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Útiles sin luz propia

*Por Claudio Gómez. Hay periodistas que no logran dar la talla de estrellas. No alcanzan los minutos ni los espacios que ostenten en televisión. No hay caso, no son divas ni divos.

Pareciera que eso los conformara, porque ellos no están trabajando para las plumas ni para el conchero ni para las lentejuelas: están para informar. No lo hacen anónimamente: todos los días se exponen muchas horas en radio y televisión. Por eso, en algún rincón del corazón sueñan con ser ellos el personaje de la entrevista; no el que entrevista, sino el entrevistado.

Hay un especio de su vanidad que trabaja para ello. Por ejemplo, hoy cumple 50 años de trayectoria Héctor Larrea. No es una estrella, pero tiene un aura que muchos políticos persiguen sin suerte: la aprobación popular.

Miles de tacheros y de laburantes arrancaron sus mañanas con Rapídisimo, por Radio Rivadavia. Eran tiempos, es cierto, de la radio.

Hoy son otros los tiempos, son los tiempos de la velocidad, del vértigo y, en consecuencia, son los tiempos de lo pasajero, de lo efímero, de lo insustancial. Al menos esos son los tiempos que imponen las nuevas tecnologías aplicadas al campo de la comunicación y el periodismo electrónico.

Las presencias y las ausencias en la pantalla ya no son tan notorias. De hecho, las programaciones cambian a diario, según la frecuencia de ese aparatito tirano que adecuaron las empresas al cálculo del "minuto a minuto". Matemática de lo más simple: si sirve, sigue, de lo contrario, se va. Así, elencos enteros ganan y transmutan posiciones en busca del número benévolo. No está en juicio la calidad del programa ni su función social. Sí y sólo sí se quedará cuando marca bien. ¡Qué aparatito ese!

No obstante, los términos de utilidad son más laxos. Acaso hay periodistas que no tienen un ángel especial, es más, a la hora de hablar se trabucan un poco, pero son útiles. Útiles a los fines del canal.

Se trata, por darles un nombre, de "útiles sin luz propia". Son capaces de decir y hacer todo lo que les mandan, pero no se lucen. Son como un sol opaco: digamos, dan luz y todo eso, pero son oscuros. La física rechazaría ese fenómeno, pero la televisión no lo hace, al contrario, promueve la existencia de "útiles sin luz propia".

Y cuando se apagan por unos días, nadie se entera bien de qué es lo que pasó con este tipo. ¿Se fue, lo echaron, lo suspendieron? ¿Algo peor? ¿O simplemente...? Click, usted ya cambió, usó el otro aparatito del liberalismo televisivo: el control remoto.

Por si algún televidente estaba extrañado, le contamos que ayer Marcelo Bonelli regresó a la conducción del noticiero matutino de El Trece, Arriba Argentinos, tras la suspensión impuesta por las autoridades del canal de Constitución luego de pelearse con un productor de TN.

El periodista estuvo sin pantalla cinco días. Y de las Dos Voces sólo sonó una. Es el estrés.