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Un respiro en un ambiente insalubre

Los alemanes tienen en sus manos el futuro de Europa y no pueden arriesgarse a revivir desde la economía las confrontaciones con la mayoría de los pueblos europeos que terminaron arrastrando al mundo.

Para muchos analistas, fue un sorprendente cambio de actitud que contribuyó a salvar, in extremis, a la Unión Europea (UE). En lo inmediato, también salvó al euro, moneda común de 17 de los 27 miembros de ese espacio económico. Angela Merkel obtuvo un gran triunfo político porque logró quebrantar la acerada oposición de los alemanes a financiar el desmadre financiero de Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España (pigs, cerdos, en la arrogante denominación en idioma inglés conferida a esos países que se endeudaron alegremente, violando las limitaciones impuestas por el Tratado de Maastricht al endeudamiento soberano y al déficit fiscal).

La canciller corrigió sus propias resistencias a incrementar las asistencias financieras a las naciones en problemas y obtuvo del Bundestag (el Parlamento alemán) un fuerte respaldo, al aprobar por 523 votos contra 85 la ampliación del fondo de estabilización del euro.

Dos factores impusieron ese cambio de frente: el primero, el fondo era claramente insuficiente para neutralizar el riesgo de quiebra de Grecia, que habría producido una cascada de decisiones similares por los otros "pigs"; el segundo, la política extremadamente rígida de Alemania repercutía de modo negativo no sólo en Europa sino también sobre los propios alemanes. No es casual que la coalición de centroderecha que ella encabeza haya perdido en cinco de las seis elecciones realizadas en los últimos meses en los Länder.

Pero, de cara a Europa, esta victoria parlamentaria es una panacea, que lleva implícito el riesgo de transformarse en un placebo. El fondo de estabilización asciende a 750 mil millones de euros, de los cuales Alemania aporta 210 mil millones; es decir, casi un tercio. Pero si se considera que la libre disponibilidad es de sólo 400 mil millones, los alemanes integran prácticamente la mitad de esa suma. En definitiva, la ampliación es un medicamento de emergencia administrado a un sistema enfermo. Pero la dosis se había demostrado insuficiente. No aleja del escenario financiero internacional la amenaza de un agravamiento.

Las decisiones de los gobiernos de España e Italia de reformar sus constituciones para fijarles límites al déficit y al endeudamiento no es otra cosa que una de esas fórmulas mágicas de las clases políticas para dilatar todo lo posible un abordaje integral de los problemas. Si incumplieron las regulaciones del Tratado comunitario, ¿qué les impedirá ignorar las regulaciones de las leyes fundamentales de sus propios países, a pesar de las amenazas de inconstitucionalidad?

Todo lo más, se ha logrado un respiro, pero en una atmósfera de casi enfermizo voluntarismo. Merkel ganó una batalla, pero la UE sigue defendiéndose como puede en el combate estabilizador que libra a golpes de mutilaciones del Estado de Bienestar que supo construir en hoy añorados tiempos de bonanza y ejemplar disciplina fiscal.