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Woody Allen, ¿genio o violador?

La zona oscura del prolífero director de cine, acusado de abusar sexualmente de su hijastra Dylan Farrow.

70.20.HOY presentó un informe especial sobre la carta que Dylan Farrow, hijastra de Woody Allen, escribió en el "The New York Times". ¿Genio o violador? ¿Protegió Hollywood a uno de sus directores más queridos?


Fragmentos de la entrevista que Chiche Gelblung le hizo a Mia Farrow:






Esta es la carta abierta que publicó Dylan Farrow en un blog del New York Times:

¿Qué película de Woody Allen es su favorita? Antes de responder, les contaré algo que deben saber: cuando yo tenía siete años, Woody Allen me cogió de la mano y me llevó a un ático sombrío, casi un armario, que había en la segunda planta de nuestra casa. Me dijo que me tumbara boca abajo y jugara con el tren eléctrico de mi hermano. Y entonces me agredió sexualmente. No dejó de hablar mientras tanto, de susurrar que era una buena niña y que aquello era un secreto entre los dos, de prometer que íbamos a ir a París y yo iba a ser una estrella en sus películas. Recuerdo mirar fijamente el tren, no perderlo de vista mientras daba vueltas por el ático. Todavía hoy, me resulta difícil contemplar trenes de juguete.

Desde que tengo memoria, mi padre siempre me había hecho cosas que no me gustaban. No me gustaba con cuánta frecuencia me apartaba de mi madre, mis hermanos y mis amigos para estar los dos a solas. No me gustaba que me metiera su dedo pulgar en la boca. No me gustaba tener que meterme en la cama con él, bajo las sábanas, cuando él estaba en calzoncillos. No me gustaba cuando colocaba la cabeza en mi regazo desnudo y respiraba hondo. Me escondía bajo las camas o me encerraba en el cuarto de baño para evitar esas situaciones, pero él siempre me encontraba. Ocurría tantas veces, como si tal cosa, ocultándoselo con tanta habilidad a una madre que me habría protegido si se hubiera enterado, que yo creía que era lo normal.

Creía que así era como los padres mimaban a sus hijas. Sin embargo, lo que me hizo en el ático me pareció distinto. Ya no pude seguir guardando el secreto.

Cuando le pregunté a mi madre si su padre le había hecho a ella lo que me hacía Woody Allen a mí, no tenía sinceramente ni idea de cuál iba a ser la respuesta. Ni tampoco sabía la tormenta que iba a desencadenar. No sabía que mi padre iba a a utilizar su relación sexual con mi hermana para encubrir los abusos a los que me tenía sometida. No sabía que iba a acusar a mi madre de meterme la idea en la cabeza ni que iba a llamarla mentirosa por defenderme. No sabía que me iban a pedir que contara mi historia una y otra vez, a un médico detrás de otro, para presionarme y comprobar si reconocía que estaba mintiendo, dentro de una batalla legal que yo no podía entender de ninguna manera.

En un momento dado, mi madre se sentó conmigo para decirme que que no me pasaría nada si estaba mintiendo, que podía retractarme de todo lo que había dicho. Pero no podía hacerlo, porque era todo verdad. Sin embargo, a una persona poderosa le es muy fácil entorpecer una acusación de abusos sexuales. Enseguida aparecieron expertos que impugnaron mi credibilidad. Médicos dispuestos a usar sus armas psicológicas contra una niña que había sufrido esos abusos.

Después de una vista para decidir la custodia en la que a mi padre se le negó el derecho de visita, mi madre decidió no presentar una demanda penal, pese a que el Estado de Connecticut había llegado a la conclusión de que había "causa probable". Lo hizo, en palabras del fiscal, por la fragilidad de "la niña víctima". Woody Allen no fue nunca condenado por ningún delito.

El hecho de que hubiera salido indemne me atormentó durante mi infancia y adolescencia. Me sentía terriblemente culpable de pudiera seguir relacionándose con otras niñas. Me aterrorizaba que me tocaran otros hombres. Adquirí un trastorno alimentario. Empecé a cortarme con cuchillas. Y la tortura se agravó aún más por culpa de Hollywood. Todo el mundo, salvo unos pocos (que son mis héroes), hizo la vista gorda. A la mayoría de ellos les resultaba más fácil aceptar la ambigüedad, decir "quién sabe qué sucedió", fingir que no había pasado nada.

Los actores le elogiaban en las ceremonias de premios. Las cadenas de televisión le llevaban a sus programas. Los críticos hablaban de él en las revistas. Cada vez que veía el rostro de quien había abusado de mí --en un cartel, una camiseta, un televisor--, no podía más que disimular mi pánico hasta que encontraba un rincón en que estar a solas para desmoronarme.

Hace unos días, Woody Allen recibió una nueva nominación a un Oscar. Y esta vez, decidí no desmoronarme. Durante mucho tiempo, la aceptación de la que ha disfrutado me ha mantenido en silencio. Me parecía un reproche personal, como si los premios y los aplausos fueran una manera de decirme que me callara y me fuera.

Pero varios supervivientes de abusos sexuales que se han puesto en contacto conmigo, para mostrarme su apoyo y compartir sus temores a dar la cara, a que les llamaran mentirosos, a que les dijeran que sus recuerdos no eran reales, me han dado un motivo para romper el silencio, aunque solo sea para que otros sepan que no tienen que permanecer callados.

Hoy me considero afortunada. Estoy felizmente casada. Cuento con el respaldo de mis maravillosos hermanos y hermanas. Tengo una madre que supo encontrar en su interior la fortaleza necesaria para salvarnos del caos que había introducido un depredador en nuestro hogar.

Sin embargo, sigue habiendo otras personas asustadas, vulnerables, que se esfuerzan para encontrar el valor que les permita decir la verdad. Y el mensaje que les transmite Hollywood es importante.

¿Y si hubiera sido tu hija, Cate Blanchett? ¿Louis CK? ¿Alec Baldwin? ¿Y si hubieras sido tú, Emma Stone? ¿O tú, Scarlett Johansson? Diane Keaton, tú me conociste cuando era niña. ¿Te has olvidado de mí?

Woody Allen es una prueba viviente de que nuestra sociedad no se porta bien con los supervivientes de abusos y agresiones sexuales.

Por eso, imagínense a su hija de siete años, imagínense que Woody Allen se la lleva al ático. Imagínense que, durante el resto de su vida, a esa niña le dan náuseas cada vez que oye el nombre de él. Imagínense un mundo que aplaude a su atormentador.

¿Se lo imaginan? Y ahora, ¿qué película de Woody Allen es su favorita?




En tanto, Allen le respondió con la siguiente carta:

Hace veintiún años, cuando escuché por primera vez que Mia Farrow me había acusado de abuso sexual infantil, encontré la idea tan absurda que no le di importancia. Estábamos en medio de una terrible separación, con una gran enemistad entre nosotros y con una batalla por la custodia de los niños.

La evidente malevolencia parecía tan obvia que ni siquiera contraté un abogado para defenderme. Fue mi abogado del espectáculo quien me dijo que estaba llevando la acusación ante la policía y que necesitaría un abogado criminal.

Inocentemente pensé que la acusación sería desestimada porque claro, no había abusado sexualmente de Dylan y cualquier persona racional podría ver el ardid. El sentido común prevalecería. Después de todo, yo era un hombre de 56 años que nunca había sido -y que nunca volvió a ser- acusado de abuso sexual infantil. Había estado con Mia durante 12 años y en ese tiempo ella nunca me sugirió siquiera nada parecido a una falta en mi conducta. Ahora, de repente, luego de que condujera hasta su casa en Connecticut una tarde para visitar a los chicos por unas horas, cuando estaría en la casa de mi furiosa adversaria, con una docena de personas presentes, cuando estaba en las etapas felices de mi nueva relación con la mujer con la que me iba a casar, elegiría este momento para embarcarme en una carrera como abusador infantil. Lo ilógico de ese escenario me pareció determinante.

Sin embargo, Mia insistió en que yo había abusado de Dylan y la llevó inmediatamente al doctor para que la examinara. Dylan le dijo al doctor que no había sido abusada. Luego Mia llevó a Dylan a tomar un helado, y cuando volvió la nena había cambiado la historia. La policía empezó la investigación; una posible acusación pesó en la balanza. Por propia voluntad tomé una prueba con un detector de mentiras y la pasé, claro, porque no tenía nada que esconder. Le pedí a Mia que tomara una y no quiso.

La semana pasada, una mujer llamada Stacey Nelkin, con quien había salido hace muchos años, apareció ante la prensa para decir que cuando Mia y yo habíamos tenido nuestra batalla por la custodia hace 21 años, Mia había querido que ella testificara que era menor de edad cuando salía conmigo, a pesar del hecho de que esto fuera mentira. Stacey se negó. Incluyo esta anécdota para que todos sepamos con qué clase de carácter estamos lidiando. Uno puede imaginar al leer esto por qué no quería tomar la prueba con el detector de mentiras.

Mientras tanto, la policía de Connecticut pidió ayuda a una unidad de investigación especial que se creaba en este tipo de casos, la Clínica de Abuso Sexual Infantil del Hospital Yale-New Heaven. Este grupo de hombres y mujeres imparciales y experimentados a los cuales acudió el fiscal del distrito para buscar orientación así como para procesar, pasó meses haciendo una meticulosa investigación, entrevistando a todos los que estaban involucrados, y verificando cada evidencia.

Finalmente, ellos escribieron su conclusión, la cual cito aquí: "Nuestra opinión experta es que Dylan no fue abusada sexualmente por el señor Allen. Además, creemos que las declaraciones grabadas en cámara y las que dijo ante nosotros durante nuestra evaluación no se refieren a eventos que le hayan ocurrido el 4 de agosto de 1992. Al desarrollar nuestra opinión consideramos tres hipótesis para explicar las declaraciones de Dylan.

Primero, que sus declaraciones eran ciertas y que el señor Allen abusó sexualmente de ella; segundo, que las declaraciones de Dylan no eran ciertas y fueron inventadas por una nena emocionalmente vulnerable que quedó en un disturbio familiar y que estaba respondiendo al estrés que había en la familia; y tercero, que Dylan fue instruida o influenciada por su madre, la señora Farrow. Mientras podemos concluir que Dylan no fue abusada sexualmente, no podemos definir si la segunda o la tercera formulación son ciertas. Creemos que lo más probable es que una combinación de estas últimas dos formulaciones expliquen de la mejor forma los alegatos de abuso sexual de Dylan".

¿Podría ser más claro? El señor Allen no abusó de Dylan; es más probable que una nena vulnerable de 7 años haya sido instruida por Mia Farrow. Esta conclusión desilusionó a cierta gente. El fiscal de distrito estaba impaciente por procesar un caso donde la figura fuera una celebridad, el juez de custodia, Elliot Wilk, escribió una opinión muy irresponsable diciendo al respecto del abuso sexual que "probablemente nunca sabremos lo que ocurrió".