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Unitarismo demográfico

* Por Patricio Giusto. Desde el punto de vista de la geopolítica, la situación de la Argentina es sumamente vulnerable. Nuestro país posee cuantiosas riquezas e inmensas áreas deshabitadas.

El sistema unitario que impera en Argentina –pese al federalismo que declama la Constitución Nacional– se expresa de muchas formas. Quizás la más conocida y agobiante es la fiscal, que puede sintetizarse en una nefasta ecuación por la que la Nación concentra casi el 70 por ciento de los recursos, en desmedro de las provincias y los municipios, que son los que generan la riqueza del país con las diferentes actividades productivas que se desarrollan en sus territorios.

Pero la fiscal no es la única faceta del unitarismo. Desde el punto de vista de la estructura, dinámica y distribución de la población –cuestiones estudiadas por la demografía– el mapa de la Argentina es marcadamente unitario. Casi el 40 por ciento de la población total del país está concentrada en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, área que representa menos del uno por ciento del territorio nacional en términos de superficie.

Esta excesiva concentración de población en tan poco espacio alrededor de la Capital, no sólo reafirma la lógica unitaria, sino que es absolutamente inviable en términos económicos, sociales y ambientales. Asimismo, cuesta comprender cómo llegamos a este punto, siendo el octavo país del mundo en términos de superficie. Desde mediados del siglo pasado la población ha ido concentrándose cada vez más en los grandes conglomerados urbanos, mientras las tasas de fecundidad, crecimiento poblacional y población rural han ido decayendo sostenidamente.

Por todo ello considero que puede hablarse de una dimensión demográfica del unitarismo, que tiene fuertes implicancias en términos económicos y geopolíticos. Respecto de lo primero, es inconcebible que haya vastas regiones del país con abundantes riquezas naturales, prácticamente despobladas y sumidas en el subdesarrollo. Y que al mismo tiempo, en el populoso conurbano bonaerense, haya un 24 por ciento de pobreza y cerca de 400 mil jóvenes que no estudian ni trabajan.

Desde el punto de vista de la geopolítica –disciplina que estudia al Estado en función de su potencial desarrollo en el espacio–, la situación de la Argentina es sumamente vulnerable. Nuestro país es uno de los pocos del mundo que posee cuantiosas riquezas naturales e inmensas áreas deshabitadas, susceptibles de ser pobladas y desarrolladas. A su vez, no hay control efectivo de la depredación de esas riquezas por parte de empresas multinacionales y la extranjerización de la tierra, ni proyectos de poblamiento y desarrollo de las áreas deshabitadas. Nuestro mar y nuestras fronteras están desprotegidas por la falta de medios y políticas para defenderlas.

Lo más grave es que todas estas cuestiones, referidas al poblamiento, el desarrollo económico territorial y el resguardo de nuestras riquezas naturales y espacio vital no son prioritarias en la agenda pública, ni del oficialismo ni de la oposición. El discurso hasta ahora expuesto por los precandidatos presidenciales ha sido muy pobre en términos de propuestas para lograr un cambio estructural en ese sentido.

A modo de conclusión, si queremos reconstruir el sistema federal –hoy en franca decadencia– y conservar nuestra soberanía efectiva sobre tan extenso territorio nacional, necesitaremos una distribución de la población y del desarrollo económico más equilibrada. Desde el interior del país debemos aunar esfuerzos para consensuar políticas que nos permitan superar el flagelo del unitarismo.