.

2- También los ciudadanos de a pie tenemos lo nuestro. Esperanzas, deseos, cambios de humor y de opciones. En muchos, la decepción y el resignado asilo en las palabras del tango Yira,Yira: "Verás que todo es mentira..."

Cierto es que en este compartido zapping, los ciudadanos tenemos nuestras responsabilidades, no menos que nuestras culpas. "Arrimarse" a ciertas candidaturas, a ciertos partidos políticos y a ciertos "punteros" conlleva la posibilidad de lograr algún salto en la carrera pública o, en el peor de los casos, un conchavo de morondanga en alguno de los estamentos públicos, que siguen siendo los mejores aliados para ocultar el desempleo.

Usted dirá -con cierto enojo- que no todos los ciudadanos somos así. Y razón lleva. Pero me inquietan algunos cuestionamientos: si somos muchos los que, de verdad, deseamos y hacemos cada día lo mejor para el bien de nuestra Patria y de nuestros hijos, ¿cómo es que estamos como estamos?, ¿por qué tanta des-unión, egoísmo y agresividad en nuestra sociedad?, ¿acaso la clase política podría hacer y deshacer todo lo que hace y deshace sin la complicidad, activa o pasiva, de la ciudadanía?

3- De ningún modo, y es harto sabido, reniego de la política, de los partidos políticos y de la vida política en general. Como sociedad y como vida compartida debemos darnos una organización y tener reglas comunes para el actuar de todos. Es la Constitución Nacional de la República Argentina (¡vaya descubrimiento!). Constitución que tantas veces es simple letra escrita, cuando no, olvido y pisoteo. Constitución que fija las pautas de la verdadera política como servicio a la ciudadanía

Todo el entramado de dimes y diretes, de arreglos y desarreglos, de alianzas y rompimientos, de aprietes visibles y encubiertos, habla muy mal de la política. De la política que ejercemos autoridades y ciudadanos. Política que debiera ejercerse con mayúsculas y ser una vocación y un verdadero servicio a la sociedad, un signo y testimonio del mayor amor al semejante, sobre todo al débil y necesitado.

Infelizmente, la casta política continúa atornillada a sus egoístas intereses personales y/o corporativos. No se consideran "representantes" de los ciudadanos, sino "dueños" de ellos y trafican con los votos que les han sido confiados. Ya es triste historia en la Argentina: unirse contra alguien, despertar una incipiente confianza ciudadana, sumar votos en conjunto y luego comenzar a pelearse y a dividirse entre sí para ver quién se queda con el mango y la sartén.

4- Se dice -y resulta verdad si se practicara- que cada crisis es una oportunidad. No es novedad que estamos inmersos en una profunda crisis de representación institucional. ¿Nos animaremos a que ella sea una oportunidad para mejorar y hacer una democracia más participativa?

Estoy convencido de que es posible ponernos de acuerdo sobre algunas cuestiones que deben convertirse en "políticas de Estado", sean quienes fueren los que circunstancialmente estén a cargo del gobierno nacional, provincial o comunal:

* Creación de fuentes de trabajo genuino y digno. Dinero hay, tanto en el Estado como en la esfera privada.

* Reforma financiera que haga que el dinero ahorrado vaya a la producción y no a la tradicional bicicleteada de divisas.

* Reforma política, en el orden nacional y en el de los partidos políticos. Desde siempre se viene hablando de esto, pero parece que nadie, desde los distintos gobiernos que van pasando, quiere ponerle el cascabel al gato.

* Reforma educativa. Que no sólo tenga en cuenta los procesos de instrucción y de adquisición de conocimientos, sino -y sobre todo- los contenidos culturales, éticos y de convivencia dentro del perfil de identidad argentina que deseamos tener.

* Instrumentación de la Ley de Residencia aplicable a los representantes de los tres poderes del Estado, pertenezcan ellos al orden nacional, provincial o municipal. Conviene recordar que, de dictarse y aplicarse la citada ley, ningún funcionario público podría alejarse de sus funciones sin antes haber rendido cuenta y justificado públicamente lo actuado en su mandato y sobre el patrimonio que tenía al comenzarlo y que tiene al momento de alejarse del mismo.

* Hacer realidad y verdad la instrumentación de plebiscitos y referéndums para los grandes temas económicos e institucionales donde se ponga en juego el presente y el futuro de la Nación.

Ojalá podamos decir: "amanece, que no es poco" y trabajar denodadamente para hacer de nuestra Argentina la casa y la mesa de todos.