DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Un viaje a la muerte blanca (II)

Algunos capomafias europeos tuvieron problemas con la justicia, y se radicaron en Sudamérica. La segunda parte de esta historia.

Estaba en mi celda, vino gente que no conocía, abrió la celda y me dijo: ¡afuera, vamos a la calle, a su casa! Yo estaba asombrado de cuanto ocurría, tomé mis bártulos y me fui tranquilamente, me  contó Chiappe. No tenía un peso, ni sabía dónde ir, yo quemaba, tenía la lepra encima y mis propios amigos, si bien me dieron plata y buenos consejos trataban de esquivarme.

 

Allá por el 72' cuando asumió la presidencia el Dr. Cámpora se le abrieron la puerta de la cárcel de Villa Devoto a los detenidos políticos y entre ellos salió el peligroso narcotraficante Marselles detenido por la tenencia de un rifle 44-40 y a disposición del fuero federal.

La noticia de la huida cayó como una bomba en los medios de difusión y salimos todos a la caza del Bismark.

Chiappe en realidad estaba perdido, no tenía donde ir. Los americanos que, en realidad, son mucho más prácticos y severos que nosotros, para reprimir el tráfico de alcaloides hacía su país, habían "inventado" una bonita figura delictiva "Instigación a la introducción de drogas en los Estados Unidos".

Chiappe como otros tantos traficantes nunca pisó el país de norte, sin embargo si lo "cazaban" y se lo llevaban iba a ir a cadena perpetua.

 

En la Argentina se sentía seguro, prácticamente nuestras leyes lo protegían, EE.UU. ni se molestó en pedir su extradición. Si salía hacia otro lugar, era casi seguro que alguien lo iba a invitar a subir a algún avión equivocado y terminaría con sus huesos en alguna cárcel americana.

Un día me llamaron de arriba "Rojas, el Director de Instituto Penales me llamó para decirme que Chiappe se quiere entregar detenido. Quiere traerlo él en persona hasta el Departamento Central y que usted lo esperé en la puerta, avisar a todo el periodismo y hacer un gran barullo porque Chiappe cree en la nueva justicia argentina" "Señor, le respondí, no cometan ese error político. Con ese mafioso de Chiappe  no se pueden hacer tratos".

borrada 

Por suerte la Superioridad me escuchó y el funcionario de Institutos Penales a quien se le entregó Chiappe y lo llevó a Tribunales, renunció una semana después.

Al poco tiempo de ingresar Chiappe a los Tribunales recibí una llamada de un funcionario de la Embajada de México que me pedía una entrevista privada.

Lo recibí de inmediato, mientras pensaba que aquello era muy raro porque las embajadas se manejan ante policía, por cualquier problema, por Cancillería. Lo salude, le hice tomar asiento y lo escuché atentamente.

Suelo concurrir al Hipódromo donde he conocido a dos matrimonios que aparentemente son gente sumamente solvente. Me dieron varios "datos", "fijas" que se concretaron y , por supuesto, me hicieron ganar buen dinero. Ellos hablaban varios idiomas y se veían muy cultos, llegamos al fin a tener cierta amistad y concurría varias cenas donde me invitaron junto con otros amigos a los cuales me presentaron.

Dos de estos nuevos amigos se presentaron en la Embajada, trayéndome pasaportes argentinos de aquellos dos matrimonios, me dijeron que éstos pensaban viajar a México y como habían tenido que ir a Mar del Plata a arreglar unos asuntos previamente a ese viaje, me solicitaron les hiciera extender las correspondientes visas.

Ante la tremenda publicidad que dio la prensa por los secuestros de heroína, temo haber sido embaucado por aventureros que me quieran utilizar para hacer alguna maniobra Vengo a Ud., recomendado por un colega suyo de la policía mexicana, muy amigo mío a quien pregunté telefónicamente con quien podía consultar esta inquietud (aquí me dio el nombre del director de Investigaciones de la Policía Mexicana, que yo había conocido en un Congreso de Interpol en Lima).

Él me dio su nombre y me dijo que usted era toda una autoridad en la lucha contra el narcotráfico. "Por favor ¿Tiene los pasaportes encima?  le pregunté. Los extrajo de uno portafolios y me los entregó.

Al mirar las fotografías casi me caigo de espaldas, eran Lucien Sartí, Renzo Regal, su esposa y una mujer que no conocía, todos ellos, lógicamente, con nombres supuestos. Cuando le dije al diplomático los "tíos" que tenía como amigos casi se desmaya.

borrada 

"Es el fin de mi carrera diplomática, ¿cómo pude ser tan idiota, cómo pude dejarme atrapar así? Estoy en sus manos, comisario general" "Mire, señor  trate de atemperar su angustia haga lo que le pido y no tendrá problema alguno, nadie se enterará y haremos juntos un bien a la humanidad".

Yo estaba seguro que los dueños de los cuatro pasaportes ya estaban en México y sólo necesitaban legalizar su situación en ese país.

Sumamente agradecido el diplomático mexicano se retiró, luego que le dí las directivas a seguir y  le informe que aquellos pasaportes jamás habían sido oficialmente expedidos por la policía, eran pasaportes originales en blanco obtenidos y llenados en forma dolosa.

Cuando los desconocidos llegaron al despacho del funcionario éste, siguiendo lo convenido les dio los pasaportes visados y a las dos cuadras de la embajada fueron detenidos.

Interrogados en el Departamento Central resultaron ser dos narcotraficantes que efectivamente debían enviar los pasaportes a un lujoso hotel de la Capital Mexicana donde residían Sartí, Rogal y sus esposas.

Inmediatamente me puse al habla con mi policía amigo de México y sólo me dijo "Gracias, Rojas yo me ocupo".

Y así lo hizo porque a los dos días Lucien Sartí y Renzo Rogal  con sus respectivas esposas morían en un tiroteo con los policías mexicanos en un hotel céntrico ubicado en la Capital de ese país.

Estando ya retirado me enteré por la prensa que Chiappe tomó un avión negro que aterrizó en una cárcel de los Estados Unidos donde murió tiempo después.

En la primavera del 72' habíamos detenido a un tal Miguel Mantilla que resultó ser Pedro Linares Caballero alias "el dinamitero", exoficial de la Legión Extranjera, maquí, soldado mercenario en África, enviado por la Conexión Marsellesa para averiguar que estaba pasando con el fracaso repetido de sus representantes en Sudamérica. El nos confesó que el padrino que se escondía bajo el seudónimo de Mario Déniz, y se llamaba André Condeminne, un delincuente prófugo que había sido condenado a muerte por varios asaltos a mano armada, nosotros le pasamos el dato a Francia.

Al tiempo, estando ya retirado de la actividad policial, una mañana de 1975 leo en una revista Selecciones del Reader´s Digest que una resonante actuación que llamaron operación Marsella, la Sureté detuvo a 17 cabecillas del narcotráfico, y el viejo amigo "desconocido y misterioso" André Condeminne, el "padrino", fue encontrado en el interior de un baúl sacado del Río Cena en Saint Cloud.

Sólo me resta contarte una cosa, como terminó lo del traidor. Cuando terminó la Operación Nieve el sabor amargo en la boca nos tenía mal. Teníamos que saber quien había sido el autor de aquel mensaje a Chiappe "Tenés la viruela". 

Lamentablemente nuestras sospechas se hicieron ciertas. Trabajamos sobre el abogado que tenía todas las causas de los mafiosos y supimos que estaba relacionado con un hombre de Investigaciones.

Lo hice concurrir a mis despacho y finalmente reconoció que ese abogado lo había "enredado" tiempo atrás y que cada tanto le solicitaba información. El letrado era la famosa voz de la "viruela".

Al mal policía le pasó lo que le ocurre a los que entraron para caminar por la vereda de enfrente, tuvo que colgar su gorra y buscarse otra actividad menos "peligrosa", mirá Donatito vos lo sabés bien, lo sufrimos muchas veces juntos.

 

Cuando descubrimos algo así, cuando alguien desgarra su uniforme, se corrompe o te traiciona se nos parte el corazón pero si no hubiésemos limpiado de cuajo las raíces podridas el árbol no hubiese crecido.

Fue una de las últimas veces que estuve con él, se levantó con la agilidad de un oso americano y salió hacia la puerta.

Creo nunca salió de mis cosas, de mis mejores recuerdos, de las partidas interminables de ajedrez en los acuartelamientos, no era un policía mejor ni distinto, el Comisario General Juan Carlos Rojas

(para muchos y para él mismo "el Oso") era verdadera y solamente un policía.