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Virginia Lago: "Me encanta subir a los árboles para podarlos"

Cumple las bodas de oro con la actuación en medio de una renovada popularidad gracias al ciclo de cine que presenta en Telefe. Dirige una obra en el San Martín y protagoniza otra, junto a Satur y Laura Novoa, en el Apolo. Su tiempo libre lo dedica al cuidado de su jardín

Nota extraída de la Revista Pronto

Tiene una sonrisa apacible, ojitos brillantes y hablar pausado. Virginia Lago (66) festeja cincuenta de profesión y en todos estos años ha hecho algunas películas, decenas de obras de teatro y programas de televisión. Pero su popularidad se acentuó desde que conduce Historias de corazón, el ciclo de cine vespertino de Telefe. Y su particular manera de presentar las películas, dio mucho que hablar en los últimos meses. Además, dirige "La farolera", en el Teatro San Martín, sobre textos de María Elena Walsh. Y acaba de estrenar "La mujer del domingo", en el teatro Apolo, obra que protagoniza con Claudio García Satur y Laura Novoa, y en la que también actúan Felipe Colombo y Laura Bove. "Veo seis películas por semana, sino, no sabría cómo contarlas, sentiría que estoy estafando al público. Me las mandan a casa, las miro y después voy a grabar. Me encanta lo que hago", se entusiasma Virginia.

-Historias del corazón permitió que te conocieran otras generaciones.

-Es cierto. Los chicos están enloquecidos con el programa, se juntan para ver las películas, como un deber. No se puede creer. Llegué a un lugar en el que no estaba, ya recibimos más de cincuenta mil mails.

-¿Es cierto que frente a las críticas quisiste renunciar?

-No es cierto eso. Mi hijo Pablo (40) me contó que no estaban diciendo cosas lindas del programa, pero lo dijo como una gracia. Me dio cosita escuchar qué pasaba y lo llamé a Tomás Yankelevich, gerente de contenidos de Telefe. Le dije que nunca en mi vida me había pasado algo así, que me sentía incómoda. Tomás me contestó que no me preocupara, que esto funcionaba de esta manera, y que si hablaban era porque al ciclo le iba bien.

-Ladran Sancho, señal que cabalgamos, diría Don Quijote.

-Exactamente. Me dolió un poquito, confieso. Pero duró esa tarde nada más. Y jamás pensé en renunciar. Yo soy así y al programa le va bien, así que a partir de ese momento me empecé a reír. Que se diviertan.
Le saqué provecho.
El malestar duró esa tarde y terminó. En realidad, el público me dice cosas lindas.

-¿Por ejemplo?

-En la calle me dicen cosas extraordinarias; me agradecen la compañía, me cuentan que se juntan en familia a ver las películas. Algunos han confesado hasta adicción por las películas. Me gusta que estas tardes unan a la familia, que conversen, compartir con ellos a grandes autores, artistas, poetas. Estoy muy contenta, agregaron los sábados y va muy bien.

-Este año cumplís las Bodas de Oro con tu profesión.

-Así es, empecé muy jovencita.
Pero las mujeres, no tenemos edad.

-¿Qué edad tiene tu corazón y tu espíritu?

-Siempre joven. Me siento sana. Mientras tengas salud, proyectos, energía, ganas y sueños, somos todos iguales, los de 20, los de 50, los de 80.

-Pero algo harás para sentirte joven.

-Voy al gimnasio, porque me gusta y para moverme. Además me subo a los árboles para podarlos. Tengo un jardincito en casa y me encanta trabajar ahí. Por ahora, tengo energía para eso, me entusiasma, me siento bien,

-Una abuela que trepa los árboles.

-Así es. Tengo dos hijos, Pablo y Mariana (30). Y una nietita de cuatro años, Simona, que es hija del mayor. Son actores también, como su papá y yo.
Mariana es la protagonista de "La farolera", ahora viajan a un festival de teatro de Colombia.
Y Pablo vive en el campo, da clases de equitación. Me encanta ser abuela, estoy feliz porque Simona es preciosa, nos divertimos mucho juntas.

-Y seguís con tu marido de toda la vida, Héctor Giovine.

-Hace 42 años que estamos juntos. Nos conocimos en un espectáculo off, nos fuimos a trabajar a Bariloche y ahí nos enamoramos. Toda una vida juntos.

-¿Cómo hacen?

-¿Cómo sobrevivimos? Felices.
Tenemos discusiones, como todas las parejas. Nunca nos separamos, nos hemos enojado pero no tanto tampoco.
Hablamos mucho, somos amigos, tenemos cosas en común, y nuestros hijos. Nos llevamos muy bien.

-¿Y quién cede cuando se enojan?

-Nos duran poco los enojos.
La pasamos bien.

-Algún secreto tiene que haber para un matrimonio duradero y feliz.

-No sé si hay secretos. Lo que puedo decir es lo que nos pasa. Hay que gustarse, respetarse, admirar al otro. Y sentir amor, claro. Me gusta lo que hace Héctor, cómo es.

-¿Creés en el amor eterno, en las almas gemelas?

-Sí, pero también creo en el trabajo diario. Somos muy distintos de carácter, aunque los dos amamos el teatro, somos buenos lectores, nos gusta el mismo cine.

-¿Es verdad que de chica querías ser jugadora de básquet?

-Nací en Villa Ballester y jugué hasta los 12 años en el equipo de Las Pulguitas, Club General Guido. Voy muy seguido a Ballester porque sigue estando la casa de mis padres, viven mis hermanos, sobrinos.
Y tengo una familia numerosa, soy la menor de siete hermanos.

-¿Cómo fue que te hiciste actriz? ¿Terminaste el secundario y empezaste a estudiar?

-No terminé el secundario porque empecé a trabajar como actriz cuando tenía 15 años. Actúo porque amo esta tarea, me hace bien a mí y a los otros. El teatro es un arte grupal, uno depende del otro todo el tiempo y siempre hay algo para aprender. Si yo sintiera rutina en el teatro, no lo haría más. Es una pasión, indispensable para realizar cualquier tarea en la vida.

-¿Terminar tus estudios secundarios es algo pendiente?

-No, porque no lo necesité.
Me apasiona lo que hago, empecé a estudiar teatro, textos.
Dejé la escuela en tercer año, apoyada por mis padres. Me seguí formando sola, y además soy una gran lectora.

-¿Qué críticas tenés para hacerle a la tele de hoy?

-La ficción me gusta mucho.
Si bien no sigo ningún programa, miro un poco de todo porque me gusta ver a mis compañeros. Y me gusta Soñando por cantar, que acaba de terminar. Porque hay gente que canta extraordinariamente bien, es muy emotivo, hay cariño y respeto. Hay buena energía ahí.

-¿Qué tenés en común con "La mujer del domingo", te sentiste alguna vez en sus zapatos?

-No me pasó lo que a Amy, mi personaje, que es una mujer engañada por su marido, que vive en un mundo bastante irreal. Es la historia de un amor infiel. Pero vi varias historias parecidas con gente conocida. Es algo que ocurre todo el tiempo. La mujer del domingo es una obra maravillosa.
No hay buenos ni malos, hacemos lo que podemos como seres humanos y, de pronto, nos aparecen cosas, sin darnos cuenta. Lo que tengo en común con Amy es que soy bastante comprensiva.

-¿Proyectos?

-Quizá llevemos la obra al Teatro Colón de Mar del Plata.
Y hay una idea de hacer un unitario dentro del ciclo Historias del corazón. O sea, contar una historia de hora y media en lugar de pasar una película. Me parece muy interesante.